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28 de septiembre 2021

Opinión

#YoQuéVoyASaber | Indígenas: el accesorio de moda

En México, más de 25 millones de personas se asumen como indígenas; sin embargo, la mayoría del tiempo son invisibles. A menos, claro, que se necesiten para un discurso

Por Carolina Hernández

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En México, más de 25 millones de personas se asumen como indígenas; sin embargo, la mayoría del tiempo son invisibles.

A menos, claro, que se necesiten para un discurso.

Entonces, los sacamos del olvido y la miseria y les hacemos un monumento, les pedimos disculpas o los mandamos como agregados culturales a otro país.

Los indígenas son, hoy más que nunca, el accesorio político de moda.

Y si son mujeres, mejor.

La lógica de Claudia Sheinbaum parece no tener falla.

Si desaparece la estatua de Cristóbal Colón, se puede borrar la colonización.

Si borra las consignas de las mamparas que rodean al monumento, se puede desaparecer la indignación.

Y si todo sale mal, siempre se puede recurrir al discurso de la resistencia indígena como salvación.

Y si son mujeres indígenas, mejor.

A lo largo y ancho del territorio nacional habitan 68 pueblos originarios, cada uno, hablante de una lengua originaria propia.

Sin embargo, pocas veces se escucha su voz.

Todos los días sufren de marginación, discriminación, violencia, despojo de tierras, y falta de acceso a viviendas dignas y servicios de salud, sin que se hagan tendencia o los nombre en sus discursos.

Todos los días son colonizados por sus mismos compatriotas.

Bárbaros conquistadores locales que los obligan a desplazamientos masivos de sus comunidades, que invaden sus tierras, que los despojan de sus recursos, de sus tradiciones y hasta de su libertad.

Se estima que en México hay entre 6 mil y 8 mil indígenas presos por no saber defenderse en su idioma nativo.

Además, de acuerdo a la ONU, el 90% de las lenguas originarias que existen están condenadas a la extinción.

Nadie habla de inclusión en náhuatl o en otomí o en zapoteco.

Pero eso sí, si en política algo se complica: todos hablan de los indígenas.

Cuando la anti monumenta “vivas nos queremos” colocó una estatua de madera en el pedestal donde estaba Colón y escribió los nombres de mujeres que buscan a sus desaparecidos, el de las madres de víctimas de feminicidio, el de las defensoras del territorio y el de las afromexicanas, Claudia lo mandó limpiar.

Y cuando el reclamo puso a la alcaldesa en una situación incómoda, abrió el manual de los indígenas como mercancía electoral y apeló a la urgencia de reconocer a los pueblos originarios por años de opresión y lucha.

“Será para las indígenas”, dijo contundente.

No Claudia, las mujeres indígenas en nuestro país no necesitan un monumento.

Necesitan una verdadera representación política, necesitan ser visibles más allá de esas vergonzosas, irónicas y contradictorias palabras cargadas de hipocresía.

Del 2019 al 2021, la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes no ha hecho más que recortar presupuestos.

No Claudia, las mujeres indígenas en nuestro país necesitan que se les resuelvan los añejos problemas relacionados con el rezago educativo, con la falta de infraestructura hospitalaria, con empleos bien remunerados.

Según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, solo el 26% de las mujeres indígenas participa en alguna actividad laboral. Y si lo hacen, ganan en promedio 3 mil pesos al mes.

No Claudia, las mujeres indígenas no necesitan un monumento, necesitan cosas tan simples como agua, tierra, justicia, dignidad, apoyo contra la violencia.

En México, las mujeres indígenas son uno de los sectores más expuestos al abuso físico, emocional y sexual.

Aun así, durante la pandemia, la Secretaría de Hacienda decidió retener los recursos para la atención a la violencia contra mujeres indígenas.

No Claudia, lo que las mujeres indígenas en este país necesitan no se consigue ni escondiendo a Colón ni borrando las consignas de las colectivas y mucho menos poniendo una enorme cabeza alienígena en medio del Paseo de la Reforma.

Se consigue con menos discursos y más recursos.

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