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¡Que alguien me explique!

Agonizan dos reformas

Después de un sorprendente comienzo que le valió aquella portada de Time, ahora vemos como las promesas de reforma de Enrique Peña Nieto se esfuman

Por Ramón Alberto Garza

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Es difícil explicarle hoy al ciudadano de la calle que las grandiosas promesas que el gobierno federal ofreció con las debatidas reformas estructurales se esfuman.

Ni la reforma judicial, ni la reforma de telecomunicaciones, pueden pasar hoy la prueba del ácido como grandes logros del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Analicemos.

La Reforma Judicial.- Nos prometía un cambio de fondo del ineficiente y trastocado sistema judicial, que tenía como epicentro la desaparición de un procurador general designado por el presidente, para darle paso a un fiscal independiente.

Los años pasaron y las urgencias para fortalecer y modificar el espíritu del ministerio público nacional acabó secuestrado en el Congreso por los particulares intereses de los partidos que se rehusan a agilizar el urgente sacudimiento.

El debate sobre el nuevo fiscal, que acabó empantanado cuando desde el Ejecutivo se pretendió imponer una opción, está paralizado porque el Congreso es incapaz de aportar una salida creativa y creíble para su designación.

Y atrapada en la misma dinámica de la partidización del sistema judicial está la designación del fiscal anticorrupción.

Y para cerrar el círculo de la orfandad judicial, el caso Odebrecht nos dejó sin fiscal contra delitos electorales a unos meses de que arranque la sucesión presidencial 2018.

Somos un México sin fiscales, a merced de los intereses de quienes buscan perpetuar sus privilegios y con la implementación de un sistema nacional acusatorio plagado de lagunas.

La Reforma de Telecomunicaciones.- Desde que en 1990 le dieron a Carlos Slim la concesión de la telefonía, Mexico vivió el drama de la imposibilidad de una apertura en telecomunicaciones como la que se daba aceleradamente en el resto del planeta.

Y después de dos décadas de luchar contra la dominancia y la imposición de tarifas caras y mal servicio, el gobierno decidió nivelar el terreno de la competencia, eliminando la tarifa de interconexión.

Esa es la tarifa que debe pagar cualquier telefónica a Telmex para que se enlacen las llamadas a las troncales de las telecoms de Slim.

El aplauso fue global, cuando el gobierno logró que se aprobara en el Congreso la eliminación de esa tarifa, que era una enorme barrera para acelerar la velocidad de crecimiento y la calidad necesaria de servicio para ser competitivos.

Al hacerlo, las telefónicas comenzaron no solo a optimizar sus servicios y a bajar significativamente sus tarifas, sino que anunciaron un agresivo plan de inversiones para que los estándares de la telecoms mexicanas rivalizaran con la mejores del mundo.

Tan solo ATT consolidó telecoms emproblemadas, con inversiones cercanas a los 7 mil millones de dólares. Y otras empresas de transmisión de voz, datos e imágenes emprendieron programas multimillonarios para eficientar el servicio.

Pero la semana pasada una cuestionada resolución judicial le reinstaló a las empresas dominantes de Slim la tarifa de interconexión.

A partir de enero próximo, veremos crecer los recibos telefónicos y el peligro de que se ahuyenten las multimillonarias inversiones nacionales y extranjeras es muy real. Ya existen amenazas sobre el escritorio por el cambio súbito de las reglas del juego.

Por eso decimos que después de un sorprendente comienzo que le valió al actual presidente aquella portada de Time que le adjudicaba un esperanzador “Saving México”, la visión de hoy es otra, más pesimista, menos esperanzadora.

Y si evaluamos la Reforma Energética, veremos que por precios internacionales, desplomes en la producción y paridad cambiaría, los mexicanos no vemos todavía aquellas promesas de gasolinas y electricidad más baratas. Pero esa será otra historia.

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