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¡Que alguien me explique!

Del Pemexgate a la CFE

¿Qué le debe el presidente Andrés Manuel López Obrador a Manuel Bartlett como para ignorar tan oscuro pasado y aceptar tan incierto futuro? El protagonismo en la 4T del secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid es indefendible.

Por Ramón Alberto Garza

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Manuel Bartlett es uno de los políticos mas impresentables en México. Su nombre es sinónimo de componendas, de arreglos en lo oscurito, de viejas y corruptas prácticas, de míticas historias de crímenes y venganzas.

Por eso cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador lo designó director de la Comisión Federal de Electricidad, la clase política de México se pasmó.

El hombre que en campaña prometía desterrar la corrupción, despachaba ahora en Palacio Nacional de la mano de un prototípico dinosaurio priista con un mítico pedigrí de ilícitos.

¿Qué le debe Andrés Manuel a Bartlett para que tenga que cargar con esa cruz de ignominia y desprestigio a su reformador gobierno de la Cuarta Transformación?, fue entonces la pregunta mas socorrida.

Quizás el primer punto de contacto histórico entre los dos personajes se da en Tabasco.

Cuando el ahora presidente nació en Macuspana, en 1953, el gobernador era Manuel Bartett Bautista, padre del ahora miembro del gabinete de la Cuarta Transformación. La hermandad de la tierra llama.

Educado en las mejores universidades de México, Francia y Gran Bretaña, Bartlett fue secretario auxiliar de otro tabasqueño, Carlos Alberto Madrazo.

Es el mismo malogrado presidente del PRI que falleció en 1969, en un misterioso accidente aéreo en la sierra de Nuevo León, cuando sostenía una disputa política con el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y con el ya candidato presidencial Luis Echeverría.

Pero la fortuna comenzó a sonreírle a Bartlett cuando Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación, lo designó Director General de Gobierno.

Bartlett alcanzó la Secretaría de Gobernación con Miguel de la Madrid, en donde aparece en la primera fila en dos de los mas negros episodios del sexenio.

Uno, el asesinato del periodista Manuel Buendía, atribuido a su subalterno José Antonio Zorrilla Pérez, director de la Federal de Seguridad.

Y dos, la famosa caída del sistema de conteo de votos que permitió el margen suficiente de tiempo para asegurar el triunfo del priista Carlos Salinas de Gortari en la elección presidencial de 1988. Fue su Secretario de Educación.

Sin embargo existe un episodio poco recordado que se dio en el sexenio del panista Vicente Fox y que vinculó directamente a Bartlett con el famoso Pemexgate.

Un episodio que no registra el presidente López Obrador en sus discursos contra la corrupción que siempre invoca sobre el “viejo sistema”.

Fue aquel escándalo que en el año 2000 exhibió cómo Pemex le entregó mil 500 millones de pesos al Sindicato Petrolero que presidía Carlos Romero Deschamps.

Esos recursos fueron entregados al Comité de Campaña del priista Francisco Labastida Ochoa, que competía entonces por la presidencia contra Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas.

Las investigaciones llevaron a indiciar entonces a cuatro senadores priistas: Manuel Bartlett, Emilio Gamboa Patrón, Dulce María Sauri y Humberto Roque Villanueva.

Los cuatro fueron obligados a rendir declaración ante la Procuraduría General de la República el 20 y 21 de octubre del 2002.

Bartlett, una y otra vez, se declaró inocente. Igual como en su momento se deslindó del asesinato de Manuel Buendía o de la caída del sistema en 1988.

Pero si el presidente López Obrador de verdad no quiere corruptos dentro de su gabinete, que compruebe que su director de la CFE fue entonces el orquestador de aquella corrupta conspiración que saqueó al Erario Federal y trianguló efectivo a la campaña del PRI. Comprobarlo es muy sencillo.

Que busque a los presidentes de los Comités de Financiamiento del PRI en los 32 estados, que en las semanas anteriores a la elección presidencial del 2000 se reunieron personalmente con Bartlett. Él los convocó. Son demasiados testigos.

El hoy director de la CFE fue entonces el responsable de distribuirles el efectivo necesario a cada Estado para operarle al candidato Labastida la estrategia territorial el día de la elección.

Si a eso se le suman el tráfico de inmuebles durante su paso por la gubernatura de Puebla, los 800 millones de pesos en fortuna amasada al amparo de su pareja Julia Abdala y los negocios familiares, que incluyen al mas reciente episodio de los 31 costosos ventiladores para el Coronavid adjudicados a su hijo León Manuel, el discurso contra los corruptos e influyentes del pasado se le viene abajo a la Cuarta Transformación.

Bajo la óptica de ese personaje oscuro es que se debe evaluar el albazo que de la mano de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, le recetaron el sábado pasado a la CFE, al revocar las inversiones de la energías renovables.

Por eso la pregunta: ¿qué le debe el presidente López Obrador a Manuel Bartlett como para ignorar tan oscuro pasado y aceptar tan incierto futuro? Indefendible.

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