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21 de diciembre 2020

¡Que alguien me explique!

Sandoval, Nueva Generación

La investigación del Caso Sandoval tendría que iniciarse revisando los mensajes de su teléfono celular, para ver quién lo citó esa noche al bar Distrito 5

Por Ramón Alberto Garza

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No se puede vestir de santo a quien nunca tuvo la vocación de serlo.

Ningún discurso póstumo puede ocultar que Aristóteles Sandoval fue un personaje que vivió siempre en la frontera de la controversia y del escándalo. En lo político y en lo personal.

El ex gobernador de Jalisco, acribillado el pasado viernes por la espalada en el bar Distrito 5 de Puerto Vallarta, fue un avezado alumno de un cártel político sexenal mejor conocido como Peña Nieto, Nueva Generación.

Fueron casi una docena de mandatarios estatales que aprovecharon la jauja del gasto público por la ruta del endeudamiento, para hacer de sus estados sus cotos personales. Eran los mirreyes de la política.

Vivieron en la abundancia y en el dispendio, entre negocios de obra pública y la protección al crimen organizado. Se sentían los dueños del mundo. Los “Luis Miguel” de la política mexicana.

Hoy, la mitad de esa generación política está tras las rejas. La otra mitad están prófugos o bajo investigación por lavado de dinero o enriquecimiento muy explicable. Aristóteles Sandoval es el primero que paga con su vida el ajuste de cuentas.

No se puede hablar de otro móvil, cuando el ex gobernador departía en la madrugada en un antro del mismo boulevard donde en 2016 –cuando él era gobernador- secuestraron a los hijos de “El Chapo” Guzmán en el restaurante La Leche.

Tampoco era ajeno a que en esa zona de Puerto Vallarta había sido secuestrado -apenas el pasado 22 de noviembre-  el empresario inmobiliario Felipe Tomé Velázquez, quien días después apareciera también asesinado en Nayarit.

La investigación del Caso Sandoval tendría que iniciarse revisando los mensajes de su teléfono celular, para ver quién lo citó esa noche al bar Distrito 5. Quién lo invitó a no “quedarse en casa” en los días más dolorosos de la pandemia.

¿Alguien lo puso “a modo” para que los sicarios cumplieran con su encargo? ¿Una traición en el territorio de los negocios, buenos o malos? ¿O un ajuste de cuentas en el terreno de los asuntos muy personales?

Bajo la óptica del sentido común, el ex gobernador de Jalisco no tenía por que mostrar tanta confianza para andar solo, de fiesta, cuando el récord en su gestión incluía dos asesinatos y un atentado contra tres de sus colaboradores más cercanos.

Apenas se estrenó como gobernador y le asesinaron a Jesús Gallegos, su secretario de Turismo. En mayo del 2018 atentaron contra su fiscal Luis Carlos Nájera. Y en julio del 2019 asesinaron a Gonzalo Huitrón, el Fiscal Regional de Jalisco.

Sandoval conocía del peligro que entraña el corredor Nayarit-Jalisco-Colima, que tiene en Puerto Vallarta uno de sus enclaves, no solo para traficar droga, sino para lavar su dinero. ¿Para qué exponerse a frecuentar esos sitios de madrugada?

¿Quién tenía la urgencia de desaparecer cualquier evidencia cuando existía el cadáver de un prominente político de por medio? ¿El dueño del Distrito 5, que sabía de antemano que se le acusaría de alterar la escena del crimen?

¿O la limpieza del lugar fue ordenada por aquel que cometió el crimen?  De ser así, se dejaría en evidencia que no se trató de una ejecución del crimen organizado. ¿Conocen de algún capo que sea tan pulcro como para darse el tiempo de  recoger las decenas de casquillos y limpiar la sangre que dejó su atentado? ¿Algún móvil personal?

El gobernador jalisciense Enrique Alfaro tiene un reto nada sencillo con la investigación del asesinato de su antecesor, de quien fue su gran amigo de juventud y acabó como su rival político, en esquinas encontradas. ¿Ensuciarle la ruta 2024?

Pero un reto todavía mayor es el que tiene el gobierno federal buscando esclarecer si estamos frente a un asesinato del crimen organizado, una vendetta política o un crimen personal.

Apenas el pasado 20 de agosto advertíamos aquí de que las tensiones nacionales abrían para México una “ventana de sangre”, como la que sucedió en 1994 cuando asesinaron -también en Jalisco- al Cardenal Posadas, se alzaron los zapatistas en Chiapas, asesinaron en Tijuana a Colosio y más tarde, en la ciudad de México, a Ruiz Massieu.

Ojalá que el asesinato del ex gobernador Sandoval sea apenas un caso aislado, y no el principio de una saga 2021 en la que la política, las relaciones peligrosas y el crimen organizado harán de este año electoral un peligroso e insospechado coctel

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