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Gobiernos en crisis

Quizás sea que los ciudadanos de distintas latitudes ya se cansaron de los gobierno ortodoxos o es una nueva alerta global

Por Ramón Alberto Garza

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Será el despertar de las conciencias por el efecto de las redes sociales…

Quizás sea que los ciudadanos de distintas latitudes ya se cansaron de los gobierno ortodoxos…

O es una nueva alerta global que viene a reeditar aquella Primavera de Praga en el 68…

El hecho inobjetable es que los ciudadanos de las grandes naciones del mundo se rebelan hoy frente a sus gobiernos y frente a sus líderes.

Vean a Emanuel Macron, el premier francés que vive un otoño postrado frente al embate del movimiento de los chalecos amarillos.

Son cientos de miles de franceses que se rebelan a la ortodoxia del “gasolinazo”, con violentas manifestaciones y saqueos de almacenes en el corazón del Eliseo, como no se veían en Francia desde hace 40 años.

Es el cuestionamiento a un líder de 42 años, especialista en inversiones bancarias para los Rotschild y ex ministro de Economía de Francois Hollande. Un Luis Videgaray de Francia.

 Un Macron que se instaló en mayo del 2017 en la primera fila de los liderazgos mundiales y que despertó una  enorme esperanza en una fatigada sociedad que exige menos impuestos y mejores compensaciones.

Y qué decir de Theresa May, la primera ministra del Reino Unido que vive horas cruciales al frustrarse su votación del Brexit bajo los acuerdos que se pactaron con la Unión Europea.

La líder del Partido Conservador temió una rebelión del parlamento británico, lo que le significaría un revés político que podría costarle la posición que consiguió en julio del 2016.

Pero la crisis de gobierno también alcanza a la líder más sólida de la unión europea, la alemana democristiana Angela Merkel, considerada la mujer más poderosa del planeta.

Imposibilitada para hacerle frente a una crisis de inmigración que en tres años recibió ya a 1.3 millones de refugiados, sus adversarios reclaman un el cierre de fronteras o su dimisión.

Pero la inmigración es solo la gota que derrama el vaso de una férrea dirigente que defiende a ultranza su ortodoxia económica de déficit cero, al mismo tiempo que acepta que Alemania se quede solo con Francia, ya sin el Reino Unido, con la pesada carga de mantener la salud financiera de la Unión Europea.

Y las crisis de Francia, el Reino Unido y Alemania le suceden a la que apenas en junio obligó a la dimisión de Mariano Rajoy como presidente del gobierno español.

Inmerso en acusaciones de corrupción y lavado de dinero entre su Partido Popular y una treintena de empresarios que operaban una contabilidad oculta para financiar al partido de la derecha española.

Su lugar fue tomado por el líder socialista Pedro Sánchez, quien enfrenta los efectos de la amarga receta de austeridad que se le expidió a España desde la Unión Europea.

Y aunque el retorno a la ortodoxia le devolvió el superávit comercial, su deuda aún está por los cielos y el desempleo supera el 17 por ciento, con 35 por ciento entre los jóvenes.

Lo que intentamos asomar con estas reflexiones es que las convulsiones políticas y económicas se están convirtiendo, no en la excepción, sino en la regla global.

Y que aquellas naciones que lucían estables, dinámicas, pujantes, enfrentan hoy el reto de reinventarse desde sus crisis financieras, migratorias o de fragmentación política.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador al Palacio Nacional, México no tendría por qué ser la excepción. Los que se avecinan son años de profundos cambios y de inevitable convulsión.

Y lo serán porque en suelo azteca convergen todas las plagas que en lo individual cuestionan a las naciones  europeas:

Desencanto con la ortodoxia económica, como en el Reino Unido.

Reclamos sociales largamente postergados, como en Francia.

Una severa crisis migratoria, como la de Alemania.

Y una elevada corrupción y radicalización política, como en España.

Con tres agravantes muy mexicanas: la impunidad, los cárteles de la droga y la vecindad con los Estados Unidos de Donald Trump.

Abróchense los cinturones porque la primavera y el verano 2019 en México irán mas allá del calentamiento político global.

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