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¡Que alguien me explique!

El fin del PAN

Si después de su juicio García Luna termina tras las rejas, esa celda también le dará un cerrojonazo al PAN.

Por Ramón Alberto Garza

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Solo dos presidentes panistas toleraron los mexicanos. El primero vendió la esperanza del cambio por un romance del Hola. El otro, en sus etílicos devaneos, bañó de sangre a la Nación.

El común denominador entre Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa fue que ambos compartieron durante 12 años al mismo arquitecto de la fallida estrategia de seguridad: Genaro García Luna.

El otro común denominador entre ambos presidentes panistas es que los dos perdieron trágicamente, en misteriosos accidentes aéreos, a cuatro de sus operadores clave de seguridad y política interior.

Fox acabó sepultando a su entrañable amigo Ramón Martín Huerta, cuando el 21 de septiembre de 2005 el entonces secretario de Seguridad Pública y siete de sus allegados fallecieron al desplomarse el helicóptero en que viajaban rumbo al Penal de La Palma.

Calderón vivió doble duelo. El primero, el 4 de noviembre del 2008, cuando el Learjet en el que viajaba su amigo y colaborador Juan Camilo Murillo, secretario de Gobernación y José Luis Santiago Vasconcelos, ex fiscal de Delincuencia Organizada, se desplomó súbitamente sobre la Ciudad de México.

El otro duelo, con otro secretario de Gobernación, en otro accidente aéreo, ocurrió el 11 de noviembre del 2011 cuando el helicóptero en el que viajaba Francisco Blake Mora se desplomó en Temamatla, Estado de México.

García Luna fue quien corrió con mejor suerte. Pudo despachar desde la Agencia Federal de Investigaciones primero y desde la Secretaría de Seguridad Pública después, durante los 12 años de los dos gobiernos panistas.

Siempre se le vio envuelto en la intriga y el escándalo, buscando ascender y adquirir más poder.

En el sexenio de Fox buscó inútilmente ser el secretario de Seguridad Pública cuando falleció Martín Huerta. No lo logró.

En el de Felipe Calderón sus cercanos confirman que tanto tras la muerte de Mouriño como en la de Blake, García Luna ya se veía despachando en la Secretaría de Gobernación. Lo bloquearon porque el escándalo lo perseguía.

Pero no por ello su poder se vio menguado. Por el contrario, García Luna se convirtió -en ambos sexenios- en el factor de continuidad para los grandes operativos de seguridad. Ningún jefe de la seguridad nacional se había perpetuado tantos años en tan estratégica posición.

Por eso cuando el pasado martes las autoridades norteamericanas lo detectaron en Grapevine, Texas, la detención del hijo pródigo de la seguridad azul le dio un tiro de gracia a un partido, a un intento de partido y a la locuacidad de uno de sus exjefes.

El juicio en Estados Unidos a Genaro García Luna será una sombra que persiga a lo que queda del PAN, que frenará la creación del partido de Felipe Calderón y que obligará a Fox a pensarla dos veces antes de abrir su boca o enviar algún tuit.

Máxime si como se prevé, los dos expresidentes azules podrían acabar por ser citados en las cortes norteamericanas para negar o confirmar lo dicho por quienes testificaron que sus gobiernos cobraron la protección a algunos cárteles, en particular al de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Ya sin fuero, en Estados Unidos no hay pretexto que valga.

Y mientras a García Luna no se le enjuicie el PAN pagará en las urnas el descrédito de haber ignorado durante 12 años lo que siempre se les dijo, pero que se negaron a escuchar.

Que el titular de la Seguridad Pública operaba a favor de un cártel, el de Sinaloa, y de un capo, Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Y si después de su juicio García Luna termina tras las rejas, esa celda también le dará un cerrojonazo al PAN, el partido que algún día prometió cambiar a México, hasta que sus dos presidentes acabaron secuestrados por sus debilidades y por un PRI que acabó por desalojarlos de Los Pinos.

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