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20 de enero 2025

8 de enero 2025

¡Que alguien me explique!

…Y todavía no se sienta

Ya no existe la menor duda. Si alguien de la Cuarta Transformación todavía tenía esperanzas de lograr un entendimiento “por las buenas” con el ya inminente presidente Donald Trump, ayer se esfumaron

Por Ramón Alberto Garza

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Ya no existe la menor duda. Si alguien de la Cuarta Transformación todavía tenía esperanzas de lograr un entendimiento “por las buenas” con el ya inminente presidente Donald Trump, ayer se esfumaron.

En una conferencia de prensa en su residencia de Mar-a-Lago, lo menos que dijo el futuro inquilino de la Casa Blanca es que México es un país peligroso y en serios problemas. Una nación dominada por los cárteles, dijo explícitamente. Y sentenció: “No podemos dejar que eso pase”.

Aquí, lo obligado es leer entre líneas lo dicho por Trump, adaptado su estilo personal de gobernar. Ya instaló a los cárteles como los dueños de México. Y lo más delicado es que, al decir que, “no podemos dejar que eso pase”, su traducción es que “lo vamos a parar, cueste lo que cueste”.

Y para identificar el epicentro del conflicto, Trump sentenció que el gobierno mexicano -léase la Cuarta Transformación- no está haciendo lo suficiente para evitar que las drogas crucen las fronteras. Y exigió, al mismo tiempo, que México frene la entrada de millones de personas a los Estados Unidos. Sencillo de cumplir el pliego petitorio.

De postre, quien será a partir del 20 de enero el presidente de la todavía más poderosa nación del planeta, dijo que va a cambiarle el nombre al Golfo de México por el de ‘Golfo de América’. Una batalla de imagen, una conquista dialéctica, pero muy simbólica en el contexto de que Trump está abiertamente en una actitud colonialista. Busca anexarse a Canadá como el Estado 51. ¿Calificaría México para ser el Estado 52?

Quizás sí, quizás no, pero al menos en la misma conferencia dijo que sus aspiraciones colonialistas van por asumir el control de Groenlandia, aduciendo asuntos de Seguridad Nacional, al igual que retomar el control del Canal de Panamá. Ambas, por la ruta militar si es necesario.

¿Existe alguna diferencia entre estas amenazas colonialistas de Donald Trump y las de su homólogo ruso, Vladimir Putin en Ucrania, y otros territorios de la desaparecida Unión Soviética?

Lo que aquí se asoma es que estamos frente a dos líderes globales autócratas, renegados de la democracia, que se caen bien entre ellos y que quizás ya no quieren jugar al Monopoly. Lo mejor es repartirse de mutuo acuerdo el tablero. América y Europa Occidental para Estados Unidos, y para Rusia, la recuperación de algunos de los ricos territorios perdidos con el desmantelamiento de la Unión Soviética, como Ucrania.

El que piense que está tesis es conspiratoria, que se asome a las páginas de “War”, el más reciente libro de Bob Woodward, el aclamado periodista que reveló el escándalo de espionaje de Watergate que le costó la Presidencia al republicano Richard Nixon.

Al describir la relación entre el futuro presidente norteamericano y el ruso Putin, Woodward advierte: “‘Esto es genial’, dice Trump durante una entrevista en un programa de radio conservador, en Febrero 22, en Mar-a-Lago, elogiando la jugada de Putin para declarar ciertas regiones de Ucrania como independientes. Entonces Putin está diciendo ahora que ‘es independiente’ un amplio sector de Ucrania. Y yo digo ‘¿Qué inteligente es eso?’. Y él (Putin) va a penetrar (Ucrania) y será el pacificador. Esa es la más fuerte fuerza de paz. Podemos usar esa tesis en nuestra frontera sur (entiéndase México). Esa es la más fuerte fuerza de paz que nunca he visto. Había más tanques de los que nunca he visto. Ellos van a mantener la paz, por supuesto. No, pero piense en eso. Ese (Putin) es un hombre inteligente. ‘Lo conozco muy bien. Muy, muy bien’, dijo Trump alegremente”. Aquí termina la cita del libro de Woodward.

Lo que se asoma en esta anécdota es que Trump admira a Putin y Putin se entiende bien con Trump. Y que ambos, desde sus visiones muy particulares, acomodarán el juego del Monopoly mundial a sus intereses.

Por lo pronto, la conferencia de ayer en Mar-a-Lago dejó en claro lo que ya es inminente para México. Sólo el que no quiere ver, lo desdeña. Y atendiendo a lo declarado ayer por Trump, la presidenta Claudia Sheinbaum y su círculo cercano tendrían que estar redefiniendo la estrategia que asumirán frente a lo que ya no es un temor, sino una certeza.

Y eso que Donald Trump todavía no se sienta en la Oficina Oval. Ya sólo faltan 12 días.

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