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¡Que alguien me explique!

“Como anillo al dedo”

No existe un jefe de Estado en el mundo que se atreva de una forma tan ofensiva a sacar partido político de una enorme tragedia para la humanidad entera.

Por Ramón Alberto Garza

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De no haberlo escuchado en La Mañanera sería de no creerse. El presidente Andrés Manuel López Obrador diciendo que la crisis del Coronavirus “nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”.

No existe un presidente o primer ministro en el mundo que se atreva de una forma tan ofensiva a sacar partido político de una enorme tragedia para la humanidad entera. Una crisis de vida o muerte, sin precedentes, en la historia moderna de nuestra civilización.

Sin interpretaciones, sin máscaras, el presidente de México agradece que nos caiga “como anillo al dedo” la llegada de la pandemia y la crisis económica global porque servirá para “afianzar el propósito de la transformación”.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque gracias a él enfermarán decenas de miles de mexicanos y morirán miles. Por desgracia serán los más pobres, por las condiciones de hacinamiento y la desnutrición en la que viven. Serán contagiados y muertos que obrarán a favor de la Cuarta Transformación.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque gracias a él se paralizó la nación entera, que es ya la antesala de una severa crisis económica, insospechada, sin precedentes.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque con las empresas cerradas y el desempleo de millones de mexicanos que viven al día, se podrá acelerar el descontento social que precipitará el gran cambio.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque si las empresas no tendrán los apoyos necesarios -como los que ya se están dando en todo el mundo-, tendrán que cerrar y la pérdida del empleo, entonces sí, será no temporal, sino definitivo. Tanta miseria sin duda facilitará la transformación.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque las finanzas nacionales –comenzando por las de PEMEX- estarán destrozadas por el desplome en el consumo energético global –además del conflicto árabe-ruso- con un barril de crudo que ya se nos fue a 11 dólares. Más o menos lo que vale un paquete familiar de Kentucky Fried Chicken.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque entre los 6.6 millones de desempleados en Estados Unidos, la mitad son mexicanos que hacen trabajos temporales. Sí, los que mandan miles de millones de dólares a sus familias a través de las remesas. Hoy, esos millones de compatriotas desempleados al norte del Río Bravo sobrevivirán, los que tengan Social Security, con el magro cheque que les dará gobierno, que allá sí hay seguro de desempleo.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque ya alejó de las playas mexicanas al turismo nacional e internacional que nos dejaba anualmente 15 mil millones de dólares, colocando en el precipicio a cientos de hoteles y a la economía de millones de mexicanos que viven de los servicios turísticos. Es como si Cancún, Los Cabos, Puerto Vallarta, Punta Mita, Acapulco y Huatulco, juntos, fueran devastados en un día por un huracán.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque ahora ya no serán las cuestionadas decisiones del gobierno en turno a las que se culpará por la caída la economía. Una pandemia mundial nos dará todo el espacio para esconder la incompetencia oficial.

Demos gracias pues al Coronavirus, que nos cae como anillo al dedo, porque como desliza el discurso presidencial, nos dará oportunidad de construir desde las cenizas -desde una economía decreciendo el 8 por ciento en el 2020- la transformación prometida… la Cuarta Transformación.

Ahora ya lo sabemos. La declaración presidencial de esta que llamó una “crisis transitoria” que pasa por la destrucción del empleo, las empresas, los energéticos, las remesas, el turismo, y todo lo que considerábamos la riqueza nacional, nos viene como anillo al dedo para entenderlo. La transformación no es desde la construcción, sino desde la destrucción del bienestar. Y con ello mataremos también la corrupción.

Y no esperemos rectificación. Ya lo dijo el presidente López Obrador: “No nos van a hacer cambiar”.

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