7 de enero 2025
Internacional
Trudeau, México y el efecto Trump
La renuncia de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá representa una seria advertencia para la presidenta Claudia Sheinbaum. La lección es evidente: las amenazas de Donald Trump pueden cambiar radicalmente la dinámica política interna de un país
Por Rodrigo Carbajal
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La renuncia de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá representa una seria advertencia para la presidenta Claudia Sheinbaum. La lección es evidente: las amenazas de Donald Trump, ya sea la imposición de aranceles de 25 por ciento, los planes de deportaciones masivas o la sugerencia de una intervención militar contra los cárteles, pueden cambiar radicalmente la dinámica política interna de un país. Cambiarla, a tal grado que, un jefe de Estado se vea obligado a renunciar.
El presidente electo de Estados Unidos se ha adjudicado la facultad de derribar gobiernos extranjeros. Minutos después de que Trudeau anunció su renuncia, Trump se atribuyó la responsabilidad de la caída del primer ministro canadiense: “A mucha gente en Canadá le encantaría ser el estado número 51. Estados Unidos ya no puede permitir déficits comerciales masivos ni los subsidios que Canadá necesita para mantenerse a flote. Justin Trudeau lo sabía y renunció. Si Canadá se fusiona con Estados Unidos no habría tarifas, los impuestos bajarían y ellos estarían completamente seguros de las amenazas de los buques rusos y chinos que los tienen rodeados constantemente. Juntos, seríamos una gran nación”.
El mensaje de Trump anticipa la llegada a Ottawa de un gobierno mucho más alineado con los intereses y prioridades de la nueva Casa Blanca. Trudeau ascendió al poder en 2015 bajo la marca de un político joven y progresista, con una plataforma que favoreció las fronteras abiertas, los derechos de los pueblos indígenas, la igualdad de género y el combate al cambio climático. Es decir, la antítesis de Donald Trump y del movimiento conservador que arrasó en la elección estadounidense de 2024.
Después de casi una década, de una serie de escándalos políticos y de un cuestionado manejo de la pandemia calificado como altamente restrictivo, Canadá se ha cansado de Trudeau. De acuerdo a Ipsos, 8 de cada 10 canadienses desaprueban la gestión del Partido Liberal. De cara a las potenciales elecciones parlamentarias de octubre, el Partido Conservador aventaja a la coalición de Trudeau en 25 puntos porcentuales.
Los mercados de apuestas colocan al conservador Pierre Poilievre como el político con las mayores posibilidades de suceder a Trudeau después de la potencial elección. Se trata de un personaje estridente, crítico de la migración y que propone recortes de impuestos y políticas de mano dura contra el crimen como prioridad de su plataforma. En esencia, una calca canadiense del Partido Republicano de Estados Unidos.
Kyle Chapman, analista de mercados financieros de Ballinger Group, argumenta que “un líder conservador alineado con Trump podría significar que la administración estadounidense podría considerar no aplicar aranceles a las exportaciones canadienses”. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacional (CSIS, por sus siglas en inglés), un “think tank” de política exterior basado en Washington, considera que el triunfo electoral de Poilievre podría traducirse en cooperación bilateral en materia de energía y de extracción de minerales críticos. No es casualidad que se trata de dos áreas en las que el gobierno mexicano ha resistido la integración con sus socios de América del Norte.
En el fondo, el giro de Canadá a la derecha implica que México quedaría aislado en la revisión del T-MEC de 2026 y en una probable negociación integral con la administración de Donald Trump que involucre la amenaza arancelaria, la política migratoria y la designación de los cárteles como organizaciones terroristas.
El colapso del gobierno de Trudeau significa, también, que ha ganado terreno la idea de que Estados Unidos y Canadá deberían celebrar un nuevo tratado comercial que excluya a México. El argumento ha sido utilizado por figuras de la oposición, como el conservador Doug Ford, gobernador de la provincia de Ontario: “Sabemos que México está trayendo partes chinas por debajo del costo, colocando sellos de ‘hecho en México’, para exportar al mercado de Estados Unidos y Canadá, provocando la pérdida de empleos americanos y canadienses. Queremos comercio justo”.
Sin embargo, esto también se ha convertido en el consenso dentro del Partido Liberal. Chrystia Freeland, la viceministra que era vista como la política más cercana a Trudeau y como su probable sucesora, renunció hace semanas al gabinete. Lo hizo en protesta porque consideró que el primer ministro no estaba preparado para lidiar con las amenazas arancelarias de Trump. Freeland ha sido una crítica vocal de la participación de México en el T-MEC y es una firme partidaria de que China está utilizando al sector exportador mexicano como plataforma para evadir tarifas y acceder al mercado norteamericano.
Si algo ha quedado claro en esta trama es que las coaliciones dominantes en Estados Unidos y en Canadá no ven a México como un socio confiable. Esta semana, la revista The Economist publicó un artículo que cuestionó: “¿Ahora hecho en México significa hecho en China?”. La pieza publicó un dato que ha sido referido en distintos artículos en The New York Times, The Wall Street Journal y The Financial Times: De acuerdo a una estimación de Rhodium Group, la inversión china en México es seis veces mayor a la reportada y alcanza por lo menos un inventario de 5 mil millones de dólares.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha enviado señales cruzadas en su manejo de la relación con el equipo de Donald Trump. En materia comercial, México habla públicamente de un programa de sustitución de importaciones de China. En materia migratoria y de seguridad nacional, el mensaje es complejo y no hay un compromiso claro para alinearse con los intereses de la nueva Casa Blanca.
En Canadá, Donald Trump provocó un terremoto político y el colapso del gobierno de Trudeau. En México, ha sucedido algo similar, pero de manera silenciosa. La política diplomática es objeto de disputa entre dos funcionarios afines al empresario más poderoso del país, Carlos Slim, y dos ejecutivos de un conglomerado rival de telecomunicaciones que, de acuerdo a The Wall Street Journal, le hablan al oído al presidente electo Donald Trump. Este conflicto podría costarle caro a la presidenta Claudia Sheinbaum. La lección es evidente: cuidado con las amenazas del nuevo inquilino de la Casa Blanca.