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¡Que alguien me explique!

El General malagradecido

¿Cuál es el racional presidencial para vacunar primero a maestros de estados del sureste -como Tabasco y Campeche- antes que a los médicos y trabajadores de la salud privados?

Por Ramón Alberto Garza

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La prioridad de cualquier General que comanda un frente de batalla es la de velar porque a sus soldados no les falten ni alimento ni municiones.

Cuando se libra una guerra -cualquiera que sea el enemigo- aquellos que están dispuestos a dar su vida por sus compatriotas, al menos tienen que tener garantizada la sobrevivencia y una esperanza de victoria.

Pero ese simple razonamiento, apegado al sentido común, no lo entiende el General Andrés Manuel López Obrador, quien sin el menor cargo de conciencia les dijo a los médicos y al personal de salud que operan en hospitales privados que tendrán que esperar para ser vacunados contra el coronavirus.

“Que nos esperen… hasta que nos toque a todos”.

Ninguna prioridad en la inmunización para aquellos que arriesgan todos los días sus vidas para atender a decenas de miles de mexicanos contagiados, muchos de ellos por la irresponsabilidad en la pobrísima estrategia sanitaria del gobierno de la Cuarta Transformación.

Peor aún, que la postura del Comandante en Jefe es criminalmente discriminatoria, porque le da un trato diferenciado a los médicos y trabajadores privados frente a los públicos que tienen prioridad y a los que ya se les está aplicando la vacuna.

¿Acaso el virus de la pandemia distingue de entre los hombres y mujeres de bata blanca, quiénes son o no fifís, como para darse el permiso de aplazar su vacunación? ¿Gozan los privados de mejores anticuerpos que los públicos?

¿Cuál es el racional presidencial para vacunar primero a maestros de estados del sureste -como Tabasco y Campeche- antes que a los médicos y trabajadores de la salud privados que están en contacto con el mortal virus?

La absurda postura presidencial es indefendible, si se recuerda que cerca de 4 mil médicos y trabajadores del sector Salud fallecieron, y por el contagio, desde que hace poco más de un año se inició la pandemia.

Es un promedio de 10 diarios. O visto desde otra perspectiva, uno de cada 50 de los 200 mil mexicanos muertos hasta ahora por la pandemia son médicos y personal del sector Salud. Público y privado. Uno de los más elevados a nivel mundial.

Y si por razones de la profesión ningún gremio en México está más expuesto al contagio y a sus consecuencias, ¿bajo qué argumentos sensatos se puede justificar el regateo presidencial a los médicos y trabajadores del sector Salud, que trabajan en hospitales privados? ¿Sólo porque son fifís?

Si así lo fuera, que el General López Obrador recuerde en qué tropas militaban los médicos que en diciembre del 2013 le dieron la batalla a su infarto del que fue atendido en el hospital privado de Médica Sur, en la Ciudad de México.

¿Acaso por el más mínimo gesto de humanidad y agradecimiento, el inquilino de Palacio Nacional ya se informó si los doctores Misael Uribe, Octavio González y Patricio Ortiz, quienes le salvaron entonces la vida, ya fueron vacunados?

¿Sabría si acaso los doctores privados, también de Médica Sur, que atendieron a su hijo Jesús Ernesto de las fracturas de tibia y peroné, están ya inmunizados para continuar atendiendo pacientes en estos días de pandemia?

Curioso y malagradecido General que, en medio de la batalla, abandona a su suerte a los soldados de la salud privada.

A los mismos hombres y mujeres de bata blanca, a los que él y su familia recurren en primera instancia para que le salven la vida. ¡Vaya traición!

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