Toparse con Paredes

La de Beatriz Paredes Rangel es una de las más sólidas carreras políticas que se recuerden en México. No solo para una mujer, sino para el espectro político de cualquier género.

Por eso, cuando el jueves pasado, la senadora alzó la mano para anunciar que buscaría contender en 2024 por la Presidencia de México, sobraron en muchos mexicanos las sonrisas de júbilo y también de esperanza.

Y los motivos sobran para considerar a la política tlaxcalteca como una opositora muy seria, con los espolones suficientes para hacerle frente al reto de desafiar al Partido en el Poder. Pero analicemos.

La trayectoria política de Beatriz Paredes es impecable. Diputada y coordinadora del Congreso local de su natal Tlaxcala a los 21 años; a los 34 años ya era la primera gobernadora de aquella entidad.

Tres veces diputada federal y senadora, se desempeñó en distintos liderazgos de su partido, desde ser la primera mujer líder de la Confederación Nacional Campesina hasta presidenta nacional del PRI en 2007.

En el gobierno federal fue lo mismo subsecretaria de la Reforma Agraria y su genio político se reconoce en tres pasos por la Subsecretaría de Gobernación.

En dos ocasiones sirvió en la diplomacia. Una como embajadora de México en Cuba y la otra en Brasil. Fue presidenta del Parlamento Latinoamericano, integrante del Inter-American Dialogue y del Women’s Forum.

Pero quizás uno de sus mayores activos es que como hija privilegiada de la cultura del esfuerzo, la de aquellos que se forjan desde abajo, sabe hablar el lenguaje, lo mismo de sus orígenes campesinos, que el de la élite política.

Cuando Beatriz Paredes habla, todos -sin importar filias y fobias- callan y la escuchan con atención, porque su discurso, además de profundo no es confrontativo, sino propositivo y conciliador.

Sabe remontar cualquier adversidad y la mejor prueba la dio cuando en medio de la enorme derrota de Roberto Madrazo, en la elección presidencial del 2006, y en la que ella misma perdió el gobierno del DF frente al perredista Marcelo Ebrard, se decidió a asumir en 2007 la presidencia de un partido tricolor hundido en la tercera posición, abajo del PAN y del PRD. Las esquelas abundaban.

Pero lo que entonces lucía imposible, levantar de su postración “al muerto”, Beatriz Paredes lo logró con estrategia. Y dos años después, en la elección intermedia de 2009, el PRI logró casi 13 millones de los 33 millones de votos en disputa. El PAN, con Felipe Calderón en el poder, apenas se acercó a los 10 millones.

De los 500 diputados, el PRI recuperó el control legislativo al alcanzar 236 asientos. El PAN debió conformarse con 141. Un serio revés que obligó al PAN a cogobernar con el PRI.

De las seis gubernaturas en disputa en aquel 2009, el PRI de Beatriz Paredes le arrebató al PAN las de Querétaro y San Luis Potosí, ratificó su dominio en las de Nuevo León, Colima y Campeche, y solo perdió la de Sonora, que pasó al PAN.

El resto ya fue historia. Beatriz Paredes dejó pavimentado el camino para que, en 2012, el PRI recuperara la silla presidencial con la candidatura de Enrique Peña Nieto.

Por supuesto que levantar la mano para decir “yo quiero” es apenas el primer paso de un largo camino, sobre todo, cuando se teje una compleja y nada fácil alianza política entre el PAN, el PRI y el PRD para enfrentar el aplastante reto de Morena.

Se tienen que transitar largas negociaciones, alcanzar intrincados acuerdos. Quizás en un bloque en el que aparezcan también los rostros de Luis Donaldo Colosio, Lilly Téllez, Enrique de la Madrid o Silvano Aureoles, entre otros, se logre cubrir un espectro político, generacional y de género que sea competitivo para aspirar al triunfo.

Nada imposible en el currículum de una luchadora respetable como Beatriz Paredes.

Por lo pronto, al alzar la mano rumbo al 2024, los rivales de unos y de otros partidos tendrán que tomar en cuenta que van a toparse con Paredes