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Internacional

Razones por las que Trump podría ser un espía ruso

Donald Trump es un espía ruso? Existen demasiados indicadores, coincidencias y relaciones que hacen imposible ignorar esta pregunta

Por Rodrigo Carbajal

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Para Jonathan Chait, periodista de The New York Magazine, existen demasiadas pistas, coincidencias y elementos que hacen imposible descartar la teoría de que el mandatario norteamericano juega para los dos equipos.

1987 es el año en el que Ronald Reagan pronunció su famoso sobre el muro de Berlín y en el que la Unión Soviética se acercaba a su inminente colapso. Pero, éste es también el año en el que Donald Trump hizo su primer viaje a Moscú.

Coincidencia o no, pocos meses después de este viaje, Trump hizo su primera incursión en la política estadounidense. Publicó un desplegado en la página 2 del New York Times en el que le pedía al gobierno de Estados Unidos dejar de gastar dinero de los contribuyentes para defender militarmente a sus aliados en el exterior.

Coincidencia o no, la demanda de Trump estaba alineada a los intereses de la política exterior soviética.

En ese momento, Estados Unidos estaba financiando la resistencia de los Muyahidín en la frontera de Afganistán y la URSS.

Coincidencia o no, Trump decidió visitar Rusia porque, meses antes, el embajador soviético en Estados Unidos, Yuri Dubinin, lo convenció de que su empresa sería considerada para construir un edificio en Moscú.

La realidad es que Donald Trump no era un hombre particularmente influyente en Washington. Sin embargo, a partir de 1987, el personaje público de Trump dejó de ser un simple empresario inmobiliario de Nueva York. Poco a poco se convirtió en una figura de creciente relevancia política. Le tomó casi tres décadas llegar a la Casa Blanca, pero llegó. Y no lo hizo solo.

En el 2013, Trump volvió a visitar Moscú. Para este punto histórico, Donald ya había hecho pública su intención de contender por la presidencia.

Rusia había cambiado. Pero en el fondo, seguía siendo un régimen autoritario controlado por una comunidad de inteligencia militar de primer nivel. Era, y sigue siendo, el gobierno de Vladimir Putin, un ex agente de la KGB. Es decir, alguien que conoce a fondo el arte de la desinformación, el chantaje, el espionaje y la manipulación.

La pregunta que todo mundo se hace es cuándo se conocieron Donald Trump y Vladimir Putin. ¿Y por qué?

A la fecha, Trump sostiene la versión de que jamás conoció a Putin antes de ser Presidente. Sin embargo, años atrás, decía lo contrario: en al menos cinco entrevistas, Trump refiere que mantuvo una comunicación directa con el Presidente de Rusia.

Independientemente de si conoció a no a Putin en el 2013, lo que sí sabemos es que la Organización Trump sobrevivió en gran medida gracias a su relación de negocios con Rusia. Entre el 2003 y el 2017 se realizaron 86 operaciones en el que ex soviéticos adquirieron propiedades de la familia Trump por un valor conjunto de 109 millones de dólares. Todas las transacciones se realizaron en efectivo.

En el 2008, Donald Trump Jr. dijo: “Los rusos conforman una parte desproporcionado de muchos de nuestros activos”. Asimismo, Eric Trump diría esto en el 2014, un año después de la visita de su padre a Moscú: “Nosotros nos dependemos de los bancos americanos porque obtenemos todo el financiamiento que necesitamos de Rusia”.

La cuestión es que no solo se trata de negocios, sino de política. El FBI y la CIA han dicho abiertamente que los rusos intervinieron en el proceso electoral estadounidense a favor de Donald Trump.

Aquí yace el corazón del problema: que el Presidente de Estados Unidos, el heredero del partido de Ronald Reagan, le haya dado la razón a Putin por encima de lo que le dicen sus propias agencias de inteligencia.

Para John Brennan, quién fue director de la CIA durante el proceso electoral de 2016, esto representa un acto de traición. Su opinión es altamente relevante porque es posible que sepa algo que el público apenas está por descubrir.

En el 2016, el servicio de inteligencia británico interceptó la comunicación de agentes rusos hablando sobre la transferencia de dinero para la campaña de Donald Trump. Lo que se dijo fue tan importante que Robert Hannigan, el director del GCHQ, el equivalente de la CIA en el Reino Unido, tomó un vuelo a Washington para informarle personalmente de la situación a John Brennan.

Son demasiadas coincidencias, pero, como argumenta Jonathan Chait, no pueden ser ignoradas a la luz de lo que ha pasado en el círculo cercano de Trump:

Uno, la reunión de Jared Kushner, Paul Manafort y Donald Trump Jr. con una abogada que trabajó para el Kremlin y que les prometió información comprometedora de Hillary Clinton.

Dos, el acuerdo entre Kushner y el embajador ruso para establecer un canal de comunicación secreto entre el Kremlin y la Casa Blanca.

Tres, la promesa de algunos asesores de Trump de que se retirarían las sanciones a los oligarcas rusos.

Cuatro, el hecho de que Michael Flynn, el asesor de seguridad nacional de Trump, asistiera a una reunión con Vladimir Putin en 2015, en la que se sentó a su lado, dicho sea de paso.

Cinco, la presunta conexión del abogado de Trump, Michael Cohen, con clientes de la mafia rusa.

Seis, la relación que tuvo durante muchos años Paul Manafort, el ex jefe de campaña de Trump, con el oligarca ruso Oleg Deripaska, uno de los hombres más cercanos a Putin.

Siete, el contrato de asociación de Manafort con Konstantin Kilimnik, un antiguo miembro de la agencia de inteligencia militar de Rusia.

Ocho, el hecho de que algunos años antes de dirigir la campaña de Donald Trump, Manafort dirigió la campaña presidencial de Viktor Yanukóvich, el títere político de Putin en Ucrania.

Los hechos, las pistas y las coincidencias están sobre la mesa. Por eso, la pregunta sigue siendo válida: ¿Es Donald Trump un espía ruso?

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