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¡Que alguien me explique!

AMLO y San Pedro

Nuevo León

En San Pedro, NL, se desató una ola criminal, pero para entender la trama, recordemos que durante años ese “municipio modelo” fue el paraíso personal de Mauricio Fernández

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador y su secretario de Seguridad Alfonso Durazo amanezcan hoy en Nuevo León están obligados a asomarse a lo que sucede en el “municipio modelo” de México.

En el territorio con el ingreso per cápita más alto del país, en el municipio hogar de un importante segmento de la élite empresarial de este país, se desató una ola criminal y de asaltos que, más allá del temor, quizás reflejen lo que podría estar sucediendo en México.

Lo que ocurre hoy en San Pedro Garza García no es sino el reflejo de lo tiene que enfrentar una autoridad cuando se decide a acabar con las complicidades del crimen organizado. Y solo por ello tendría que apoyarse el esfuerzo de su alcalde Miguel Treviño.

Pero para entender la trama, recordemos la historia.

Durante años ese “municipio modelo” fue el paraíso personal de Mauricio Fernández Garza Sada, un caprichoso, chiflado y excéntrico junior, quien apoyado por el PAN ocupó en tres ocasiones su presidencia municipal.

En ese lapso, San Pedro creció desordenadamente. Se violentó el desarrollo urbano, no se planearon las obras viales necesarias y convertido hoy en el nuevo “centro” de Monterrey, hoy busca una salida a ese desorden.

Pero el mayor pecado histórico de Mauricio fue el de pactar con el crimen organizado. Pruebas abundan de sus acuerdos con el Cártel de los Beltrán Leyva, que el mismo presumía, y de su fantasioso grupo de choque para enfrentarlos, con el que les ordeñó por años el bolsillo a un ingenuo Grupo de los 10.

En el clímax de su magalomanía y su soberbia, rechazado su partido en las urnas en repudio al desgobierno, Mauricio se autorizó la construcción –con dinero del erario- de tres museos para que sirvieran de bodega a las obras de arte de su familia. Una María Antonieta en los franceses tiempos de Luis XVI. “¡Que coman arte!”

Pero cuando el indignado voto ciudadano instaló en la alcaldía a Miguel Treviño, el joven e independiente político se decidió combatir los excesos. Comenzando por la cancelación de los caprichosos museos.

Pero sin duda lo más urgente era acabar con esa falsa paz comprada, que hizo de San Pedro uno de los dormitorios favoritos de los capos y de sus familias, así como un paraíso para que operaran los vendedores de facturas para defraudar al fisco, mejor conocidos como “factureros”. Una mafia nacional.

Por eso cuando el alcalde Miguel Treviño y su director de Seguridad Pública, Jesús Gallo, se asomaron a las entrañas del animal, lo que encontraron fueron operadores al servicio de esas mafias incrustados en el C4, el tecnológicamente ejemplar centro de inteligencia y control de la seguridad sampetrina.

Operaron lo que se tenía que operar, desmantelaron el andamiaje de complicidades que les daba a los delincuentes el privilegio de enterarse antes que nadie de los operativos y usar el C4 a sus anchas. Y vinieron las consecuencias.

A partir de ese momento una ola de asesinatos, asaltos en las afueras de supermercados e incluso el incendio masivo de vehículos, buscan sembrar el pánico entre los sampetrinos.

Y de paso intentan chantajear al joven y decidido alcalde, para que vuelva al carril en el que por incompetencias o complicidades transitaba su antecesor: el de la componenda y la paz simulada, a cambio de dejar operar a sus anchas a los criminales.

Si eso sucede en el llamado “municipio ejemplar”, en donde se tiene el más alto ingreso per cápita y las mejores tecnologías de seguridad, que imagine hoy el presidente López Obrador lo que está sucediendo en el resto del México popular que ya gobierna.

Y que no le cuenten cuentos. Es así de claro y de sencillo.

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