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¡Que alguien me explique!

Juan Ramón, la vacuna

En los momentos en que estamos a unas semanas de que la vacuna llegue a México, lo lamentable es el espectáculo que está dando el zar de la pandemia, Hugo López-Gatell.

Por Ramón Alberto Garza

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El día de hoy es un día histórico para la humanidad. A partir de este lunes se inicia en los Estados Unidos -y así progresivamente en el resto del mundo- la vacunación contra el covid-19, la peor pandemia vivida en el último siglo.

Desde ayer domingo fueron despachadas casi 3 millones de dosis desde los cuarteles de los laboratorios Pfizer, en Kalamazoo, Michigan, en contenedores refrigerados a menos 70 grados Celsius.

Será una tarea titánica y de mucha paciencia para alcanzar hacia mediados de junio del año próximo una cobertura para frenar una pandemia que ya cobró 1.6 millones de vidas en el planeta.

Tan solo en los Estados Unidos, el coronavirus ya ostenta el récord de ser más letal que la pérdida de vidas de todos los soldados norteamericanos muertos en la Segunda Guerra Mundial. Coronavirus 299 mil 751, Segunda Guerra Mundial 291 mil 557.

Es una pandemia que cobró en Donald Trump y en su gobierno un deceso más -el más costoso- pues el pésimo e insensible manejo de la pandemia aniquiló las esperanzas de la reelección del inquilino de la Casa Blanca.

La modificación de rumbo que se da a partir de hoy es que después de 11 meses, en el mundo amanecemos con un aliento de esperanza.

Y al menos que se reporten efectos no deseados o daños laterales, la emergencia de las vacunas de los cuatro principales desarrolladores dan la posibilidad de recobrar en unos meses la movilidad perdida y volver a los niveles de la economía colapsada desde que se inició en febrero la prolongada cuarentena.

Pero en México las cosas no pintan tan bien como en Estados Unidos. Y eso se refleja en el decepcionante espectáculo que continúa dando el gobierno de la Cuarta Transformación para hacerle frente a la urgencia sanitaria.

Somos el cuarto país del planeta con más muertos, ya sumando arriba de los 115 mil, solo superado por los Estados Unidos, Brasil y la India.

Pero en los momentos en que estamos a unas semanas de que la vacuna llegue a México, lo lamentable es el espectáculo que está dando el zar de la pandemia, Hugo López-Gatell.

Haciendo de una crisis sanitaria su juego político personal, el epidemiólogo presidencial le está disputando abiertamente al canciller Marcelo Ebrard lo que cree es su derecho de manejar el Plan Nacional de Vacunación Covid-19.

No sería la primera vez que el canciller Ebrard sale a enmendarle la plana al epidemiólogo en quien ya nadie confía, al menos en el sector salud.

Y menos ahora que le dio por jugar con el semáforo de colores que él mismo creó y que ahora dice que no tiene la menor importancia.

El ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México ya demostró ser más eficiente que López-Gatell para gestionar las urgencias de ventiladores, tanto con China como con los Estados Unidos y la Unión Europea.

El canciller Ebrard también debió salir al paso para distribuir lo conseguido, porque estaba claro que el protagonismo de López-Gatell no le alcanzaba para cumplir más allá de su conferencia informativa del día.

Y cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador se vio en la urgencia de sentarse a la mesa para negociar con las grandes farmacéuticas mundiales con el fin de garantizar posición en la compra de vacunas, el responsable fue el canciller Ebrard.

Lo cierto es que el conflicto de López-Gatell con el canciller Ebrard se escaló ya al manejo de la delicada estrategia de distribución de las vacunas, sin que el epidemiólogo pueda ocultar ya en las reuniones de Gabinete su enojo porque se siente marginado.

Y no es para menos. Si alguien se encargó en estos primeros dos años de confrontarse con los laboratorios farmacéuticos de México y del extranjero, ese fue López-Gatell.

De corruptos no los bajó. Y ahora que los necesita para mitigar la pandemia, no es el mejor interlocutor. Sobre todo cuando de manera superficial y simplista, López-Gatell se la pasa cuestionando públicamente las vacunas no solo de Pfizer, sino de Astra-Zéneca y CanSino.

Quizás por ello dentro del gobierno de la Cuarta Transformación ya se maneja la posibilidad de recuperar en territorio nacional los servicios de Juan Ramón de la Fuente.

El ahora embajador de México ante las Naciones Unidas y ex rector de la UNAM ya fue un respetable secretario de Salud y tiene todas las confianzas y simpatías de la casa presidencial.

Se hace indispensable insertar a alguien de esa estatura profesional y de confianza -junto con el canciller Ebrard- para hacer una dupla de eficiencia para que no falle el plan nacional de vacunación.

Cualquier fichaje será mejor que continuar con los berrinches, las rabietas personales, los insultos, las mentiras y las diatribas de López-Gatell, quien sin duda será el más letal de los virus cuando termine la pandemia en México.

Insistimos en que si el inquilino de Palacio Nacional se empecina en tolerar más tiempo a su epidemiólogo, desacreditado nacional e internacionalmente, correrá el riesgo de que en unos meses ambos sean acusados de genocidio. Un paso en falso y la vacunación los exhibirá globalmente.

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