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1 de abril 2025

20 de enero 2025

¡Que alguien me explique!

Cambio de juego

Hoy cambia el destino de Estados Unidos, de México y del planeta. De esa dimensión se vislumbra el impacto de la nueva Era Trump que se inaugura hoy en Washington

Por Ramón Alberto Garza

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Hoy cambia el destino de los Estados Unidos.

Hoy cambia el destino de México.

Hoy cambia el destino del planeta.

De esa dimensión se vislumbra el impacto de la nueva Era Trump que se inaugura hoy en Washington, cuando Donald John Trump preste juramento como el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

A partir de hoy estaremos frente a un cambio de juego en la geopolítica global, un sacudimiento mayor que cimbrará las estructuras políticas, financieras y sociales en todos los niveles, en todas las latitudes.

Quien crea que conoce a Trump porque convivió, negoció o se confrontó con él hace ocho años, cuando se asumió por primera vez como presidente, estará equivocado.

El nuevo Trump que veremos, a partir de hoy, viene soberbio, empoderado, con sed de venganza por tantas luchas judiciales que, desde su óptica, lo buscaron en vano aniquilar políticamente. Pero, sobre todo, con la urgencia de probarle a los norteamericanos que votaron mayoritariamente, y al mundo entero, que su muy particular visión de las cosas es la única, es la correcta.

A diferencia del Trump de hace ocho años, que buscaba recuperar la grandeza, la supremacía de la Unión Americana, el Trump de hoy suma a su sueño original un afán expansionista, colonialista, territorial. Quiere anexarse a Canadá, a Groenlandia, busca recuperar el Canal de Panamá y ya anunció que viene a poner en orden a México, su convulso y peligroso vecino, y al mismo tiempo, su principal socio comercial. Quizás “ya limpios” también nos quiera anexar. Faltaría lo que se le ocurra al nuevo presidente esta semana.

Para dimensionar el riesgo global con la llegada de Trump, baste saber que sus afinidades psicológicas de carácter autocrático están más cerca de las de Vladimir Putin que las de sus pares y socios, el canadiense Justin Trudeau o la mexicana Claudia Sheinbaum.

Trump es de los que reverencia a los poderosos -así sean sus adversarios- y a sus incondicionales ideológicos, al mismo tiempo que humilla y desprecia a quienes ve y trata como subordinados, así sean sus socios comerciales o sus aliados de la OTAN, en su lucha por enfrentar al enemigo común.

Por eso, a pesar de sus grandes diferencias, de la disputa por Taiwán y de su guerra comercial, Trump invitó al presidente chino, Xi Jinping. Trump es transaccional y, a pesar de todas las diferencias, quiere al premier chino de su lado, no de Rusia, ni de Corea ni de Irán.

Incluso, fueron invitados al “Inauguration Day”, los mandatarios derechistas Javier Milei, de Argentina, y Nayib Bukele, de El Salvador, pero no les corrió esas mismas cortesías ni al canadiense Justin Trudeau, ni a la mexicana Claudia Sheinbaum, sus vecinos distantes y aliados comerciales del T-MEC. Los poderosos adversarios y los incondicionales, a mi mesa; los amigos y socios, a mis pies.

Otra de las grandes diferencias de la nueva Era Trump es que, a pesar de su promesa durante su primera Presidencia de que limpiaría el pantano, el llamado Estado Profundo norteamericano se mantuvo casi intacto: militares, financieros y servicios de inteligencia. La mejor prueba de que su visión falló durante su primer mandato es que la mayoría de aquellos que lo acompañaron en su primer gabinete acabaron renunciados, distanciados o abiertamente confrontados con él. Desde su vicepresidente Mike Pence; pasando por su secretario de Defensa, Jim Mattis; su asesor de Inteligencia, John Bolton; su secretario de Seguridad, John Kelly; hasta el Fiscal, Bill Barr -y una docena más- que operaron incluso en su contra en la Campaña Presidencial del 2024 para que recuperara la Presidencia. Lo llamaron fascista. Ninguno repite.

Por eso, Trump buscó crear su nuevo anillo de confianza y lo fue tejiendo con periodistas, analistas y locutores de su medio incondicional, Fox News; pero, sobre todo, con la élite tecnológica norteamericana, la que controla las redes sociales, los nuevos “dueños” de la opinión pública. Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg. Ese es el nuevo “Estado Profundo”, el “nuevo pantano digital”, la nueva “oligarquía tecnológica” de súper millonarios, denunciada por el saliente presidente Joe Biden en su discurso de despedida.

Pero si con alguna nación habrá cambio de juego, esa será México. Para nuestro país, el futuro con la nueva Era Trump será de terremoto. Instalados en primera fila del nuevo gabinete estarán personajes de la llamada “línea dura”, como Marco Rubio en la Secretaría de Estado, como Thomas Homan, fiscalizando las fronteras y como Pamela Bondi en la Fiscalía General, entre otros. Está claro que México será la atención número uno en la agenda del nuevo gobierno, a menos que surja una mayor amenaza global con Rusia, China, Irán o Corea.

La razón es simple. Cuatro de las cinco prioridades en campaña de Trump transitan por nuestro país: Migración, fentanilo, seguridad y libre comercio. Sólo en la quinta, el reacomodo geopolítico con Ucrania, Medio Oriente y Taiwán, estamos fuera. Si desde el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum no se entiende que Trump ve a México como la mayor amenaza para aquel país, poco o nada habrá qué hacer. Insistir en discursos setenteros de “soberanía” e invocar al “más si osare un extraño enemigo” de nuestro Himno Nacional, sirven de nada. El juego político está en otra escala. Transaccional, pragmática. Qué me das y qué te doy a cambio. Cómo me proteges, o yo solo me protejo.

El conflicto radica en que los temas de migración, fentanilo y seguridad pasan, inevitablemente, por desenmascarar las oscuras alianzas de los últimos gobiernos panistas y priistas; pero, sobre todo, del gobierno de la Cuarta Transformación y de sus hombres y mujeres de poder. Y eso no es sólo una seria amenaza para quienes gobernaron a México durante los últimos seis años, sino para el partido Morena como un todo. Si el sello de “organizaciones terroristas” se logra estampar desde Estados Unidos con los cárteles de la droga y sus cómplices políticos, el terremoto esperado podría pasar a ser un tsunami que lo desmantelaría todo. Por eso, la urgencia de que la presidenta Claudia Sheinbaum y su círculo cercano analicen, redefinan y rectifiquen de inmediato su estrategia hacia los Estados Unidos.

En México también… o hay un cambio de juego de cara a la nueva Era Trump o el camino de juego acabará por darse entre las paredes de Palenque y de Palacio Nacional.

Por eso, insistimos, en que con la toma de posesión de Donald Trump hoy cambia el destino de los Estados Unidos, hoy cambia el destino de México y hoy cambia el destino del planeta.

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