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¡Que alguien me explique!

Badiraguato 6 Acapulco 4 (dice él)

“Mi gusto es estar en Badiraguato”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador para justificar sus seis giras al poblado de Sinaloa que vio nacer a Joaquín “El Chapo” Guzmán

Por Ramón Alberto Garza

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“Mi gusto es estar en Badiraguato”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador para justificar sus seis giras al poblado de Sinaloa que vio nacer a Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Lo que le faltó decir al inquilino de Palacio Nacional es que su disgusto es estar atendiendo la tragedia en Acapulco. Le está sacando la vuelta al reclamo popular. Él dice que ya fue cuatro veces al devastado puerto, pero no existe evidencia alguna que lo compruebe. Dice que no sale a las calles para cuidar de las ofensas y las provocaciones a la investidura presidencial. O sea, primero mi imagen y luego la atención al drama del pueblo bueno y sabio de Guerrero.

Al presidente López Obrador le valen una pura y dos con sal que se le cuestione su predilección por ir a visitar el poblado que también vio nacer a otro famoso narco, Rafael Caro Quintero, a quien se le acusó de asesinar al agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar. Badiraguato es también la cuna de Miguel Ángel Félix Gallardo, la del Clan de los Beltrán Leyva y la del auténtico Jefe de Jefes, Ismael “El Mayo” Zambada. ¿Estigma o casualidad que aquel poblado sea la mata de los más poderosos cárteles que ha tenido México?

Su imagen de “amigo de los narcos” esa sí, no le preocupa al presidente López Obrador. El dejar libre a Ovidio Guzmán López; el ir a visitar a la mamá del “El Chapo”; el llamar respetuosamente al “señor Guzmán Loera”; el hacer seis viajes hasta esa sierra que cultiva droga en cantidades industriales y a la que le construyó una súper carretera, son simples casualidades. No es trato especial o diferenciado alguno.

Pero el mensaje de la sexta visita presidencial a Badiraguato es muy delicado. Porque es una afrenta que el mandatario mexicano acuda hasta el epicentro de la producción mundial del fentanilo, el mismo día en que el presidente norteamericano Joe Biden y el premier chino Xi Jinping tienen en Estados Unidos una reunión de alto nivel, precisamente para declararle la guerra a esa poderosa droga que está matando a 100 mil norteamericanos al año.

La ecuación preocupa por la escena misma: dos mandatarios -Biden y Jinping- buscando una salida a la narcotización de Estados Unidos y un mandatario -López Obrador- acudiendo a la entidad en donde se produce la mayor cantidad de esa droga. ¿De qué lado estamos? ¿No podía apalabrase unos días la gira que enviaba el mensaje equivocado?

El presidente López Obrador tendría que cuidar muy bien con quién está jugando a la diplomacia, con quién a la geopolítica, con quién a los aliados. Su realineación  con los republicanos y con Donald Trump es una muy riesgosa moneda al aire. No hay que olvidar que los demócratas, con Biden al frente, tienen todavía un año más el control de la Casa Blanca. ¿Esperaremos el coletazo?

Es un absurdo ir a decir a la casa del ahorcado que por su gusto el inquilino de Palacio Nacional se coloca la soga al cuello para que lo vitoreen en Sinaloa, mientras que en Guerrero continúan esperando su presencia, aunque sea para la fotografía y para que ordene acelerar la reconstrucción que va en extremo lenta. ¿Dónde están las prioridades de la Cuarta Transformación?

Súmenle a eso la última Cumbre de los Perdedores -The Summit of the Losers- que fue convocada por el presidente López Obrador en Palenque y a la que concurrieron los mandatarios y cancilleres de las naciones socialistas de América Latina, incluidos los de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, El Salvador, Haití y Colombia, entre otros. Sin discusión, estamos en el carril equivocado por el que transitan nuestros principales socios comerciales.

El presidente López Obrador no tiene el derecho de elegir Badiraguato por  encima de Acapulco, así sea muy su gusto, ni alinearnos con los países que destilan tiranía, hambre, corrupción y retraso, cuyo único liderazgo es el expulsar decenas de miles de migrantes que pasan por México en busca del sueño americano.

Dicen que China viene a la cumbre de San Francisco con un regalo sorpresa de 10 mil millones de dólares para ser aplicados en la reconstrucción de Acapulco. Si así es, ojalá que -por su gusto-, el presidente no envíe ese espléndido y muy generoso donativo a construirle -por su puro gusto- otra súper carretera a Badiraguato.

Lo que sí se le autorizan son unas clases de dicción, para que por lo menos, el inquilino de Palacio Nacional aprenda a pronunciar el nombre de ese poblado que es muy de su gusto.

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