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8 de julio 2020

Opinión

Para eso es la política…

Durante la cumbre en Washington departirán como embajadores de la 4T quienes hasta hace unos meses eran “los más corruptos de la Nación”.

Por Ramón Alberto Garza

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Dos días antes de salir a los Estados Unidos, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una sólida defensa de su decisión de ir a Washington para entrevistarse con el presidente Donald Trump.

La visita polarizó a la opinión pública de ambas naciones.

En una esquina están aquellos que defienden la decisión del mandatario mexicano que acude oficialmente a invitación del presidente Trump para celebrar la entrada en vigencia del nuevo Tratado de Libre Comercio.

En la otra están aquellos que censuran la reunión en la Casa Blanca bajo el argumento de que el presidente López Obrador será usado políticamente para mejorar la imagen del presidente Trump ante los latinos, en la antesala de las elecciones de noviembre.

En La Mañanera del pasado lunes, el inquilino de Palacio Nacional hizo una sensata y muy entendible defensa de su primera visita de Estado fuera de México.

El presidente López Obrador defendió su decisión, a pesar de las críticas de dos ex cancilleres –Bernardo Sepúlveda y Jorge Castañeda- y la censura de Agustín Gutiérrez Canet, esposo de Martha Bárcena, la embajadora de México en los Estados Unidos, y tío de Beatriz Gutiérrez Müller.

Para aquellos que le cuestionaban el por qué ir, a pesar de tantos insultos y desplantes del presidente Trump contra México, y de lo inoportuno de la visita en medio de un proceso electoral que no favorece la reelección de su anfitrión, el mandatario mexicano fue tajante.

“Es mejor tener buenas relaciones con el gobierno de Estados Unidos que pelearnos. Para eso es la política, para evitar la confrontación.”

Su posición luce sensata en un Jefe de Estado y se aleja 180 grados de la postura que sostenía en su campaña a la presidencia, en la que censuraba la política de entreguismo de su antecesor Enrique Peña Nieto, quien fue censurado en 2016 por invitar a Los Pinos al entonces candidato Donald Trump.

Ya en febrero del 2017, el precandidato López Obrador declaraba enfático que “el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no quiere enfrentar a Donald Trump. Han actuado sumisos. Si el gobierno no interpone en la ONU una denuncia por violación a los Derechos Humanos y discriminación racial, lo vamos a hacer nosotros”. Fue una promesa no sostenida.

Por el contrario, el ahora presidente López Obrador rechaza hoy cualquier confrontación con el presidente norteamericano.

“Muchos quisieran de que nos peleáramos. Apostaban a eso. Pero la gente, el pueblo que es sabio, sabe que eso no nos conviene. Cómo pelearnos con nuestro vecino”.

El discurso pacifista del presidente López Obrador hacia el presidente Trump, tendiéndole la mano aún cuando exista la afrenta, contrasta con el discurso de guerra que se destila todas las mañanas en el púlpito del Palacio Nacional.

Ni los empresarios, ni las feministas, ni los medios de comunicación o los periodistas, ni la prensa extranjera o los intelectuales, tampoco los médicos o los luchadores sociales le ofrecen abrazos, solo balazos. Con ellos no aplica la sensata frase frase….

“Para eso es la política, para evitar la confrontación”

Pero esa misma política de abrazos que practica hacia su homólogo norteamericano, el presidente López Obrador la emplea para rehuir el conflicto con quienes hasta su discurso de toma de posesión calificó como “La Mafia del Poder”.

Algunos de sus más dilectos integrantes –enumerados en su libro “La Mafia del Poder que se Adueñó de México”, publicado en el 2012- son hoy sus invitados especiales a la cena en la Casa Blanca.

Dos casos en particular ejemplifican el perdón que ya les otorgó a quienes consideraba los enemigos públicos de México.

Son los mismos a los que calificó de “corruptos” cuando construían el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y que hoy –ungidos por el perdón presidencial- le construyen el Tren Maya, una de las obras insignia de la Cuarta Transformación.

Carlos Slim, el Zar de las Telecomunicaciones y acusado de prácticas monopólicas, y Carlos Hank, descendiente de la familia priista más cuestionada por sus prácticas políticas y empresariales, compartirán la mesa con los presidentes López Obrador y Trump.

En esa mesa no estarán los líderes empresariales representados en el Consejo Coordinador Empresarial, en la Coparmex, en la Canacintra, en la Concanaco o en el Consejo Nacional Agropuecuario. Eso es lo que marcaría el protocolo.

La de hoy será una cumbre de amigos que apenas ayer eran enemigos. Y en la mesa de las suculentas viandas departirán como embajadores de la Cuarta Transformación quienes hasta hace unos meses eran “los más corruptos de la Nación”.

Pero después de todo para eso es la política, para evitar la confrontación… con algunos, no con todos.

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