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Odebrecht huele a muerte

La misteriosa muerte en Brasil de Henrique Valladares, uno de los testigos clave que reveló la red de sobornos de la constructora brasileña en América Latina -México incluido-, le recuerda al gobierno de la 4T que todo es volátil, efímero, mortal

Por Ramón Alberto Garza

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Por más que lo quieren sepultar, el Caso Odebrecht está vivo. Y ahora es una muerte la que lo resucita.

El pasado miércoles 18 de septiembre apareció sin vida en su apartamento de Rio de Janeiro el que fuera vicepresidente de Odebrecht Energía.

Era Henrique Valladares, uno de los testigos clave, del más alto nivel, el que reveló la red de sobornos de la constructora brasileña en América Latina.

Lo hallaron muerto en su residencia. Y después de ser trasladado al Instituto Médico Forense se dictaminó deceso por causas “indeterminadas”.

La de Valladares, testigo protegido de las fiscalías brasileña y norteamericana por su disposición a revelar toda la trama de corrupción internacional dentro de la Operación Lava Jato, es una muerte muy conveniente.

Como la de Jeffrey Epstein, el multimillonario seductor de adolescentes que se “suicidó” muy oportunamente, justo antes de que se revelara la red de monarcas, políticos y empresarios que eran invitados a las fiestas con jovencitas en su isla privada.

Lo que llama la atención es que mientras en Brasil y en media docena de países latinoamericanos continúa revelándose la danza de los millones de Odebrecht, en México se vive otro impasse.

El caso más sonado, el de Emilio Lozoya Austin, entró en un letargo judicial después de que los abogados de quien fuera director de Pemex amenazaran con revelar los nombres de quienes su cliente dice que son los verdaderos saqueadores de la paraestatal del petróleo.

El caso está atorado hoy entre la extradición de Marielle Helene Eckes, la esposa de Lozoya Austin, ciudadana alemana repatriada, y en la pesquisa del ex director de Pemex a quien hoy se le ubica en Rusia.

La única oportunidad de destrabar ese letargo de semanas podría darse jalando uno de dos hilos. O los dos.

El primero está en la llamada Estafa Maestra, en donde algunos de los dineros derivados de los fideicomisos presumiblemente habrían pasado por las mismas cuentas por las que transitaron algunos de los sobornos de Odebrecht.

El segundo hilo, el de la investigación de Alonso Ancira y Agronitrogenados, algunas de cuyas cuentas también se habrían empleado para presumiblemente bajar los dineros de la constructora brasileña a quienes manejaban la campaña de Enrique Peña Nieto.

El hecho es que sea directamente por las denuncias de los directivos de Odebrecht, por sus vinculaciones con la Estafa Maestra o por el cuestionado caso de Agronitrogenados, las tres líneas en las que se finca la esperanza de justicia, están están en el aire.

Solo la muerte de Henrique Valladares viene a sacudir el impasse y a recordar que más de 100 directivos y ejecutivos abrieron sus expedientes para dar los detalles de los sobornos en Colombia, Perú, Venezuela, Panamá, México.

Lo peor que nos podría pasar es que sin posibilidades de ratificar sus testimonios, el fallecido “por causas indeterminadas” y sus revelaciones sobre México fueran eliminados de los expedientes que desde el sexenio pasado duermen el sueño de los justos.

Y dado que poco se avanza en México para cerrar el caso que el procurador Raúl Cervantes dijo que estaba concluido cuando renunció en 2017, desde los Estados Unidos ya se aprestan a abrir nuevos y más comprometedores testimonios.

No hay que olvidar que el epicentro de las revelaciones financieras de la operación Lava Jato se dio con el vecino del Norte, cuando las autoridades financieras norteamericanas detectaron la danza de los millones en cuentas de aquel país, direccionadas a gobiernos o a políticos de los países sobornados, México en la lista.

Por lo pronto la muerte de Henrique Valladares le recuerda al gobierno de la Cuarta Transformación que todo es volátil, efímero, mortal.

Y que en el caso Odebrecht hay que acelerar el paso, porque al igual que sucedió en el caso Epstein, la realidad policiaca está superando cualquier ficción.

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