¿Cuánto falta para la elección?

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8 de abril 2021

¡Que alguien me explique!

Todopoderosos

Si los candidatos caen en las redes de esos medios torcidos, jugando el histórico juego de comprar espacios, de declarar y hacer lo que los todopoderosos quieran, también se van a equivocar

Por Ramón Alberto Garza

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Los políticos y sus campañas 2021 están divorciados de la realidad. Usan las mismas viejas y desgastadas fórmulas buscando atraer a un electorado que hoy es muy distinto al de hace apenas seis años.

El potencial elector dejó de ser un receptor pasivo de promesas vanas, sin sustento y navega hoy en ríos de información, que le permiten conocer de cerca, lo que el candidato no quiere que se ventile al público.

Por eso vivimos un profundo desencanto de la enorme mayoría de los candidatos que se aferran a los viejos esquemas, sin reconocer o aceptar que -incluso por la sana distancia de la pandemia- tienen que cambiar la receta si quieren conquistar adeptos y ganar la elección.

Lo mismo sucede, por desgracia, con algunos de los grandes medios de comunicación, que todavía creen que pueden manejar a su antojo a la opinión pública, manipulando imágenes, cobrando por espacios a los candidatos e incluso manipulando las cifras de las encuestas.

Son los medios de comunicación tradicionales, los que están en crisis porque los patrones de consumo de información ya cambiaron y son incapaces de entender la nueva realidad. Buscan afanosamente, a cualquier precio, rescatar su influencia y su poder perdidos.

Periódicos, televisoras y cadenas de radio, se colocan sobre la mesa de las subastas para ponerse al servicio del mayor postor.

Algunos lo hacen por un mero afán mercantil. Las campañas políticas son uno de los pocos rincones de ingresos en los que -aunque vigilados por el escrutinio del INE- se pueden hacer acuerdos poco transparentes, que les compensen los ingresos perdidos por anunciantes que ya emigraron a las modernas plataformas digitales, que tienen un alcance infinitamente superior.

Otros medios, empero, traicionan su imparcialidad para transformarse en auténticos partidos políticos al servicio de un candidato, que sienten será afín a sus intereses. Aquí lo que está en juego no son los dineros, sino el ejercicio del poder.

Bajo esa premisa, esos medios y sus dueños se instalan como todopoderosos, que con el despliegue de la información, favoreciendo a su preferido o con el manejo amañado de sus encuestas en las que manipulan los márgenes de error, destronan a quienes no satisfacen sus intereses o entronan a quienes consideran estarían a su servicio si llegan al poder.

Y así, periódicos, televisoras y cadenas de radio, ensalzan a unos y satanizan a otros. Intentan reivindicarse como los grandes electores, aún antes del día de la elección.

Buscan modificar la realidad, repitiendo una y otra vez una mentira, olvidándose que ya no son quienes marcan el destino de una opinión pública que transita a alta velocidad por incontables autopistas digitales de información.

Sucede con medios tradicionales, lo mismo de izquierda que de derecha. Su política editorial está en subasta para quien le prometa garantizarle la sobrevivencia.

Lo mismo puede ser un diario de izquierda, al que el gobierno en turno le entrega 500 mil pesos diarios del presupuesto público, que al diario de derecha al que el empresariado radical alquila para defenestrar todo lo que choca contra sus intereses.

Por eso hay que estar alertas del juego mediático de los todopoderosos, que en su intento por no desaparecer del mapa de influencia están dispuestos a todo. A sesgar, a manipular e incluso a mentir.

Pero vendrá el día en que los resultados electorales confirmarán o descalificarán sus apuestas, para saber si sobrevivirán o continuarán en el tobogán del descrédito. O se es medio o se es partido político. Ambos, imposible.

Y si los candidatos caen en las redes de esos medios torcidos, jugando el histórico juego de comprar espacios, de declarar y hacer lo que los todopoderosos quieran, también se van a equivocar.

Los tiempos ya cambiaron, el hartazgo de los electores es creciente, las fórmulas tradicionales de hacer campaña cambiaron, y el candidato que no lo entienda, acabará pagando -con su derrota- su ceguera de no ver que lo que antes era, ya no lo es.

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