¿Cuánto falta para la elección?

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30 de agosto 2019

¡Que alguien me explique!

Presidente congruente

Andrés Manuel López Obrador se está desmarcando de Morena. El presidente defenderá su gobierno, aún a costa de perder el partido que él mismo fundó. No habrá ni doble discurso, ni doble cara frente a los errores políticos de la dirigencia de Yeidckol Polevnsky.

Por Ramón Alberto Garza

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Contra lo que sus malequerientes desearían, el presidente Andrés Manuel López Obrador llega a su primer informe de gobierno –a los 9 meses de asumir el poder- con muy elevados índices de aprobación.

 

La última encuesta del diario El Universal revela que el 74 por ciento de los mexicanos votarían hoy por él para ser  presidente y el 64.4 por ciento de quienes votaron por él en el 2018 no se arrepienten de su elección. La conclusión es que en estos 9 meses ganó mas adeptos.

 

Para algunos analistas, el fenómeno Andrés Manuel López Obrador es un misterio político que solo se explica desde el simplismo de un mesianismo tropical. 

 

Otros más analíticos saben que el llamado “pueblo bueno y sabio” identifica en su presidente a un hombre que, en medio de sus aciertos y desaciertos, es honesto y se está jugando el pellejo para desmantelar el sistema de complicidades políticas y económicas.

 

Y la última muestra de su congruencia entre lo que dice y lo que hace se dio el miércoles, cuando en su mañanera amenazó con abandonar a Morena, el partido que lo llevó al poder.

 

Aclarando que, desde que se asumió como presidente, se declaró militante en receso para dejar en claro que gobernaría para los mexicanos de cualquier partido. El presidente López Obrador no es ajeno a las agrias disputas de poder que se viven en el partido que él fundó.

 

Le disgustan la lucha Monreal- Batres por el Senado lo mismo que los jaloneos entre Polevnsky, Delgado, Luján y Rojas Díaz Durán por la dirigencia del partido, que a sólo cinco años de su creación se convirtió en el Partido en el Poder.

 

Para colmo, y en congruencia con su máxima de que él no influye en las decisiones del partido, el mandatario ve con enojo, frustración y tristeza, que Morena se está alejando de sus principios y de la ética política con la que se fundó.

 

Dos botones de muestra. La Ley Bonilla y la no reducción del financiamiento a los partidos.

 

El presidente se desmarcó de la maniobra operada por Polevnsky y Morena para comprar a los diputados que hacen mayoría en el Congreso de Baja California y votaron por ampliar de dos a cinco años el período de gobierno del recién electo morenista Jaime Bonilla.

 

Desde Porfirio Muñoz Ledo, pasando por prestigiados juristas como Olga Sánchez Cordero y ahora hasta el Instituto Nacional Electoral, todos condenan la burda maniobra. Pero Polevnsky no escucha o no quiere escuchar.

 

Y cuando se anunció que a los partidos políticos no solo no se les recortaría la mitad del financiamiento–como lo prometió en campaña López Obrador- sino que se les elevarían, la presidenta de Morena ni acusó recibo. Calló.

 

El presidente salió a enmendar la plana en una mañanera, pidiendo que los partidos declinaran el 50 por ciento de las asignaciones. Y ni Morena le hizo caso. Apenas una declaración de Mario Delgado apoyando al presidente evitó el silencio cómplice de Polevnksy.

 

Y frente a las disputas del Senado, la presidencia del partido y las ya explicadas de la Ley Bonilla y el financiamiento no recortado a partidos, se comenzó a tejer la especie de que el inquilino de Palacio Nacional estaba jugando con un doble discurso.

 

Bajo el sistema tradicional, nadie cree que el presidente no pueda dar un golpe de timón en lo que desee, no se diga en su partido. Y no creen que López Obrador no se inmiscuya en las decisiones cruciales.

 

Pues esa tesis de la sana distancia ya se confirmó, cuando el miércoles en su mañanera el presidente López Obrador dijo que si Morena se corrompe –y algo estará viendo- podría abandonar el partido e irse con sus fieles para ponerle un nuevo nombre.

 

El mandatario sabe que él no puede decir algo en su discurso mientras su partido vaya en otra dirección, mas afín a los trucos que solía hacer el PRIAN.

 

En pocas palabras, el presidente López Obrador le está dando respuesta a aquella máxima del panista Carlos Castillo Peraza, que aquí recordábamos hace unos días: “Cuidado con ganar el gobierno, perdiendo el partido”.

 

El presidente ya tomó su decisión. Defenderá su gobierno, aún a costa de perder el partido que él mismo fundó. No habrá ni doble discurso, ni doble cara. Hay congruencia. 

 

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