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La República del Cinismo

Es lamentable cómo permitimos los mexicanos que la transición tan esperada nos llevara del País de las Mentiras a la República del Cinismo

Por Ramón Alberto Garza

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Es lamentable cómo permitimos los mexicanos que la transición tan esperada nos llevara del País de las Mentiras a la República del Cinismo.

Durante setenta años crecimos como una nación ahogada en sus mentiras. Que éramos una democracia, que nuestro voto se respetaba, que se tenían oportunidades de igualdad para todos, que había un equilibrio de poderes, que existía la justicia y que era ciega.

Pero aún en medio de todas esas mentiras, los políticos, los empresarios, el Ejército, los intelectuales, los medios de comunicación tenían límites y cierto pudor por maquillarlas. Existía el rubor, calaba la vergüenza, era castigado el engaño cuando se hacía tan burdo, tan evidente.

Y se nos vendió la transición hacia una Utopía de la Verdad que en cinco años se estrelló en el muro de la realidad. Acabamos creando la República del Cinismo. Dos claros ejemplos.

Como presidente electo, Andrés Manuel López Obrador prometió absoluto respeto al Poder Judicial.

Y acabamos cinco años después con un mandatario que a diario condena a jueces, defenestra a magistrados, fustiga a los ministros de la Suprema Corte e insulta a una presidenta de ese tribunal supremo, porque no se les cuadran a sus caprichos ni van con sus intereses.

Como legislador y como candidato a gobernador de Nuevo León, Samuel García condenó a su antecesor Jaime “El Bronco” Rodríguez, por abandonar seis meses la gubernatura para irse, en 2015, a buscar una fugaz y fallida candidatura a la Presidencia. Promovió una Ley para impedir el “chapulineo” y prometió en campaña que jamás repetiría el error de dejar tirada la gubernatura que prometió que, de ganarla, la ejercería por seis años.

Dos años después, el joven político naranja al que se le hacía fácil prometerlo todo, no solo acabó confrontado con toda la clase política de Nuevo León instalando un gobierno de amenazas, extorsión y chantajes. Samuel García faltó abiertamente a su promesa, repetida públicamente decenas de veces, y ahora pretende, en medio de una disputa legal, el irse a buscar la candidatura presidencial 2024.

Y manda desde el extranjero su solicitud en papel sin membrete, con firma falsa y hasta quiere imponer, por encima de la Ley y del Congreso, a quien sea su sucesor. La Ley se le resbala, al Congreso lo ignora y el cinismo lo instala como la bandera que ondea sobre sus caprichosas acciones.

Solo dos muestras muy claras y contundentes de estos últimos días para exhibir la perversión de lo que hemos hecho, con un sistema político mexicano que hoy es manejado lo mismo por tiranos de izquierda que por aprendices de dictador de derecha. El resultado es el mismo. Incluso aplica aquí aquel adagio de “Dios los hace y ellos se juntan”.

Pero la culpa no es de ellos, sino de todos aquellos que permitimos que el cinismo sea la norma y no la excepción. De todos quienes a fuerza de apatía y de quedarnos callados hemos perdido la capacidad de indignación. El conformismo de la censura a través de un meme o de una imagen en TikTok nos parece suficiente condena.

Cínico es un país y cínica es una ciudadanía que permite que del sistema alimentario mexicano se roben 15 mil millones de pesos y que el autor de ese latrocinio esté protegido por el presidente, en un alto cargo en la Secretaría de Gobernación.

Cínico es un país y cínica es una ciudadanía que no defiende la nacionalización de los fideicomisos de pensiones de los trabajadores del Poder Judicial y permite que, desde la secretaría de Gobernación, su titular, Luisa María Alcalde, tire línea a la mayoría de los legisladores de Morena para boicotear el diálogo con la ministra presidenta, Norma Piña, como lo reveló ayer en su noticiero el periodista Salvador García Soto.

Cínico es un país y cínica es una ciudadanía que calla frente a la catarata de mentiras que el jefe de Estado lanza diariamente en sus conferencias mañaneras para evangelizar con “otros datos” la maquillada realidad, desde el colapso de los sistemas de Salud y de Educación, hasta los saqueos en los presupuestos ocultos del AIFA, de Dos Bocas, del Tren Maya, de Jóvenes Construyendo el Futuro y del reparto de los apoyos a los Adultos Mayores.

Es cierto, el País de las Mentiras era ya insostenible con apellidos como García Luna, Odebrecht, la Estafa Maestra, la Casa Blanca, Grupo HIGA, OHL, Peña Nieto, Videgaray, Osorio Chong, la Reforma Energética, la Estela de Luz, los Amigos de Fox y el Pemexgate.

Pero la nueva República del Cinismo, con apenas cinco años a cuestas, ya no puede sostener las farsas del “Abrazos, No Balazos”, la protección a los cárteles que financian las campañas para incrementar y conservar al Partido en el Poder, la Casa Gris en Houston, el huachicol fluyendo por las aduanas, Ricardo Peralta, Ignacio Ovalle, Manuel Bartlett -señora e hijos-, los precursores para el fentanilo, Manzanillo, los misterios de la ejecución de Sergio Carmona hasta el avionazo de Daniel Flores.

Es cierto, como dice el inquilino de Palacio Nacional, “no somos iguales”. Ahora somos una República  de Cínicos.

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