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26 de abril 2024

17 de mayo 2017

¡Que alguien me explique!

No al silencio

Si la actual tendencia se mantiene, el 2017 amenaza con superar el récord del 2010, cuando fueron asesinados 10 periodistas

Por Ramón Alberto Garza

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Vicente Fox, 16….

Felipe Calderón, 45…

Enrique Peña Nieto, hasta hoy, 26…

Y si la actual tendencia se mantiene, el 2017 amenaza con superar el récord del 2010, cuando fueron asesinados 10 periodistas..

Por eso se hace necesario que le llamemos a las cosas por su nombre. No hay tiempo de disfraces ni maquillajes. La indignación social está en el límite. Y el Estado de Derecho es inexistente.

Con la muerte violenta del periodista sinaloense Javier Valdez Cárdenas suman seis comunicadores victimados en lo que va del año y 87 desde el año 2000.

No salíamos del trauma que dejó el asesinato en Ciudad Juárez de la periodista Miroslava Breach, cuando era  abatido el fundador de RioDoce, el mismo día que en Jalisco sufrían un atentado la periodista Sonia Córdoba y su hijo.

Pero eso ya es rutinario en México. Tanto que los tweets de las condolencias presidenciales y de los gobernadores acaban por ser ya un machote en el que se lamenta el crimen y se promete todo el rigor de la ley para lo agresores. Mentiras. ¿Dónde vemos a alguno de los asesinos?

Los políticos en general perdieron ya su capacidad de indignación frente a estos hechos que atentan contra la libertad de expresión. Los sienten naturales, cotidianos, inevitables dentro de la escenografía infernal creada por ellos en el México violento en el que vivimos.

Y perdieron esa capacidad de indignación, y en consecuencia de actuación, para resolver y castigar a los culpables, porque quizás entre esa clase política están algunos de los autores intelectuales de esos atentados.

Son los titiriteros que desde sus amplios y poderosos despachos controlan lo mismo a los cárteles de moda, a las bandas de huachicoleros y a las redes de compras de las adquisiciones públicas.

Son quienes manipulan a su conveniencia los servicios de la inteligencia del Estado en un afán por ocultar el drama nacional y acomodar la realidad al servicio de sus muy particulares intereses políticos de futuro.

Titiriteros que quizás en México, por temor o por complicidad, se mueven con toda la protección, mientras que en el extranjero ya están identificados como los operadores de las mas sanguinarias y productivas bandas criminales.

Desde sus despachos se encubren e incluso se alientan los crímenes a comunicadores. Porque quienes son los responsables de consumarlos, los títeres manejados por esos titiriteros, saben que jamás pasarán a juicio ni pagarán la afrenta. Y a cambio los títeres reciben el favor.

Esos crímenes no se limitan a disparar una ráfaga de cuerno de chivo sobre quien empuña libre su pluma crítica.

Van desde la amenaza a concesionarios de radio o televisión para silenciar la voz de los periodistas libres, hasta la afrenta de enlodar nombres, vidas privadas y fabricar acusaciones a quienes no se someten a sus silencios.

La bala que victimó a Miroslava Breach acabó por silenciar a todo un medio y a sus periodistas, a Norte de Juárez, cuyo director Oscar Cantú prefirió cerrarlo antes que convertirse -o convertir a otro mas de sus periodistas- en la próxima estadística de impunidad.

Mala herencia la de un régimen que en medio de la presunción de tantas reformas, es impotente de proteger un derecho tan básico, tan esencial, como la libertad de expresión.

Por eso nos golpea fuerte en la conciencia de todos quienes ejercemos el oficio del periodismo, esa frase lapidaria de Javier Valdez: “Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio».

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