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9 de mayo 2019

¡Que alguien me explique!

La «renuncia» de Romo

El Jefe de La Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, evitó una crisis de gabinete al zanjar el falso rumor de que había presentado su renuncia

Por Ramón Alberto Garza

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Un artículo de opinión del periodista Raymundo Riva Palacio, anunciando que Alfonso Romo había presentado su renuncia pero que el presidente Andrés Manuel López Obrador no se la había aceptado, desató, antier martes, un torbellino político.

Poco duró la supuesta tempestad, porque el jefe de la oficina de la Presidencia salió de inmediato a desmentir de viva voz el rumor en los noticieros matutinos de Ciro Gómez Leyva y Pascal Beltrán del Río.

Pero más allá de lo anecdótico y del análisis en los cafés políticos para ubicar si los que difundieron la especie eran adversarios o fuego amigo, se asoman dos hechos a evaluar.

El primero, que viene a confirmar que dentro del gabinete existen choques, jaloneos o confrontaciones abiertas, porque las fronteras entre los funcionarios del primer nivel no acaban por estar del todo definidas.

Y es natural que cada quien jale la cuerda para su molino, lo que propicia desencuentros que, al no aclararse o no ser llevados para resolución ante el presidente para no importunarlo, van bajando de nivel y contaminan el sistema.

El rumor de una supuesta renuncia como la de Romo no prendería ante la opinión pública, a no ser porque ya son bien conocidos los roces que existen entre la oficina de la presidencia y la Secretaría de Hacienda.

De hecho, esos roces transitan en todos los niveles del gabinete porque en el afán de controlar la corrupción y de aplicar el severo programa de austeridad, se está dejando –más allá de Romo- a muchos otros secretarios golpeados o mal heridos.

Sin duda el presidente López Obrador dirá –y no sin razón- que son jaloneos naturales de los acomodos del equipo. Que apenas van en los primeros minutos del partido y que el gabinete está calentando.

Pero el hecho es que esos roces no son exclusivos entre Hacienda y la oficina de la presidencia, sino también en Gobernación, Seguridad Nacional, Trabajo, Economía, SAT o Aduanas –por citar solo algunos- exhibiendo algo que va más allá de “ejercicios de calentamiento”.

Y lo que en el arranque del sexenio aparecen como pequeñas fisuras de personalidad, pueden acabar en fracturas serias que afecten la operatividad y la línea de mando, en perjuicio de los resultados del nuevo gobierno.

El otro hecho que se asoma tras el rumor de la “renuncia” de Romo es lo sensibles que algunos sectores se muestran frente a lo que podría ser la pérdida de quien ven como su principal interlocutor con el presidente López Obrador.

Para algunos de los personajes clave del empresariado o de ciertos sectores de la clase política, la presencia de Romo en la jefatura de la presidencia se convierte en un pararrayos al que pueden ir a descargar sus propuestas y temores. Y esa tarea es de enorme ayuda para el inquilino del Palacio Nacional.

El presidente López Obrador sabe que al igual que algunos otros de sus allegados en otros frentes, Romo es elemento clave en los equilibrios que atemperen las sacudidas naturales del cambio.

La difusión de una salida abrupta del jefe de la oficina de la Presidencia, como la que se pretendió viralizar desde el lunes por la noche, podría ser vista como un intento golpista con la intención final de desequilibrar y mostrar que el gobierno pierde equilibrios y va en ruta de colisión.

El presidente López Obrador, Romo y el el gabinete por entero deben aprender de esta experiencia que salió barata,  frente a la rapidez con la que se enfrentó el rumor.

Cerrar filas y hablarse claro, de frente, es la obligación… y si se detecta que la intentona viene de fuego amigo, hacer lo necesario para evitar estar durmiendo con el enemigo.

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