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¡Que alguien me explique!

El sordo de Palacio

Al fin, después de casi cinco años, tenemos un diagnóstico certero de por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador no gobernó como se esperaba. La respuesta: está sordo

Por Ramón Alberto Garza

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Al fin, después de casi cinco años, tenemos un diagnóstico certero de por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador no gobernó como se esperaba. La respuesta: está sordo.

El “No oigo, no oigo, no oigo” se volverá un himno nacional del fin de sexenio, frente a la incompetencia de un mandatario que fue incapaz de concretar todo lo que prometió. Será como el “Hoy, hoy, hoy” de Vicente Fox exigiendo a Labastida y a Cárdenas el debate.

Ahora entendemos por qué el mandatario jamás escucha las denuncias de un gobierno que prometió combatir la corrupción, pero que está naufragando en ella. Ni oye, ni ve, ni dice nada sobre el multimillonario desfalco de Segalmex, los millonarios moches en la CFE y las comisiones por pago de facturas en Pemex. Para eso, el  presidente López Obrador está sordo.

Bajo ese diagnóstico ya entendemos por qué el gobierno de la Cuarta Transformación jamás enfrenta al crimen organizado y la violencia se le salió de control para contabilizar, en su sexenio, un récord de 160 mil homicidios, y todavía contando. El presidente López Obrador solo tiene oídos para El Chapo, el hijo del Chapo y para la mamá del Chapo. Para el resto, está sordo.

Si estábamos buscando una respuesta frente al pésimo sistema de salud, que fracasó con el Insabi y que les regatea los medicamentos a los enfermos de cáncer, especialmente a los niños, ya tenemos la respuesta. El presidente López Obrador jamás escuchó esos reclamos. Está sordo.

Por fin podemos comprender por qué la mortal pandemia del COVID-19 colocó a México entre las naciones más negligentes y por qué Hugo López-Gatell se transformó en el ‘Ángel de la Muerte’, sin pagar las consecuencias. El presidente López Obrador jamás escuchó los lamentos de los cientos de miles de mexicanos que perecieron por atención deficiente o nula. Siempre estuvo sordo.

Si alguien andaba buscando una respuesta del por qué nadie atendió el reclamo de las madres a las que les cancelaron las guarderías y la mitad del día escolar a sus hijos, ya tienen la respuesta. El presidente López Obrador jamás escuchó su queja. Está sordo.

A todas aquellas feministas que todavía reclaman la nula atención a los feminicidios y a la violencia de género, pueden descansar. No es que el presidente López Obrador las ignore. Simplemente está sordo, no las escucha.

Para aquellos que se preguntan por qué en Palacio Nacional no aceptaron a tiempo que Dos Bocas jamás podría construirse con 8 mil millones de dólares, sino con al menos el doble de ese presupuesto, ya saben lo que pasó. El presidente López Obrador no escuchó a los expertos que se lo advirtieron. Está sordo.

Lo mismo para los ambientalistas que se alarmaron cuando el gobierno dejó pasar en blanco sus protestas por el daño a la selva peninsular, el descuido a algunas zonas arqueológicas y el daño a los cenotes, a la hora de construir el Tren Maya. El presidente López Obrador no escuchó. Está sordo.

Ahora entendemos por qué Romo, Scherer, Sánchez Cordero, Moctezuma, Durazo, Urzúa y Herrera se bajaron del carro de la Cuarta Transformación. Se cansaron de proponer y proponer, sin ser escuchados. No sabían que su jefe, el presidente López Obrador estaba sordo.

Ahora sabemos por qué el inquilino de Palacio Nacional se hace como que ‘la Virgen le habla’, cuando enfrenta posiciones antagónicas de empresarios, políticos, medios de comunicación, intelectuales, universitarios y científicos. Los oídos sensibles del presidente López Obrador no registran esos molestos decibeles. Está sordo.

Pero el “No oigo, no oigo, no oigo” no es parejo. Hay quienes sí le tienen bien medido el timbre de voz para que el presidente López Obrador siempre les entienda. Para ellos jamás está sordo.

Al frente de esos con los que sí dialoga, con los que sí se entiende, están en primera fila, los jefes de los cárteles a los que los tiene inundados de abrazos, mientras que ellos le devuelven el favor siendo pródigos en sus apoyos hacia Morena. Para ellos, el presidente López Obrador no está sordo.

También el Ejército mexicano le tiene bien medidos los decibeles al Jefe Supremo, quien los ha inundado de obras nada transparentes, con chequeras ilimitadas, acaparando actividades civiles que no les competen. Para los de verde olivo, el presidente no está sordo.

Otro que le tiene bien medida la tonada es Carlos Slim, el contratista número uno del gobierno de la Cuarta Transformación, quien después de ser calificado por el propio presidente como jefe de la ‘Mafia del Poder’, ahora se instala como constructor, juez de sus propias obras -como la trágica Línea 12- sin que existan consecuencias. Para el hombre más rico de México, el presidente no está sordo.

Y si tus apellidos son Gutiérrez Müller, Ramírez, Bartlett, Sheinbaum, Nahle, Alcalde, Gertz Manero, Concheiro, Modonesi, Arteaga, Ibarra y similares, para ellos es todo oídos. Para ellos el presidente López Obrador no está sordo.

Y ya no sucede lo mismo con Morena. A los apellidos Ebrard, López, Monreal o Delgado, cada día los escucha menos. Como prueba ahí están de muestra las denuncias que hizo Ebrard y 117 legisladores pro-morenistas sobre los desvíos de fondos federales a la campaña de Sheinbaum. El inquilino de Palacio Nacional descalificó la queja y dijo que en Morena todo está bien, que se respira la paz. La confrontación de las corcholatas es la última “sordeada” presidencial.

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