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¡Que alguien me explique!

El juego, la crisis y el contagio

Los sacudimientos que vivimos hoy no son autoría de la 4T. Pero si no se manejan con juicio y prudencia, podemos caer en una trampa.

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando alguien juega póker y no es quien reparte la baraja, más vale que conozca a quién se enfrenta y que no subestime al oponente. Si se juega con soberbia, puede perderse todo.

Por eso el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que ser cauteloso frente a la tormenta perfecta que se está armando en torno a México. En lo político, en lo social y en lo económico.

Los sacudimientos que vivimos hoy, desde el Día Sin Nosotras, el desplome del precio del petróleo, la caída del Peso frente al Dólar y la alerta del coronavirus, por supuesto que no son autoría de la Cuarta Transformación.

Pero si no se manejan con juicio y prudencia, entendiendo el origen, podemos caer en una trampa que nos llevará a muy negros destinos.

Tomemos como ejemplo el coronavirus, la pandemia a la que tanto Donald Trump como López Obrador buscan minimizar en sus discursos. Como si alguien les fuera a endosar a ellos la dispersión de virus.

¿No es acaso una decisión mas sensata obligar a extremar precauciones frente a algo desconocido, de lo que no se tiene precedente? ¿No será mejor que ante lo que no se tiene control ni antecedente se sobre reaccione, en lugar de tomarlo a la ligera? Mala estrategia.

Y la razón acaban por darla los mercados petrolero y financiero, que frente a lo que estiman podria llegar a ser una auténtica pandemia de bíblicas proporciones, reaccionan con cautela extrema. Quizás es exagerado, pero es preferible a correr los riesgos de una sobreviralización.

La abrupta caída en los precios del petróleo es una delirante combinación de expectativas en la baja de consumo de combustibles por la caída en la producción mundial debido al coronavirus, además de la disputa entre Arabia Saudita y Rusia por imponer distintas cuotas de producción.

Eso no será ningún complot de los conservadores ni contra Rocío Nahle, Octavio Romero o Manuel Bartlett. Es un ajuste global de la oferta y la demanda, con un desplome en los precios de hasta 30 dólares por barril.

Y por supuesto, el golpe económico que ese desplome del crudo causará en las finanzas públicas mexicanas, aún con las coberturas, pone muy nerviosos a los inversionistas y el dólar se desliza para amortiguar el posible golpe.

No se trata tampoco de un complot de los conservadores volando sus capitales a mejores destinos. Es la reacción en cadena de un sistema financiero global que en lo último que está pensando en el gobierno de la Cuarta Transformación.

Lo mismo sucede con las protestas por la igualdad de género y los feminicidios. Por supuesto que pueden existir no una, sino mil manos negras que enciendan cerillos para atizar la hoguera.

Pero esa hoguera solo puede encenderse si existe la hojarasca. Y en el caso del maltrato a las mujeres en México –como en muchas latitudes del planeta- la indignación, la rabia, la impotencia frente a la impunidad en los crímenes de género se convierten en la abundante y reseca hojarasca propicia para el incendio.

Lo que el presidente López Obrador debió hacer era mostrar un poco de más sensibilidad, ser el abanderado de las exigencias de las millones de mexicanas que con toda razón no quieren ser el próximo número en la estadística de la violencia de género. Pero se eligió el complot frente a una mayor empatía.

Por eso decimos que hay que tener cuidado a la hora de jugar póker. Porque una mano mal jugada por una traicionera corazonada o un cálculo mal hecho con bilis, puede lesionar seriamente el capital político tan difícil de conseguir y casi imposible de recuperar.

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