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Pemex tibio

El gobierno de la 4T tiene que entender que el problema de Pemex es la baja productividad y sacudir la polilla sindical para eficientar la producción. Pero sobre todo reconocer que a falta de recursos propios, el capital privado –nacional y extranjero- es no solo necesario sino indispensable para sacar al buey petrolero de la barranca. ¿Podremos hacer un esfuerzo extra y en tiempo?

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando una empresa están en crisis financiera, tiene una de dos opciones para superarla. Una, recortar los gastos. Dos, elevar sus ingresos.

Y en principio, el enfoque del nuevo plan para rescatar a Pemex de su profunda crisis parece enfocarse al recorte de los gastos por encima del aumento de los ingresos. Y eso es lo que no gustó a los analistas internacionales.

Sobre todo cuando la paraestatal está convertida en la petrolera más ineficiente y complicada del mundo, con la peor productividad comparada con sus petroleras pares y con una deuda que supera 100 mil millones de dólares.

Vamos primero aclarando que lo que recibió el presidente Andrés Manuel López Obrador es la herencia maldita de una empresa que fue saqueada sin misericordia lo mismo por los gobiernos priistas que por los panistas.

La convirtieron en un negocio particular en el que se coludieron políticos y ejecutivos corruptos con líderes sindicales sin escrúpulos. Y la quiebra fue el resultado inevitable.

El caso de Emilio Lozoya Austin, y su paso por la dirección de Pemex, es el último eslabón de una larga serie de componendas y malos manejos que postraron a la gallina de los huevos de oro del presupuesto nacional.

Nadie puede explicar hoy por qué entre los sexenios de Calderón y Peña Nieto, cuando el crudo alcanzó sus precios más altos, la deuda de Pemex se duplicó cuando fluían recursos para reducirla e incluso para elevar la producción.

Por eso hay que dimensionar lo que se plantea como el plan de rescate para que esa gallina vuelva a poner huevos, aunque no sean de oro.

Y por lo que se asomó en la presentación del Pemex: Plan de Rescate de la Soberanía, para los inversionistas nacionales e internacionales lo que se propone no es suficiente.

Primero, porque sienten que el rescate descansa mucho en ahorrar, en recortar gasto, en devolverle a la paraestatal recursos que hasta ahora le extrae el gobierno federal para sostener el gasto público. 

Pero no dejan de cuestionar de dónde sacará el gobierno el dinero para compensar lo que ya no recibirá. Si en tres años le van a respetar 128 mil millones que hoy le retiene Hacienda, ¿de dónde saldrán para compensar el presupuesto? ¿De nuevos impuestos?

Y cuando los analistas ven que los recortes son la piedra angular y el enfoque no es suficiente sobre el aumento de los ingresos, dudan.

No es que el plan presentado por el gobierno de la Cuarta Transformación no venga acompañado de un aumento en los ingresos. Pero esa mejoría descansa en poder elevar la producción de crudo y mejorar las capacidades de refinación. 

Y eso, inevitablemente, lleva tiempo, demanda mucho capital y -por lo que se ve- no se toman las suficientes precauciones para facilitar la inversión privada nacional y extranjera en ese rescate.

Es cierto que el presidente López Obrador ya garantizó a los inversionistas que le apostaron a la Reforma Energética que se respetarán los contratos e incluso se ampliarán, en la medida en que se cumplan las metas prometidas.

Pero en el nuevo plan de Pemex no se asoma con suficiencia  la atracción de nuevos capitales privados, que son urgentes para su aplicación casi inmediata, si de verdad se quiere salir pronto de la crisis.

En pocas palabras, se cumplirá la palabra comprometida por los gobiernos que antecedieron, pero el nuevo gobierno no muestra que su mejor apuesta esté en los llamados “farm outs” en aguas profundas. En el corto plazo, el proyecto apuesta más a aguas someras y a yacimientos en tierra.

El gobierno de la Cuarta Transformación tiene que entender que el problema de Pemex es la baja productividad y sacudir  la polilla sindical para eficientar la producción.

Pero sobre todo reconocer que a falta de recursos propios, el capital privado –nacional y extranjero- es no solo necesario sino indispensable para sacar al buey petrolero de la barranca. 

¿Podremos hacer un esfuerzo extra y en tiempo?

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