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La Revolución de Zapata

Yo qué voy a saber

Aceptémoslo, los mexicanos no estamos a gusto si no nos indignamos por algo. Y si se nos acaba una indignación tenemos rápido una de repuesto.

Por Carolina Hernández

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Una vez pasado el coraje que nos hizo pasar Karen por no estar muerta y preocuparnos deoquis, pasamos a enojarnos con Fabián Cháirez por pintar a Zapata desnudo y con tacones. Como si fuera gay.

El cuadro del artista mexicano enardeció a casi todos, no por su falta de técnica –que la podemos discutir- si no por el atrevimiento que tuvo al cuestionar la masculinidad glorificada del caudillo del sur.

Sí, el nieto de Emiliano se indignó por la pintura de Cháirez. Lo siguió una horda de guardianes de la moral y las buenas costumbres, quienes señalaron la ignominia y la aberración de ponerle tacones al general y hasta amenazaron con quemar Bellas Artes.

No lo sé, pero si hay algo por lo que todos, no solo los familiares de Zapata deberíamos estar incendiando Bellas Artes, es porque la lucha del revolucionario está lejos de haberse ganado.

La explotación y la desigualdad en la que se encuentra el campo mexicano no solo no se ha acabado, si no que se ha fortalecido durante años.

Un puñado de ricos siguen lucrando con el trabajo de los campesinos ampliando cada vez más la brecha entre unos y otros.

La corrupción y el abuso del que cientos de empresarios-ejidatarios se han valido para continuar e incrementar su dominio es indignante.

La riqueza en la que viven contrasta de manera insultante con la pobreza en la que sobreviven los jornaleros en este país, en condiciones indignas, inseguras y de explotación laboral.

Si Zapata estuviera vivo, creo que podría indignarse más por la miseria en la que siguen sumergidos los campesinos, que por que si lo pintaron con unos tacones o un sombrero.

Podría indignarse más, por que sus ideales son pisoteados todos los días. Porque los campesinos, esos por los que peleó, no tienen ni justicia, ni dignidad, ni tierra, ni libertad.

En México los campesinos viven en condiciones deplorables, iguales o peores que las que buscaba combatir el caudillo del sur. Eso, es para indignarse.

El abandono en el que históricamente se ha tenido a este sector de la población eso sí es ofensivo. El rezago y la deuda social que tiene el país con los campesinos es enorme.

Y qué decir, del sur, ese sur del caudillo que no logra salir de la miseria y la desolación.

De acuerdo a datos del Coneval, en el sur del caudillo hay niveles de 10 veces más pobreza extrema, en términos porcentuales, que en los estados del norte.

En el sur del caudillo la miseria permanece intocable. Histórica. Sin que nadie se altere. Sin que nadie tome una antorcha por ella. Sin que nadie se indigne.

Y para acabar pronto, si el arrebato es porque Zapata se ve gay, permítanme contarles que no es la primera vez que se habla sobre la “fluidez sexual” de Emiliano.

En el libro El álbum Amada Díaz, el escritor Ricardo Orozco, relata cómo en los diarios de la hija de Porfirio Díaz ella dejó constancia de la relación entre su esposo, Ignacio de la Torre y Mier –Nachito- y el masculinísimo caudillo.

También en la novela Zapata, de Pedro Ángel Palou, se insinúan las relaciones homosexuales del revolucionario, según contaría Manuel Palafox, conocido como “El Ave Negra”, quien era secretario personal de Zapata.

Y también Pedro Luna Paiz, maestro en Historia por la Universidad Iberoamericana, ha comentado que hay registros del supuesto amorío entre “Nachito” y Zapata.

Pero si era gay o no, la pintura de Cháirez no define eso. Lo que define es a Zapata como un símbolo de resistencia y de lucha. Como un hombre que peleó por darle visibilidad a los más marginados y en ese contexto, el cuadro cumple su cometido.

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