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¡Que alguien me explique!

El ejemplo Bukele

En México, los penales están fuera del control del Estado. Están en manos del crimen organizado. Bien haría la administración de Andrés Manuel López Obrador en emular lo que ha hecho el nuevo Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien lanzó un ultimátum a las pandillas de la MS-13

Por Ramón Alberto Garza

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Nayib Bukele es la sensación política centroamericana. Con apenas 38 años de edad, el empresario, hijo de inmigrantes palestinos, es desde hace un mes el presidente de El Salvador.

Junto con Andrés Manuel López Obrador, encabeza la lista de los mandatarios más populares del mundo. Ambos ganaron sus elecciones presidenciales con votaciones que superaban el 50 por ciento de las preferencias.

Pues el popular Bukele está sacudiendo el sistema político salvadoreño en sus primeros días al frente de la presidencia usando el instrumento de comunicación que mejor le acomoda: el Twitter.

Además de que sembró controversia nombrando y destituyendo a integrantes de su gabinete y a asesores cercanos en lo que se tarda en escribir un tweet, esta semana generó el primer sacudimiento al anunciar que va sobre la famosa y sanguinaria estructura de la Mara Salvatrucha.

Para tener una idea de la dimensión criminal de este cártel de drogas, secuestros, extorsiones y tráfico de personas basta asomarse a su equivalente en México, que es el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Y hace unos días el movimiento terrorista de la Mara Salvatrucha 13 (MS 13) mató a un policía que se defendió e hirió a un criminal de los suyos.

Ante el hecho, el recién estrenado presidente Bukele lanzó el 29 de junio un tweet diciendo: “Terroristas de la MS14 acaban de matar a un policía, el agente se defendió e hirió al criminal, quien también falleció. Ahora vamos tras toda esa estructura. Eso no se va a quedar así”.

Pero el comunicado fue más allá de una simple advertencia. Horas más tarde, el presidente Bukele le enviaba un tweet a Osiris Luna Meza, su Director de Reclusorios, con instrucciones tan desafiantes como precisas.

“Señor Director @OsirisLunaMeza, decrete emergencia máxima en @Centros Penales, todas las celdas cerradas 24/7, nadie sale por ningún motivo”.

“Para las maras: si quieren que sus ‘hommies’ vean un rayito de sol, detengan todos los homicidios inmediatamente. No hay otra negociación”.

En pocas palabras, a menos de un mes de su toma de posesión, el joven mandatario salvadoreño decreta la alerta máxima sobre uno de los grupos criminales más famosos y advierte claramente –con todas sus consecuencias- que va por ellos.

En México las prisiones son el principal nido de criminales en activo. Eso es un secreto a voces. Desde el interior de las cárceles existen bandas que dominan la extorsión y el secuestro.

Esa fue una de las muchas negras herencias para el gobierno de la Cuarta Transformación, pero al parecer no se le está dando la importancia que exige. Sobre todo porque los penales mexicanos son la mejor guarida de los grandes cárteles de la droga y el crimen organizado.

Desde que Francisco Garduño fue designado el comisionado de las cárceles federales, las esperanzas de una limpieza de verdad se vió muy lejana.

Tanto, que a seis meses de estrenar el cargo, Garduño fue enviado como nuevo director del Instituto Nacional de Migración para supervisar la promesa mexicana de contener el flujo de centroamericanos hacia los Estados Unidos usando como trampolín el territorio mexicano.

La verdad sea dicha, poco o nada se ha hecho en los penales mexicanos bajo el nuevo gobierno. Y cualquiera que se asome por encima detectará que son un polvorín a punto de estallar porque, en la mayoría, la autoridad que impera es la de los jefes de los cárteles ahí recluidos.

Si alguien quiere ver un ejemplo al más puro estilo Bukele, que voltee a ver lo que sucedió en los últimos meses en Nuevo León, en donde más de 500 reos fueron reacomodados para sofocar la ola de motines y desmantelar los autogobiernos que no tenían el mínimo respeto a la autoridad. Y lo hicieron con éxito.

El gobierno de la Cuarta Transformación tendría que ver con atención el ejemplo de Bukele y su emergencia máxima decretada sobre las prisiones salvadoreñas y la Mara Salvatrucha.

Estamos todavía a tiempo de que con un poco de voluntad política se rescaten los penales mexicanos del control del crimen organizado. Pero para eso se necesita testosterona. ¿La tenemos?

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