¿Cuánto falta para la elección?

28 de abril 2024

7 de marzo 2023

¡Que alguien me explique!

Se acabó el tiempo, Mr. López Obrador

Diga lo que diga en su desgastado discurso mañanero, las relaciones entre el presidente López Obrador y el presidente Biden -con el canadiense Trudeau de por medio- ya no están bien

Por Ramón Alberto Garza

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Imagínate como una de las 110 mil familias estadounidenses que en los últimos 12 meses sepultaron a un hijo o a una hija como consecuencia del fentanilo.

Haz cuentas y suma los cinco años que tiene de moda esa droga opioide -pero que se utiliza como recreacional- inundando el mercado norteamericano desde México, fabricada con precursores chinos. Las muertes superarán las 350 mil y al alza. Peor cifra que la de todos los soldados norteamericanos muertos en cualquiera de las últimas guerras.

Ahora, como presidente de Estados Unidos, intenta explicarles a tus conciudadanos por qué haces tan poca presión para encarar al presidente de México, quien dejó escapar Ovidio Guzmán, el hijo del fundador del principal cártel productor de fentanilo -el de Sinaloa-. El mismo mandatario que fue hasta su tierra a visitar a la abuela del capo y que se refiere con tanta deferencia “al señor Guzmán Loera”, el mismo narcotraficante que ya purga una extensa condena por tráfico de drogas en una prisión de Nueva York.

Las fichas ya no le alcanzan al presidente Joe Biden para tapar la complicidad del gobierno de la Cuarta Transformación y los cárteles de la droga, con un dedo.

Por el contrario, las presiones arrecian y se eleva la exigencia de que, ante la pasividad o incluso la complicidad del gobierno mexicano, los norteamericanos entren con sus fuerzas armadas a combatir lo mismo al Cártel de Sinaloa que al Jalisco Nueva Generación. Para ellos, más que un asunto de seguridad es una crisis de salud. Un asunto de vida o muerte de sus conciudadanos.

Ahí está en puerta el debate de la solicitud conjunta H.J. RES 18 interpuesta por los legisladores Dan Crenshaw, de Texas, y Michael Waltz, de Florida, urgiendo al presidente Biden a declarar como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, lo que le permitiría al vecino del Norte entrar con o sin permiso a territorio mexicano para combatir a quienes con su negocio acaban por asesinar a decenas de miles de norteamericanos.

Por supuesto que está la tarea pendiente de aquel lado, la de desarticular las redes de distribución en territorio norteamericano. Pero esos son cientos de miles de pequeños narco-distribuidores. El golpe a tres o cuatro de los grandes capos y la confiscación de sus dineros en México les parece una fórmula más sencilla, más al corazón del problema.

Diga lo que diga en su desgastado discurso mañanero, las relaciones entre el presidente López Obrador y el presidente Biden -con el canadiense Trudeau de por medio- ya no están bien. Vienen en caída libre, porque el mandatario mexicano “no comprende” lo que está en juego con la explosión económica que viene en las dos fronteras con el nearshoring de las plantas repatriadas de China. Tampoco apuesta por un medio ambiente de energías limpias y, mucho menos, por acabar de concretar el mayor bloque geopolítico y económico del planeta.

Después de la Cumbre en México -donde les juró a Biden y a Trudeau amor eterno- el presidente López Obrador invitó al dictador cubano Miguel Díaz-Canel para impostarle la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca. ¿Bajo qué mérito? ¿Exportar un puñado de médicos que vienen a recetar ideologías entre los mexicanos más necesitados?

Lo que el inquilino de Palacio Nacional no acaba de entender es que, para su desgracia, las próximas sucesiones presidenciales de México y de Estados Unidos coinciden en 2024. Una será en julio y la otra en noviembre.

Y si un no tan fortalecido Joe Biden buscara la reelección o algún nuevo rostro demócrata intentara retener la Casa Blanca, será a costa de dar resultados concretos en los próximos doce meses. Y en la lista de urgencias, a la par de las delicadas relaciones con Rusia y China, que son adversarios políticos y económicos, está ya la de México, que no tendría por qué ser antagónica frente a tantos beneficios mutuos que les da el Tratado México-Estados Unidos-Canadá.

El artículo en el Wall Street Journal publicado la semana pasada por el ex procurador trumpista, William Barr, debe ser leído con cuidado por la Cancillería mexicana. No es poca cosa acusar al presidente López Obrador de ser el principal “facilitador” de los cárteles y acusar que esas organizaciones criminales mexicanas tengan mayor parecido a los terroristas islámicos que a la mafia de los Estados Unidos. No si la denuncia viene de un ex procurador como Barr.

Después de ver cómo reaccionan Presidencia y Cancillería, la única conclusión que pueden tener en la Casa Blanca y en el Capitolio es que el gobierno mexicano es un ingenuo de marca o un descomunal cómplice bajo cuyo paraguas -y con fondos de esos cárteles- están haciendo crecer a Morena, el partido en el poder. Quien pague el precio es lo de menos; lo importante es no ser desplazados en el 2024.

Pero mucho más temprano que tarde, ese mal cálculo acabará pasando la factura de un choque de trenes entre ambas naciones. Una colisión que la pueden ir anticipando entre julio de este año y mayo del año próximo. Justo un par de meses antes de la cita ciudadana con las urnas del 2024.

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