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Opinión

#YoQuéVoyASaber | El privilegio de Samuel

En un país en donde 3 millones de niños y niñas tienen que trabajar desde los 6 años, que Samuel García hable sobre el “trabajo duro” de su juventud es insultante. Reconocer su privilegio sería el primer paso para comprender que su realidad no es la de la mayoría

Por Carolina Hernández

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Para ser justos, el senador no tiene la culpa de haber nacido en cuna de oro.

De lo que sí es responsable es de no hacerse consciente, de una buena vez, de que el privilegio en el que él vive nos está negado a la mayoría de los mexicanos.

Lo que para Samuel García representa trabajo duro, es una realidad completamente alejada de nosotros los de a pie.

Para hablar de trabajo duro, el político de 32 años podría poner como ejemplo al 79% de los jóvenes en México, que tiene serios problemas para incorporarse al mercado laboral. 

Es decir, prácticamente todos los que no tenemos un papá que nos lleve a su oficina después del golf y que no vamos a heredar nada o si acaso, deudas.

Para hablar de trabajo duro, el senatore podría citar al 58.8% de los mexicanos que viven en pobreza laboral y a los que un solo empleo no les alcanza ni para comprar una canasta básica.

Porque, por mucho que haya ido los sábados al golf, dudo mucho que el senador haya visto limitadas sus posibilidades o sus oportunidades de “salir adelante” 

Como lo ven el 83% de los mexicanos que no logran acceder a estudios universitarios… 

Mucho menos irse a estudiar a Vancouver para luego regresar a matricularse en un colegio.

Y que quede claro que no pienso que por el simple hecho de ser un privilegiado, Samuel no pueda hablar de desigualdad, pobreza, desempleo o falta de oportunidades.

Por supuesto que puede, sería incongruente, pues aquí estoy, desde mi home office, con una relativa comodidad hablando de eso.

La diferencia es que hablar desde el privilegio es centrarse en uno mismo para tocar un tema que no nos representa.  

Es como decir que para mi es un martirio trabajar desde casa porque la silla del comedor es incómoda, cuando en este país casi 3 millones de personas siguen sin empleo a causa de la pandemia.

Si el senador fuera consciente de lo afortunada que es su vida, ni siquiera le pasaría por la mente ponerse como ejemplo de trabajo duro.

Menos en un país como el nuestro en el que más de 3.2 millones de niños, niñas y adolescentes tienen que trabajar desde antes de cumplir los 6 años.

Menos, cuando él se puede dar el lujo de donar su sueldo y quedarse con los casi 300 mil pesos de aguinaldo, mientras, nosotros, los que no fuimos al golf los sábados, quizá nunca veremos esa cantidad de dinero junta.

En México, el 59% de las personas que trabajan ganan, en promedio, 2 mil 548 pesos al mes. 

Y ganan eso, porque sus padres solo les heredaron lo que la mayoría de los padres heredan en este país: desigualdad.

De acuerdo con este estudio, más del 60% de la desigualdad se transmite de una generación a otra. 

Y en los últimos 25 años, el porcentaje de personas que viven en condiciones de pobreza no se ha reducido sustancialmente.

Pero aparentemente, Samuel no sabe eso…

Así que para la mayoría de nosotros, la definición de “trabajo duro”, es muy diferente a la del senador.

Y sabemos que “echarle ganas” no es suficiente.

Pero eso hace el privilegio. Nos ciega. 

Insisto, estar en una posición de privilegio no nos invalida para opinar, pero como servidor público Samuel García debería ser más consciente de que lo que él tiene, la mayoría no lo tenemos. 

Nos alienta a opinar desde la situación en la que estamos, sin considerar que los demás pueden no tener esas mismas ventajas.

Porque evidentemente no todos tenemos un papá que nos llevaba los sábados al golf para garantizarnos nuestro futuro.

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