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Opinión

#YoQueVoyASaber | El valor del tiempo

Yo qué voy a saber

Las primeras semanas del confinamiento traté de que todo fuera lo más "normal" posible, hasta que me di cuenta que estaba desperdiciando la oportunidad única de cambiar esa normalidad.

Por Carolina Hernández

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Durante los primeros días de la cuarentena traté de llevar el trabajo en casa lo más cercano a las rutinas normales.

Yo no tengo hijos, pero tengo 5 perros, que no son mis hijos, pero sí son parte de mi familia…

Entonces instalé una oficina lejos de ellos y me obligaba a no verlos en “horas de trabajo”, pues en un día normal no estaría con ellos.

Tampoco platicaba con mi esposo más de lo que platicaríamos en un día cotidiano antes del covid ni le dedicaba a comer más tiempo del que normalmente me tomaba en la oficina… sí, 15 minutos.

Pero luego pensé ¿y si esta es una oportunidad única que nos está dando la vida justamente para hacer todo lo que no podemos hacer en un día normal y la estamos dejando pasar?

Para muchos, los días antes del covid parecen lejanos.

Yo llevo poco más de un mes haciendo trabajo en casa y saliendo a la calle lo menos posible.

Y la mayoría de las conversaciones con mis amigos giran en torno a cuánto volveremos a la normalidad.

Pero ¿queremos esa normalidad de vuelta?

Yo después de la segunda semana de confinamiento me di cuenta que no, que no quiero esa normalidad y comencé a aprovechar el privilegio del trabajo en casa.

Comencé a disfrutar de todas esas cosas que la “normalidad” de antes no me permitía.

A sacarle provecho a todos los ingredientes de la despensa y cocinar mejor y más barato.

A compartir la sobremesa, a tomarme 15 minutos para jugar con los perros a media tarde. A comprar cosas a pequeños comerciantes. A escuchar los pájaros en la mañana…

Comencé a hacer cosas que en los días normales antes del covid no podía hacer porque la vida siempre va aprisa, porque es una hora de tráfico a la oficina, porque hay que comer en 20 minutos, porque es más fácil ir al supermercado, porque nunca tenemos tiempo de nada.

Comencé a notar algunas de las cosas que hacía en mi vida “normal” no las disfrutaba, si no que las hacía porque no tenía otra opción.

Entiendo perfecto el tamaño de la crisis, se que para muchos no es sencillo pensar, en estos momentos, en cómo será su vida después. Muchos están pensando simplemente cómo sobrevivir, de dónde sacar para comer, cómo aliviarse, cómo lidiar con una muerte.

Sé que somos muy afortunados quienes tenemos la oportunidad de seguir trabajando, por eso es importante que honremos ese privilegio.

Las transformaciones son dolorosas para todos.

Quizá esta crisis sea tan dolorosa por que el cambio será radical. Porque esa normalidad que teníamos será cuestionada y, en el mejor de los casos, derrotada.

Porque quizá comencemos a replantearnos si nuestras prioridades han estado en el lugar adecuado.

Si le hemos dado el justo valor a la ciencia, a los servicios de salud, al contacto humano, al medio ambiente, a los maestros, al comercio local… pero sobre todo, al tiempo.

Quizá después de esto comencemos a entender que lo que hacemos con nuestro tiempo puede ser más valioso incluso que lo que hacemos con nuestro dinero.

Porque si salimos de esto igual que cuando entramos, entonces sí habremos perdido el tiempo.

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