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¡Que alguien me explique!

Dos semanas del avestruz

Durante dos semanas, el presidente López Obrador se dedicó a blindarse con un teflón de presuntas guerras y complots que distan mucho de ser más importantes que lo que sucedió en la Línea 12

Por Ramón Alberto Garza

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Dos semanas se cumplirán hoy de la tragedia de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Dos semanas de silencio, de insensibilidad frente al dolor humano, de jugar a la política del avestruz.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, el que siempre presume que primero los pobres, fue incapaz de ser solidario con el drama de las 26 familias de los fallecidos y las 79 familias de los lesionados hospitalizados, que aquella noche del lunes 3 volvían tarde de sus trabajos.

Sobre la factura del ineficiente gobierno de la Cuarta Transformación, el pésimo manejo de la pandemia, la crisis económica derivada de ambas viene el cobro de la más pesada de las facturas: la de no acertar a construir empatía con el sufrimiento humano.

Porque no se trata solo de 79 personas, sino de los millones de capitalinos que hoy padecen por la falta de movilidad porque la defectuosa Línea 12, el eje de su transporte está clausurada.

Porque millones de capitalinos que utilizan las otras líneas del Metro tienen ahora la certeza de que el mantenimiento es precario y que nadie está exento de otro trágico accidente.

Pero el inquilino de Palacio Nacional decidió, como el avestruz, esconder su cabeza en el hoyo de su fabricada realidad, pensando en que, si no se hablaba del tema a los capitalinos, y a los mexicanos todos, se nos olvidaría.

Y durante dos semanas, el presidente López Obrador se dedicó a blindarse con un teflón de presuntas guerras y complots que distan mucho de ser más importantes que lo que sucedió en la Línea 12.

Lo que tenemos que entender es que la crisis del Metro en la Ciudad de México vino a trastocar ese discurso presidencial de que la ineficiencia, la corrupción y la impunidad eran patrimonio de los gobiernos del PRIAN. También en la izquierda se cuecen cochupos y componendas. De las grandes.

Y porque el desplome de ese tramo de la Línea 12 sacudió los cimientos de su proyecto político hacia la sucesión presidencial del 2024, hiriendo de muerte a sus dos principales delfines y al dirigente de Morena, el partido en el poder.

Marcelo Ebrard debió volver a enfrentar los severos cuestionamientos sobre la calidad de aquella Línea 12, inaugurada a las prisas hacia el final de su sexenio como jefe de Gobierno, y que dos años después, lo obligó a un retiro voluntario de la política, para irse a refugiar algunos años a París.

Claudia Sheinbaum también debió poner cara frente a las acusaciones de falta de mantenimiento por la austeridad republicana de la Cuarta Transformación.

Por eso no puede cesar a Florencia Serranía, la directora del Metro. Porque saldrían a flote las miserias de un presupuesto recortado que lesionaría al mismo presidente López Obrador.

Y en medio del fragor de la batalla electoral rumbo al 6 de junio y la urgencia de retener el control de la Cámara de Diputados, Mario Delgado, el dirigente de Morena, es obligado a plantar cara para explicar por qué decidieron cambiar los rodamientos neumáticos por rodamientos de acero, sin cambiar los rieles.

Y, sobre todo, por qué acabaron rentando los trenes a la española CAF con un costo tres veces superior al de haberlos comprado.

Frente a las nulas respuestas que, a dos semanas de la tragedia, todavía nadie puede responder, el presidente López Obrador está obligado a tomar la más difícil de todas las decisiones: a quién entregará como sacrificio para calmar la ira del pueblo dolido, no solo frente al drama, sino ante la pobre reacción de sus líderes.

Y todo parece indicar que sí existirá algún sacrificado, por ahora los bonos apuntan hacia Marcelo Ebrard, el constructor en jefe. Prescindir de Claudia Sheinbaum sería sacrificar a quien el inquilino de Palacio Nacional considera la única hija legítima del morenismo, su pupila predilecta.

Peor aún si las culpas son repartidas entre Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, eso aminora la culpa del actual gobierno. Pero si la sacrificada es Claudia Sheinbaum, será inevitable recordar que quien le pidió recortar el presupuesto que impactó en el mantenimiento fue su jefe, el presidente.

Por eso decimos que es lamentable que un drama de tales dimensiones sea casi ignorado por el gobierno de la Cuarta Transformación y que las prioridades, por encima del dolor humano y de la seguridad de los millones de emplean el Metro, sea como se evita que ese acto de evidente ineficiencia y corrupción le pegue a Morena el próximo 6 de junio.

Y todavía, en medio de la catarata de cuestionamientos, el presidente López Obrador exhibe una encuesta en la que se ostenta como “el mejor presidente del mundo”.

“Es una encuesta que hacen en Estados Unidos del desempeño de los presidentes del mundo y el de Tepetitán, Macuspana, Tabasco, ya está en primer lugar. Esto es con cariño para nuestros adversarios, los conservadores”.

¿De verdad lo cree? ¿De verdad existe alguien que lo crea?

Ni hablar, cada avestruz ve lo que quiere en la realidad de su agujero.

Por cierto, ¿cuándo nos van a mostrar el peritaje que nos revele lo que provocó la tragedia?

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