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Suicidios en el ITAM

El suicidio de Fernanda fue la gota que derramó el vaso. Los estudiantes del ITAM se organizaron para presionar a la institución a tener una conversación sobre salud mental y revisar sus protocolos de atención estudiantil.

Por Redacción Magenta

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El caso de los suicidios de estudiantes en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) se desbordó cuando Fernanda, una de sus estudiantes, se quitó la vida.

No era el primer caso. Cuatro suicidios en cuatro años. Y los alumnos cansados de la apatía sistémica de su universidad y de sus directivos frente al drama, salieron a la calle para exigirles asumir la realidad y brindar ayuda.

Los suicidios, las crisis nerviosas y el estrés que daña a la salud, son el reflejo de que la llamada excelencia académica cruzó la frontera de lo inmanejable para algunos estudiantes.

El mayor cuestionamiento es que frente a lo evidente, ni los mecenas, ni los consejeros, los directivos del ITAM hacen demasiado poco, o nada, para darle una salida a esa crisis que ya se les desbordó.

Los estudiantes dicen que es producto de un sistema en el que se premia a los maestros que exigen de más, que son abusivos, intolerantes frente al cuestionamiento, e incluso insultantes ante el estudiante que en sus cuestionamientos busca superar su ignorancia.

Ser un maestro “perro” en el ITAM se festeja, así reprueben en su clase mas de la mitad, lo que indica una falla sistémica en la enseñanza y en el catedrático. La institución y sus maestros se reprueban solos.

Los textos de alumnos o ex-alumnos que abundan hoy en todos los medios de comunicación dan testimonio, con nombres y apellidos, de esos directivos o maestros que alcanzan niveles inmanejables de exigencia difícil de cumplir para un enorme sector estudiantil.

Por eso algunos de sus integrantes llegan al extremo de quitarse la vida, antes que mostrarse reprobados o derrotados frente a la familia o a los amigos.

Por supuesto que el fenómeno no es exclusivo del ITAM y se manifiesta aunque con menor medida en otras universidades de México. Pero existe poca estadística para evaluar la dimensión y los motivos de la crisis en nuestro país.

En Estados Unidos los suicidios de jóvenes entre 15 y 24 años son ya una epidemia. Las estadísticas revelan que en el 2018 mas de 5 mil hombres y mil 225 mujeres de esas edades se quitaron la vida, en lo que ya se da en llamar “muertes de la desesperación”.

Por supuesto que en el caso de las universidades de alto nivel educativo y sobrada exigencia, una crisis como la que hoy vive el ITAM tiene que abordarse con la urgencia y los recursos que el drama exige.

Pero también se tiene que ser consciente que ese estrés y esa ansiedad tiene múltiples factores.

Uno de ellos, relacionado con la educación, se ubica en que algunos padres les exigen a sus hijos cursar carreras o ingresar a ciertas universidades para las que no están listos.

Empujan al hijo o a la hija porque “esa es la carrera que cursó tu abuelo y también cursé yo” o “de ahí salen siempre los mejores, con los mejores empleos y los mejores sueldos para tener una mejor vida”.

Poco importa si el hijo tiene o no la pasión por esa carrera o las capacidades para sacar adelante un título en esa universidad.

Si en lugar de ser economista quisiera ser pintor o artista no se discute. Es la tradición en la familia y hay que honrarla al precio que sea. “Me entregas el título y luego te dedicas a lo que quieras”.

El estudio entonces se vuelve una pesadilla. Asistir al salón de clases una tortura y escuchar la cátedra de lo que no entiende, ni quiere entender, desquicia.

No hay placer en el aprendizaje, solo una pesada carga sin fin, que te arrastra a un precipicio sin fondo. La salida fácil a ese estrés y a esa depresión, en algunos casos, es el suicidio.

El caso del ITAM es ya en una lección de lo que puede suceder cuando una universidad no conecta su sistema de educación y su planta docente mas allá de la currícula académica sino la psicológica de sus alumnos.

Es público que durante años el ITAM rechazó la apertura de un gabinete psicológico en el que los alumnos con conflictos, estrés o crisis pudieran acudir para recibir consejo y atención. Hoy se paga el precio.

Si los alumnos salen hoy en una de las mas prestigiadas universidades de México a exigir, girasoles en mano, que se les preste atención, es porque el caso va mas allá de cuatro suicidios. Ninguno de esos estudiantes quiere ser el próximo suicidado.

El ITAM, sus consejeros, directivos y maestros, tienen que despojarse de su sordera y de su soberbia y escuchar la voz de esos girasoles.

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