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Caballo de Troya

La iniciativa de fusionar tres órganos reguladores para reemplazarlos por uno evidencia la urgencia que tiene el gobierno de la 4T para instalar sus propias instituciones.

Por Ramón Alberto Garza

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Una de las iniciativas rescatables de los gobiernos anteriores a la Cuarta Transformación fue la de crear organismos autónomos para regular la competencia, las telecomunicaciones y la energía.

Una de las más serias deficiencias de México radica todavía en sus mercados monopólicos y oligopólicos en donde los jugadores se ponen de acuerdo –cada vez menos- para dominar el mercado bajo sus reglas. Y por supuesto, imponer precios con enormes ganancias.

Fue por ello que se crearon la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Comisión Reguladora de Energía (CRE).

Y aunque perfectibles, hay que reconocer que estos organismos se instalaron como instrumentos de contención a los apetitos insaciables de quienes no suelen ponerle un límite a sus ambiciones.

Para muestra ahí están los berrinches que Carlos Slim viene haciendo porque no le autorizan operar a sus anchas los cobros de interconexión o algunos permisos para televisión.

O el cabildeo que operan las corporaciones mineras –Slim, Larrea y Bailleres- para mantener esa dominancia del mercado que les permite instalarse entre los cuatro hombres más ricos de México.

Por eso sorprende que el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, presentara una iniciativa para fusionar los tres órganos reguladores para reemplazarlos por uno solo que se llamaría Instituto Nacional de Mercados y Competencia para el Bienestar (INMECOB).

El argumento para reformar el artículo 28 de la Constitución es que se va a tomar el modelo español en el que una sola instancia regula todas las que tienen que ver con estos sectores.

Tres focos rojos se encienden detrás del anuncio de la iniciativa de cancelar los tres órganos reguladores.

El primero es que aparece en momentos en que existen serios encontronazos entre la llamada Comisión Reguladora de Energía (CRE), que con un madruguete de Rocío Nahle y Manuel Bartlett despacharon sin problema alguno la cancelación de los contratos de energías limpias. Los amparos llueven.

De hecho, la propuesta advierte que ciertas facultades de la CRE en material de hidrocarburos ya no pasarían al nuevo órgano integrador. Se le darían a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, donde el Ejecutivo podrá operar más a sus anchas. Trajecito a la medida.

El segundo foco rojo tiene que ver con aquellas corporaciones que hoy son reguladas y que se quejan de sus reguladores, que son precisamente las que pertenecen a algunos de los grandes empresarios.

Son los mismos capitanes de empresa que solían ser incluidos en la lista de la Mafia del Poder y que ahora van del brazo y por la calle con los contratos más jugosos en la Cuarta Transformación.

¿Significará esto que bajo el nuevo esquema se le va a despejar el camino a quienes antes eran adversarios y hoy son apóstoles de la infraestructura en el actual gobierno?

Y el tercero se aplica al argumento de que la desaparición de los tres órganos reguladores sería una condición para cumplir con los acuerdos del nuevo Tratado de Libre Comercio. Nada más falso.

El T-MEC que entraría en vigor el primero de julio operaría sin problemas con la COFECE, el IFT y la CRE. ¿Dónde está la exigencia para desaparecerlos y reemplazarlos en los últimos acuerdos?

Lo que se pone en evidencia es la urgencia que tiene el gobierno de la Cuarta Transformación para cancelar lo existente y que se instale el nuevo regulador único.

Solo así podrían designarse nuevos consejeros, esos sí a modo, para que sea más sencillo controlar lo que hasta ahora es autónomo. Un Caballo de Troya.

Asistimos pues al primer capítulo de la telenovela “Al Diablo con las Instituciones”. Y este será un mega expediente de confrontación, como si los que existieran no fueran suficientes.

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