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¡Que alguien me explique!

Sin fuegos

La decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de solicitar el retiro de los cargos de narcotráfico contra el general Salvador Cienfuegos sacudió al mundo castrense y a los centros de inteligencia binacionales

Por Ramón Alberto Garza

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Debió ser una negociación del mas alto nivel entre los Estados Unidos y México, con canjes diplomáticos y de favores que tendremos que esperar quizás años en descifrar.
 
Pero lo cierto es que la decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de solicitar el retiro de los cargos de narcotráfico contra el general Salvador Cienfuegos sacudió al mundo castrense y a los centros de inteligencia binacionales.
 
Fue una declaración conjunta de los fiscales de Estados Unidos y México, William P. Barr y Alejandro Gertz Manero, en el que los norteamericanos ponen en manos de los mexicanos la investigación y las presuntas pruebas contra el ex secretario de la Defensa de México.
 
Quizás el párrafo mas sensible del comunicado conjunto es el que admite que “sensibles consideraciones de política exterior sobrepasan el interés de seguir con el proceso judicial”.
 
Se pretende vender como un hito diplomático, pero es un caso único en el que los norteamericanos se tienen que guardar los cargos de conspiración para fabricar, importar y distribuir drogas, así como de lavado de dinero y protección al Cártel del H-2, un ala de los Beltrán Leyva.
 
Lo que vale la pena analizar son las circunstancias bajo las cuales se da este revés que le devuelve a México su derecho de juzgar a quien fuera el general Secretario durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.
 
Lo primero que se deja ver es que la “devolución” del general Cienfuegos se da en medio de la insistente negativa del presidente Andrés Manuel López Obrador para no reconocer la victoria electoral del demócrata Joe Biden.
 
El republicano Trump debe tenerle una enorme gratitud al gobierno de la Cuarta Transformación, el único junto con el gobierno ruso, bielorruso y brasileño que se resiste a admitir que la Casa Blanca será de alguien más a partir del próximo 20 de enero.
 
Luego entonces no estaría lejos un gesto de buena voluntad del todavía presidente Trump hacia su homólogo mexicano, uno de sus pocos aliados globales, al que quizás tenga que buscar para solicitarle ayuda cuando en unos meses se sienta perseguido por la justicia norteamericana. Amor con amor se paga… y si se anticipa un enganche, mejor.
 
Curioso que el espinoso caso del secretario de la Defensa mexicano y su devolución a México suceda precisamente a unos días del controvertido cese del secretario de la Defensa de los Estados Unidos, Mark Esper, y media docena de oficiales de alto rango ligados al Pentágono. Este es un asunto demasiado “generalizado”.
 
Pero los altos mandos castrenses y de la justicia norteamericana no van a pasar por la pena de retirar cargos de un proceso de la envergadura del general Cienfuegos, si no ven riesgos que, para sofocarlos, bien valga pasar la pena de recular en una detención que fue tan internacionalmente publicitada.
 
Y esos riesgos podrían estar en que los servicios de inteligencia de los Estados Unidos detectaron la ola de intranquilidad y descontento incubada ya en la Secretaría de la Defensa de México, en donde muchísimos generales en activo deploraron el pobre papel del gobierno de la Cuarta Transformación para reclamar la detención en Los Ángeles, hecho que calificaron como una afrenta.
 
Hace algunos días dialogamos con militares de alto rango quienes nos advertían de una sublevación de mandos que podría dividir todavía más a un Ejército mexicano de por sí fragmentado.
 
No hay comunión de intereses ni en la Guardia Nacional ni en las obras de ingeniería encomendadas a quienes deben de salvaguardar valores supremos que poco o nada tienen que ver con negocios. Eso alcanzó ya un elevado nivel de tensiones que podrían llevar a insospechados desenlaces.
 
Sin duda, los servicios de inteligencia norteamericanos detectaron esa sublevación y para amortiguar algún quiebre mayor concedieron que el caso del general Cienfuegos se continuara en territorio mexicano.
 
Sea como fuere, es un hecho inédito –algunos dirían que hasta “un pancho”- el que la justicia norteamericana destejiera todas sus delicadas acusaciones y entregara de vuelta al ex secretario de la Defensa.
 
Sin duda, que el canciller Marcelo Ebrard podrá vender el hecho como una negociación bilateral sana para ambos países… 
 
Pero en el fondo, lo que se sabe es que entre asuntos post-electorales de la relación Trump- López Obrador, el futuro incierto del presidente de los Estados Unidos y la intranquilidad en las milicias mexicanas, se esconde el coctel de la verdadera causa que hoy nos asombra.
 
Durante 14 años, las autoridades norteamericanas no confiaron en compartir con el gobierno mexicano las investigaciones sobre el jefe militar. Y ahora –en un pestañar- nos lo devuelven con toda la confianza en que acá lo juzgarán.

Lo único cierto es que con la devolución del general Cienfuegos alguien buscó que México viva algunos meses sin fuegos…. al menos en el seno de sus Fuerzas Armadas.
 

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