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Política

Seis meses ‘de gracia’

Por más que lo intenten los ideólogos de la derecha, es irracional que insistan en endosarle toda la culpa del freno económico al gobierno de 4T

Por Ramón Alberto Garza

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Si a un estudiante universitario le dicen que todo apunta para que repruebe la materia de Economía y con ello se frustre su graduación, pero al final del día pasa el examen, ¿cuál creen que será su reacción? Sin duda la de festejar.

Pues para aquellos que hicieron burla del hecho, esa fue la misma reacción del presidente Andrés Manuel López Obrador cuando el INEGI anunció que la economía creció 0.1 por ciento en el segundo trimestre del año.

El magro crecimiento, sin embargo, evitó que México se instalara en una “recesión técnica”, es decir, una economía en retroceso.

Con el 0.1 por ciento de crecimiento, lo que se refleja en el papel es que se compraron seis meses. Para que el fantasma de la “recesión técnica” vuelva aparecer –insistimos, “en el papel”- tendrán que pasar dos trimestres sin crecimiento. Pero eso es lo de menos.

Nadie puede cerrar los ojos a que México está inmerso en una espiral económica decreciente, retrógrada. La pregunta es cómo coqueteamos con la frontera de la desaceleración y sobre todo como impedimos que se agrave.

Por más que lo intenten los ideólogos de la derecha, es irracional que insistan en endosarle toda la culpa del freno económico al gobierno de la Cuarta Transformación.

Un juicio más sano sería entender el contexto en el que el estancamiento se da, para evitar que el debate se radicalice –más de lo que ya está- sobre el rumbo y destino de nuestro país. Y aquí inciden tres factores.

I.- El freno heredado .- La economía mexicana no se desaceleró entrando el gobierno lopezobradorista. Ya venía en ruta descendente durante los últimos trimestres del sexenio de Enrique Peña Nieto.

A pesar de la contratación de deuda extraordinaria –en particular la de Pemex que creció en el sexenio en más de 40 mil millones de dólares sin elevar ni producción ni refinación- el gasto público no fue suficiente para frenar la desaceleración en el último año del sexenio pasado.

El gobierno de la Cuarta Transformación se vio obligado a entrar a revisar las cuentas públicas para evitar que el sangrado del dispendio y la corrupción minaran el presupuesto nacional. Un tercio de la culpa.

II.- La desaceleración global.- La caída en el crecimiento no es exclusiva de México. La comunidad europea en general y China en lo particular tienen economías en freno.

Los 19 países de la Unión Europea debieron reducir sus pronósticos de crecimiento a la mitad. Del 0.4 por ciento esperado para el segundo trimestre de este año a solo el 0.2 por ciento.

China se desaceleró al 6.2 por ciento entre abril y junio, la peor contracción económica desde 1992, sin recibir todavía el impacto final de su guerra comercial con los Estados Unidos.

Y aunque la Unión Americana va por su récord de 10 años de expansión, sin recesión desde el 2008, y una tasa de crecimiento que en 2019 podría superar el 3 por ciento, las amenazas de una recesión están ahí.

El déficit fiscal de un trillón de dólares, por primera vez en su historia, unido a su guerra comercial con China, presagian nubarrones que ya globalmente, en particular a su principal socio comercial: México. Otro tercio de la culpa.

III.- Los traspiés del arranque.- Y sí, por supuesto que en la desaceleración de la economía mexicana está el Factor López Obrador. Es el tercer tercio de la culpa.

Las visiones discordantes entre el gobierno de la Cuarta Transformación y los hombres del capital radicalizaron las posturas económicas y políticas en los primeros siete meses de gobierno.

La contracción excesiva del gasto público, grandes proyectos cancelados y el freno a los créditos de la banca de desarrollo en el primer semestre del año, están pasando la factura de la preocupante desaceleración.

Y a menos que ambas partes –gobierno y empresarios- dejen a un lado su radicalización y se sienten a la mesa con planes concretos, en seis meses podríamos estar lamentándonos de la recesión oficial que ahora se evitó.

Es cierto que hay que celebrar que en el papel no se diera esa recesión. Pero no hay que ignorar lo que es evidente: o el gobierno y los empresarios pactan, o el colapso económico será inevitable y de tal magnitud, que saldrá sobrando repartir culpas.

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