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La guerra que viene

El mayor de los debates globales de hoy es la relación de Donald Trump con Vladimir Putin. Y sobre todo si esa es una relación fincada en ideales, en intereses particulares o en sumisión por chantaje.

Por Ramón Alberto Garza

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El mayor de los debates globales de hoy es la relación de Donald Trump con Vladimir Putin. Y sobre todo si esa es una relación fincada en ideales, en intereses particulares o en sumisión por chantaje.
Trump acaba de reconocer lo que por mas de un año negó.
Que su hijo Donald sí se reunió en la Torre Trump con una abogada ligada al Kremlin, buscando información que dañara a su entonces rival Hillary Clinton.
Pero toda esa información del llamado “Rusiagate” y las investigaciones del fiscal Müller podrían palidecer frente a una guerra quizás mas seria.
Es un conflicto que no se ve ni se discute a simple vista, pero que podría sentar las bases para el cambio del orden económico no solo en Estados Unidos y Rusia, sino en el
mundo entero.

Lenta y silenciosamente el gobierno de Putin salió en los últimos meses a vender casi la totalidad de los Bonos del Tesoro norteamericano que tenía en su poder.
De poseer 100 mil millones de dólares en papel de deuda del gobierno de los Estados Unidos, apenas conservan 9 mil millones. Está claro que es una señal de Putin de que no va
a respaldar la deuda de un país que al que ve poco amistoso y le impone sanciones económicas que califica de injustas.
El que los rusos salieran a vender el papel norteamericano presionó las tasas de interés de esos bonos, que se elevaron del 2.7 al 3.1 por ciento. Es decir, el gobierno norteamericano tiene que pagar hoy mas caro por pedir prestado y financiar su déficit.
Pero a la par de salir a vender papel norteamericano, los rusos entraron en una fiebre por el oro, comprando en el mundo y extrayendo de su subsuelo el preciado metal, que alguna vez fue el patrón que rigió la economía mundial.
Tan solo en el 2017 las mineras rusas casi duplicaron su producción, al extraer cerca de 9 millones de onzas de oro, equivalentes al 8.3 por ciento de la producción mundial
del rey de los metales.
La pregunta obligada es si Putin creó esta “escaramuza económica” de retirarle su apoyo al dólar, como una venganza a que Trump no termina de cumplirle lo que le prometió desde la campaña.

O lo que sería todavía mas radical, atacar el patrón dólar como la divisa global, para recuperar paulatinamente al oro como la divisa de referencia universal.
Existe sin embargo otro efecto colateral mas serio y de corto plazo. El que China –confrontada comercialmente con Trump- vea en el ejemplo ruso un arma para negociar
los aranceles comerciales.
Si Rusia movió la tasa de interés de los bonos casi medio punto al deshacerse de sus papeles en dólares ¿qué podría hacer China, que tiene 17 veces ese monto en bonos del Tesoro norteamericano?
Y en medio de esta “guerra económica”, los intereses muy particulares de Trump y de sus aliados de negocios, quienes con información privilegiada de lo que pudiera pasar,
tienen la oportunidad de salir a tomar posiciones y sacar ventajas personales.

Lo dicho. Las nuevas guerras globales no se están dando en un campo de batalla, con artillería y navíos, sino con instrumentos económicos y tecnologías sofisticadas,
que pueden disparar lo mismo una tasa de interés, que alterar el rumbo de una elección presidencial. Y es muy entendible.
Lo preocupante es que los comandantes de esas nuevas guerras sean líderes con ambiciones hegemónicas o ególatras que en su avaricia lo destruyen todo.

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