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2 de febrero 2018

¡Que alguien me explique!

Salvando al soldado Meade

Aunque crean que lo bueno de la campaña de Meade empieza en marzo, esta precampaña ostenta demasiados generales y muy pocos soldados

Por Ramón Alberto Garza

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“A mí también se me ha involucrado con el narcotráfico porque tengo muchos amigos que son narcotraficantes, pero una cosa es que tenga amigos y otra que haga negocios con ellos”.

La polémica declaración la hizo el boxeador mexicano Julio César Chávez en una entrevista con la cadena de televisión Bein Sports, el pasado mes de agosto del 2017.

Si, el mismo Julio César Chávez a quien ayer le sentaron a la mesa al precandidato priista José Antonio Meade durante su gira nada más y nada menos que por Sinaloa.

Este es el último episodio de una precampaña tricolor sometida al severo escrutinio, con lupa, porque no acaban de compaginar las fórmulas del fresco candidato no priista con los usos y costumbres del PRI. La mezcla está forzada, no hay química.

Sin lugar a dudas la imagen de Meade es la de un excelente ser humano, profesional de la política, con larga trayectoria de cuatro secretarías de Estado, en gobiernos lo mismo priistas que panistas.

Y la decisión de elegirlo como un candidato no identificado con el PRI, pero si con el rostro del ciudadano fresco y honesto, es una apuesta correcta hacia lo diferente.

Pero conforme pasan las semanas de la precampaña, se ratifica que, al igual que en la física, en la política el agua y el aceite no se mezclan.

Y ese círculo íntimo que rodea al precandidato priista, al que ya se le conoce como el PRITAM por su monolítico origen universitario, no termina de cuadrar el círculo para que la campaña tricolor prenda y remonte en las encuestas.

Por supuesto dirán que es muy temprano para evaluar, que es apenas la precampaña, que lo bueno apenas
comenzará en marzo y que hay tiempo para rectificar. Que lo vivido hasta ahora es apenas un laboratorio de prueba y error.

Pero sin duda tiene que darse un urgente golpe de timón para acabar la multicefalia de una precampaña que ostenta demasiados generales y muy pocos soldados.

Ahí están los del PRITAM original, los trasplantados de Los Pinos, los emigrados del PAN, los del priismo de la vieja guardia, por citar algunos de los batallones que disputan el báculo de mando.

Se olvidan que lo mismo sucedió en enero del 2006, cuando en el arranque de su precampaña, el candidato panista Felipe Calderón no repuntaba porque su campaña sufría una bicefalia entre Juan Camilo Moruiño y Josefina Vázquez Mota.

Desde el sector privado, en particular desde las oficinas de don Lorenzo Servitje, se mandó el mensaje de que sin una campaña cohesionada, las aportaciones ya no fluirían.

Calderón se vio obligado a dar el golpe de timón y Vázquez Mota asumió la completa responsabilidad. El anti- madracismo, Elba Esther y el Tucom, además de la campaña negra contra López Obrador, enderezaron la ruta hacia el triunfo. Haiga sido como haiga sido.

Alguien tiene que leer los focos rojos. Si se insiste en meter a un Meade diferente bajo los mismos moldes tradicionales del viejo PRI, con las mismas viejas figuras, los mismos desgastados e insípidos discursos, la desilusión de la precampaña contaminará la campaña que arrancará en ocho semanas. Y ahí ya no hay tiempo de rectificaciones.

Por lo pronto aquellos que creyeron sería una excelente idea sentarlo en Sinaloa con un boxeador ligado a grandes escándalos con amigos narcotraficantes se equivocaron.

Urge salvar al soldado Meade, ahora la guerra apenas comienza.

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