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¡Que alguien me explique!

¿Quo Vadis?

Viene este relato cristiano a cuento, porque la pregunta más socorrida de todos los mexicanos, incluidos sus más afines apóstoles, los que le sobreviven al presidente Andrés Manuel López Obrador es: ¿Quo Vadis?, ¿A dónde vas?

Por Ramón Alberto Garza

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Cuentan los evangelios no reconocidos del apóstol Pedro que, en el año 64, el emperador Nerón inició una persecución contra los cristianos.

Y ante el temor de ser crucificado, Pedro escapa de Roma por la Vía Apia, solo para encontrar en el camino a Jesucristo que iba cargando una cruz.

La historia advierte que cuando Pedro vio a Jesús le preguntó: “¿Quo vadis, Domine?”, es decir, “¿A dónde vas, Señor?”.

Y Cristo le contesta: “Roman vado iterum crucifigi”, es decir, “Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”. Era un sutil reclamo a quien en ese momento huía de su destino.

Avergonzado, Pedro vuelve a Roma para continuar con su apostolado, solo para acabar martirizado, al ser crucificado de cabeza.

Viene este relato cristiano a cuento, porque la pregunta más socorrida de todos los mexicanos, incluidos sus más afines apóstoles, los que le sobreviven al presidente Andrés Manuel López Obrador es: ¿Quo Vadis?, ¿A dónde vas?

Con la diferencia de que hoy, la respuesta del mandatario sería: “Voy hacia Palacio Nacional para crucificarlos de nuevo”.

Y ese es el drama del líder que prometió el gran cambio, que logró el respaldo nunca antes visto de los mexicanos, que vendió la esperanza de una Cuarta Transformación, y a la mitad del camino no tiene la respuesta a su ¿Quo Vadis?, ¿A dónde vas?

Nadie ve lógica alguna en la estrategia lopezobradorista de comprar pleitos con todos, a todas horas, por cualquier motivo.

La semana pasada fue con los “saqueadores” de España, hoy con los “metiches intervencionistas” de Estados Unidos, mañana con las instituciones -el INE y el INAI- y todos los días con los corruptos periodistas y con los conservadores golpistas que lo quieren derrocar.

Pero a fuerza de estar escuchando en todas las Mañaneras esas mismas historias, las que tanto repiten los abuelos cuando están alcanzando la senilidad, no podemos dejar de preguntarle al inquilino de Palacio Nacional: ¿Quo vadis, Presidente?, ¿A dónde vas, Presidente?

Porque la pregunta no es solo para descubrir hacia dónde va él, sino lo más importante, hacia dónde lleva al país, hacia dónde nos dirigimos los mexicanos, cuál es el destino de la Nación, que naufraga hoy entre odios, radicalismos y descalificaciones.

Y la duda no es exclusiva de los detractores, sino también de sus apóstoles del Gabinete que solo contemplan impávidos, silenciosos, complacientes, la ausencia de un rumbo.

Marcelo Ebrard ya optó por bajar su perfil y guardar silencio, antes que cuestionar la sorpresiva e inexplicable “pausa” con España o el reparto de embajadas a personajes impresentables como Pedro Salmerón o Jesusa Rodríguez, al igual que a priistas premiados, como Quirino Ordaz o Claudia Pavlovich.

Rogelio Ramírez de la O, reconocido economista y financiero, el tercer secretario de Hacienda en tres años, también optando por un perfil casi de fantasma, ante la imposibilidad de justificarlo todo, de tener con qué responder a la misma pregunta: ¿A dónde van la economía y las finanzas nacionales? ¿Quién crucificó el crecimiento post-pandemia?

Y por más que se instale como la favorita del “mesías”, como la Magdalena de la biblia cuatroteísta, cada día a Claudia Sheinbaum le cuesta más caro enjugar sus lágrimas de impotencia en el manto del presidente López Obrador.

Adán Augusto López, la más reciente inclusión, más que apóstol opera como guardia pretoriano, mostrando a los detractores el tamaño de las cruces, lo mortal de los clavos y lo afilado de las lanzas. Repliéguense, desistan.

El único evangelista sobreviviente de la Cuarta Transformación lleva el nombre de Jesús y se apellida Ramírez. Es a quien se le acusa de ser el sembrador de los odios, en el pecho que no es bodega, del inquilino de Palacio Nacional.

Desde su estrategia de comunicación confrontativa, contestataria, alejada de cualquier intención de diálogo o de tender puentes con los adversarios, Ramírez es el escribano de la Mañanera, el curador que destila casi en solitario el cuadro de honor de los llamados enemigos de la Cuarta Transformación.

Sus evangelios están completamente alejados del perdón, de la misericordia y del amor al prójimo. Sus mantras mediáticos son los de descalificar, demonizar y destruir a quienes etiqueta como adversarios, y complacer sin recato las peticiones del presidente López Obrador.

Parecía el más débil del gabinete, el que entró a cubrir el enorme hueco que dejó César Yáñez, pero lo subestimaron. Y hoy, de los apóstoles originales, es el único que sobrevive. A la vera del camino se quedaron Romo, Scherer, Sánchez Cordero, Moctezuma, Durazo, Urzúa, Herrera y tantos más.

Jesús es el apóstol que, usando la palabra presidencial, tiene en jaque ya no se diga a los medios tradicionales calificados de derecha, sino a los periodistas que históricamente dieron su vida por defender la libertad de expresión del candidato  López Obrador. La lista incluye a Carmen Aristegui, a Proceso y a Julio Astillero, entre muchos.

Por eso frente al desconcierto nacional sobre lo que dice y hace el presidente López Obrador, la pregunta obligada es ¿Quo Vadis?, ¿A dónde vas?

Por desgracia no hay respuesta. Y si acaso alguna fuera válida es la de ver en todos sus apóstoles, en todos sus fieles -y también en sus infieles- a un Judas en gestación.

¿Cuánto tiempo tardaremos en que aparezca el beso de la traición? Y todo por no tener la respuesta a la más elemental de las preguntas que cualquier líder debe definir: ¿Quo Vadis?, ¿A dónde vas?

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