¿Cuánto falta para la elección?

26 de abril 2024

5 de julio 2018

¡Que alguien me explique!

AMLO de terciopelo

Nos alertaron de que si ocurría sería el cataclismo. Que las siete plagas caerían sobre México. Que la violencia se desataría, fuera electo o no. Que se soltarían los tigres.

Por Ramón Alberto Garza

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Nos alertaron de que si ocurría sería el cataclismo. Que las siete plagas caerían sobre México. Que la violencia se desataría, fuera electo o no. Que se soltarían los tigres.

Que al instante se confiscarían casas, escasearía la comida, que se encarecería el dólar, faltarían combustibles y nos enfilaríamos a ser otra Venezuela.

En la cúspide del absurdo, se desataron cadenas de oración entre la socialité católica, apostólica y Romana, para que no fuera electo quien busca cerrar la brecha de la desigualdad. Como si la misericordia de Dios se prodigara por código postal.

Pero a pesar de todo, Andrés Manuel López Obrador fue electo como el nuevo presidente de México, con una votación apabullante del 54 por ciento.

No pasan aún tres días, y los mexicanos ya vivimos la evaporación de la confrontación que engendró una elección presidencial polarizada.

Fuimos partícipes y testigos de lo que puede calificarse hoy como la elección mas limpia, democrática y civilizada en la historia moderna de México, con apenas algunos prietitos en el arroz como el de Puebla.

Ver a los tres rivales levantarle la mano al vencedor, recibir el resultado oficial del PREP en tiempo y con precisión, escuchar la felicitación presidencial al ganador de un partido opuesto al suyo y ver las cartas de congratulación al tabasqueño de quienes lo calificaban todavía días antes como “Un peligro para México”, dejó boquiabiertos a nacionales y extranjeros.

El discurso de la victoria del tabasqueño lejos de ser triunfalista fue de estadista, sin parafernalia populista, con humildad. Pero sobre todo tranquilizador de ánimos y de mercados.

El encuentro en Palacio Nacional entre los presidentes, el saliente y el electo, fue una escena que si alguien la habría pensado hace uno mes, calificaría como sueño guajiro.

Ni que decir de la primera llamada entre Trump y López Obrador, calificada por ambos como amigable y positiva,  prometiéndose un primer encuentro lo antes posible. Algo que no se logra en un año y medio con el presidente saliente Peña Nieto,a pesar de la relación Videgaray.

Y ayer miércoles, López Obrador y Alfonso Romo, sentados ya a la mesa con el Consejo Coordinador Empresarial, afinando las directrices de lo que será la relación entre empresarios y el nuevo gobierno.

Ni que decir del desplegado firmado por Germán Larrea, el presidente de Grupo México, hasta hace unas semanas acérrimo adversario del candidato de Morena,sumándose con civilidad al compromiso de trabajar con su nuevo gobierno.

Y la cereza del pastel, la cotización interbancaria del dólar, que cerró ayer en 19.39 pesos. Una apreciación de un 7.4 por ciento por abajo del 20.83 que registró hace apenas dos semanas. Tampoco se colapsaron los mercados.

Y aunque sin duda es muy temprano para evaluar, vivimos lo que podría calificarse como una impensable  “Transición de Terciopelo”, en la que los pronósticos fatalistas acabaron estampados contra la pared.

Aceptemos con madurez democrática la decisión del voto. Intentemos comprender que fue el enorme hartazgo hacia la complicidad, el contubernio, la corrupción y la impunidad lo que volcó a la población a votar por Morena y por sus candidatos, que acapararon presidencia, gubernaturas y curules.

Si quienes se oponen a lo que sucedió no son capaces de entender la nueva realidad y rechazan el ajuste que viene en las reglas del juego político, vivirán un sexenio en el que la  única salida a sus frustraciones se limitará a postear memes contra el Peje presidente. Mejor trabajemos por México.

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