21 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
El reset global
Cuando uno se asoma a ver en detalle la fotografía oficial de la reunión de líderes del G-20, la de los países que más aportan a la economía del planeta, emerge de inmediato la pregunta: ¿quién conduce ese bloque de poder?
Por Ramón Alberto Garza
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Cuando uno se asoma a ver en detalle la fotografía oficial de la reunión de líderes del G-20, la de los países que más aportan a la economía del planeta, emerge de inmediato la pregunta: ¿quién conduce ese bloque de poder?
Se acabaron los días de los liderazgos con principios, de los mandatarios que inspiraban con su discurso y sus ideas, de los hombres y mujeres de Estado que escalaban a punta de decisiones duras los peldaños de la historia.
Cuando uno ve los rostros de este reciente cónclave de poder, no puede uno más que lamentarse por lo raquítico de la oferta. No existen muchos rostros en los cuales detenerse para reconocer a un líder admirado.
¿Dónde están los Ronald Reagan, las Margaret Tatcher, los Mijaíl Gorbachov, los Simón Pérez o los Yitzhak Rabin, los Lech Wałęsa, los François Mitterrand, los José Mújica, los Felipe González, las Angela Merkel o incluso los Carlos Salinas? Personajes, todos, que -virtudes más o defectos menos- transformaron con sus acciones a sus naciones y modificaron con sus acuerdos la geopolítica del planeta.
¿Alguien se identifica con los rostros del norteamericano Joe Biden, del ruso Vladimir Putin o del chino Xi Jinping? El canadiense Justin Trudeau y el francés Emmanuel Macron son lo más rescatable. Incluso, el anfitrión, el brasileño Lula da Silva, después de pisar la cárcel y ser acusado de corrupción, no tiene la misma energía que proyectaba cuando reinstaló a Brasil en el concierto mundial.
De lo que estamos siendo testigos es de lo que podríamos llamar “un reset mundial”, una reprogramación de los liderazgos en el que los autócratas -de izquierda y de derecha- se imponen por encima de los demócratas.
Estados Unidos y México son dos ejemplos claros de ese “reset” en los liderazgos que tienen desconcertados a quiénes desde el sentido común, desde la sensatez, desde la inteligencia más básica, no acaban de entender por qué las masas están eligiendo a los autócratas.
Los norteamericanos viven todavía el pasmo de la reciente elección presidencial en la que el republicano Donald Trump, con decenas de cargos criminales, confeso de acosar mujeres, defraudador de impuestos e instigador del poder institucional, fue electo por una abrumadora mayoría.
Y a su oratoria encendida, plagada de odios, rencores y sed de venganza, se le suman todos los cuestionamientos posibles en la selección de algunos de sus futuros integrantes del gabinete que dominará la Casa Blanca.
Desde un candidato a Secretario de Defensa, Pete Hegseth, acusado de abuso sexual por dos mujeres, hasta una Secretaria de Educación, Linda McMahon, quien era una promotora de lucha libre, alcanzando a Robert F. Kennedy Jr., el enemigo de la vacunación, que será el Secretario de Salud.
Nada distinto a lo que sucede en México, en donde la reelección de Andrés Manuel López Obrador, en la interpósita persona de Claudia Sheinbaum, mantiene desde la mañanera su Monte Calvario, sin decidirse a crear su estilo personal de gobernar que la distinga de su antecesor. Hay destellos, pero falta más voluntad o tal vez más tiempo.
Pero con un Mario Delgado al frente en la Secretaría de Educación; un Arturo Zaldívar ensalivando las reformas del Poder Judicial; una Rosa Icela Rodríguez, cuidando desde la Secretaría de Gobernación al retirado en Palenque y dos coordinadores en el Senado y en la Cámara de Diputados, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, aceitando la maquinaria alterna a Palacio Nacional. Y sin contar a Andy López Beltrán, dirigiendo ese cometa llamado Morena.
Sea en Estados Unidos o en México, los rumbos lucen perdidos. Lo que importa es la popularidad de los mandatarios. Ambos -Trump y López Obrador-Sheinbaum-, por encima del 60 por ciento. Y al amparo del “reset mundial” se impone la pregunta: ¿es el mejor liderazgo que se puede construir? ¿El odio y la división por encima de los acuerdos y la construcción?
Nada distinto a lo que sucede en Medio Oriente, donde un aislado Benjamín Netanyahu, cuestionado en su propio país, tiene al planeta instalado en la antesala de un nuevo holocausto.
Ni qué decir del ruso Vladimir Putin y su obsesión con recuperar Ucrania a cualquier precio… O al chino Xi Jinping presionando a la recuperación de Taiwán.
La pregunta de fondo para los seres humanos comunes es ¿hacia dónde voltear?, ¿en quién confiar?, ¿en qué rostro encontrar algún dejo de esperanza y de un futuro prometedor?
Los valores están trastocados. El acceso indiscriminado a la generación de contenidos en las redes sociales permite a tirios y troyanos escupir digitalmente en el rostro de cualquier líder hasta demonizarlo. La lucha del poder se instala en el reclutamiento de “bots”, de ejércitos aceitados con la maquinaria del dinero -público y privado- para imponer un estilo de ser, de pensar, de liderar.
El “reset global” está plasmado en esa foto de los asistentes al cónclave del G-20 en Brasil. Que se deje constancia de que esa imagen, la de la despedida del presidente Joe Biden, será en poco tiempo muy distinta a la que se verá en la próxima cumbre. El 21 de enero de 2025, el reloj comienza a marcar los nuevos tiempos.
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