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¡Que alguien me explique!

Más pronto cae un “Amlador”…

“Más pronto cae un hablador, que un cojo”, reza el refranero popular. Pero en el gobierno de la Cuarta Transformación, más pronto cae un “Amlador” que un cojo

Por Ramón Alberto Garza

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“Más pronto cae un hablador, que un cojo”, reza el refranero popular. Pero en el gobierno de la Cuarta Transformación, más pronto cae un “Amlador” que un cojo.

“Amlador”.- Dícese del Jefe de Estado que prometió al pueblo bueno y sabio lo que sabía que jamás podría cumplir, y acabó por admitir lo que siempre condenó y rechazó.

Cinco años de investigaciones y de intentar buscarle el círculo a un cuadrado, y al final, el presidente Andrés Manuel López Obrador debió admitir algo más cercano a la llamada “verdad histórica”.

Se le hizo bolas el engrudo al inquilino de Palacio Nacional cuando trató de quedar bien con los padres de los 43 normalistas, con el Ejército, con Alejandro Encinas, con el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes y con la Fiscalía General de la Nación. Imposible darle gusto a Dios y al diablo sin destruirle la aureola a uno o pisarle la cola al otro. La buena fe jamás será suficiente y acabó por resbalar.

No es una apreciación personal. Es la conclusión de Vidulfo Rosales, el abogado de los padres de Ayotzinapa, quien dijo que a nueve años de la desaparición de los normalistas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no dio respuesta a la solicitud sobre la ubicación de documentos con folio relevantes para concluir el caso.

Rosales dijo que, la última reunión de esta semana con el subsecretario Alejandro Encinas y las secretarias Rosa Icela Rodríguez y Luisa María Alcalde, en Palacio Nacional, fue peor que la anterior.

Denunció que la narrativa del gobierno de la Cuarta Transformación ahora se acerca más a la llamada “verdad histórica” que tanto se cuestionó en el sexenio de Enrique Peña Nieto. La misma con la que llevaron a la cárcel al ex procurador Jesús Murillo Karam y que tiene refugiado en Israel al fiscal Tomás Zerón.

Por el suelo viene rodando la promesa 89 de la toma de posesión de aquel primero de diciembre de 2018, en la que el entrante presidente López Obrador juraba: “Se investigará a fondo la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa; se conocerá la verdad y se castigará a los responsables”.

Cincuenta y siete semanas después las tesis se contrapuntean, cada uno de los presuntos implicados apuntan a diferentes culpables potenciales y frente a la imposibilidad de salir de ese laberinto, sin morir en el intento, el presidente se defiende.

El inquilino de Palacio Nacional dice que es falso que se esté ocultando información y ordenó que se abran los expedientes al público, los mismos que fueron rechazados esta semana por los padres de los normalistas al calificarlos como una versión muy cercana a la cuestionada “verdad histórica”.

De paso, en la refriega de acusaciones, el que salió malherido fue el precandidato morenista al gobierno de la Ciudad de México, Omar García Harfuch. De acuerdo al subsecretario Alejandro Encinas, también morenista, el súper policía de Claudia Sheinbaum habría participado en 2014 en la reunión en la que funcionarios peñistas habrían “fabricado” la “verdad histórica”. García Harfuch lo niega.

Y se sostienen las tres tesis de siempre: uno, que los estudiantes fueron infiltrados por el grupo criminal de “Los Rojos” al ser confundidos con integrantes del cártel rival, “Guerreros Unidos”. Dos, que recibieron un “escarmiento” por parte de José Luis Abarca, alcalde de Iguala, contra quien protestaban. Y tres, que fueron desaparecidos cuando se dieron cuenta de que habían abordado un autobús cargado de droga, con destino a Chicago. Nada diferente a lo que se dijo en el sexenio peñista.

De la presunta participación de elementos del Ejército, en la desaparición y posible incineración de sus cuerpos, nada. Una carta de la Secretaría de la Defensa apunta a interrogar y recibir información de Gildardo López Astudillo, alias “El Cabo Gil”.  Pregúntenle a él, dice el General Secretario.

Al final del día, cinco años de reabierto el caso, para terminar en un todos contra todos, con nadie satisfecho, con la promesa presidencial incumplida y con el caso más emblemático de justicia sin resolver.

Es sencillo prometer, como candidato, lo que jamás podrá cumplirse como presidente. Por eso jamás hay que olvidar: “Más pronto cae un “Amlador”, que un cojo”.

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