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28 de febrero 2018

¡Que alguien me explique!

Marzo 94, Marzo 18; ¿de Colosio a Anaya?

Como ocurrió en marzo de 1999 con el arranque de campañas y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 2018 se perfilan dos prospectos de magnicidios políticos

Por Ramón Alberto Garza

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En 1994, en pleno arranque de la campaña presidencial, una mente ofendida y retorcida articuló el magnicidio de Luis Donaldo Colosio.

A los mexicanos nos quisieron vender la tesis de Mario Aburto, el asesino solitario, quien empuñó el arma por quién sabe qué razones y asesinó de espontáneo al candidato priista.

Fuera el narcotráfico, políticos inconformes con los pronunciamientos de Colosio o los que buscaban impedir lo que consideraban una reelección salinista, descarrilaron un proyecto de futuro.

Y emergió entonces al relevo un político que circunstancialmente iba de salida de la campaña priista: Ernesto Zedillo Ponce de León.

Mañana entramos de lleno a los Idus de Marzo. Y en el horizonte se siente, se perfilan, se huelen, dos prospectos de magnicidios políticos.

Hoy no hace falta ni empuñar un arma ni fabricar un asesino solitario. Suficiente es exhibir el pasado presuntamente inconfesable de los candidatos para que las  balas de los medios y las redes sociales acaben con sus vidas políticas.

El de Ricardo Anaya es hoy el caso más cercano equiparable a un “magnicidio”. Conforme se abren nuevos expedientes, evidencias o videos de su relación con Manuel Barreiro, su futuro se oscurece, se complica.

Las voces que sin éxito desde el desierto lo descalificaban, comienzan a ser escuchadas. Y dentro del Frente por México, que aglutina al PAN, al PRD y a Movimiento Ciudadano, se debate ya la conveniencia o no de mantenerlo como candidato, ya no frente a lo que está exhibido,sino lo que no se sabe y pudiera venir más adelante.

Algún enorme pecado debió tener el llamado Joven Maravilla para que desde el sistema mismo se abriera fuego –amigo y enemigo- sobre la compraventa del terreno/bodega que involucró la danza maldita de los 54 millones de pesos.

¿No sería más efectivo, políticamente hablando, guardar los expedientes y reventarlos a mitad de la campaña, allá por mayo o junio cuando el daño fuera irreversible?

La respuesta es clara. No. Quien lo hizo ahora buscaba dejar injugable a Ricardo Anaya, al grado que desde adentro del Frente por México se urgiera el oportuno relevo del candidato. Hay tiempo, faltan 30 días para el arranque oficial de la campaña 2018.

Y si en esta ocasión, como ya le ha ocurrido en otras, el Joven Maravilla no pudiera darle la vuelta a la tortilla, ¿quiénes serían entonces esos posibles relevos? ¿Santiago Creel, Margarita Zavala o “El Jefe” Diego Fernández de Cevallos?

A menos que el fuego lanzado sobre Anaya intente apagar otro fuego: el de los expedientes de la Sedesol y la Sedatu convertidos en una espada de Damocles que pende sobre la campaña de José Antonio Meade, candidato de la alianza Todos por México, a quien algunos sus correligionarios detractores reclaman que no despunte.

Esas indagatorias son preocupantes, porque logran ubicar que en el período en que Meade fue secretario de Hacienda se articularon desvíos imputados hoy solo a Rosario Robles, no se libraría de aparecer al menos como cómplice. Y eso es muy malo para la sólida reputación del candidato Meade.

Por eso decimos que marzo del 2018 es igual pero es distinto que marzo de 1994. Porque las balas y los asesinos solitarios podría estar disfrazados –justa o injustamente- de imputaciones, investigaciones y procesos judiciales.

A menos que lo que se busque, como en aquel pleito entre Amigos de Fox y el Pemexgate, sea el carpetazo cómplice entre ambos bandos.

Por cierto, ¿alguien sabe si algún Ernesto Zedillo está calentando ya el brazo?

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