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¡Que alguien me explique!

Osorio, ¿premiado por qué?

Enrique Peña Nieto terminó por reconocer que la estrategia de seguridad de su gobierno fue la equivocada.

Por Ramón Alberto Garza

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Frente a la contundencia de las cifras de inseguridad con las que cierra el sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto terminó por reconocer que la estrategia de seguridad de su gobierno fue la equivocada.

Esa elogiable mea culpa presidencial solo puede entenderse como una manera de quitarle al candidato no-priista José Antonio Meade el lidiar con los reclamos sobre la escalada récord de asesinatos y secuestros.

Por lo pronto los 102 mil 327 carpetas de investigación por asesinato reportadas en todo el gobierno de Felipe Calderón ya quedaron atrás, frente a las 104 mil 673 que el actual gobierno registra. Y todavía faltan seis meses para terminar el sexenio.

Basta decir que el primer trimestre de este año es ya oficialmente el históricamente más violento, desde que se contabilizan los delitos en el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Un acumulado de 6 mil 553 asesinatos, 15 por ciento por encima de los que se contabilizaron en el primer trimestre del 2017

Cómo explicarle hoy a los mexicanos que en Guanajuato los asesinatos del primer trimestre se duplicaron, al pasar de 552 entre enero y marzo de este año, mientras hace un año eran apenas 258 en esos mismos meses.

O que en Quintana Roo –allá por Cancún- también se duplicaron, al pasar de 50 a 117 asesinatos comparando el primer trimestre de un año a otro. O en Baja California –donde está La Paz- que escalaron de 405 a 601 asesinatos, también en el mismo lapso.

Lo que reflejan estas cifras solo deja abierta una de dos posibilidades. Que la concentración de la seguridad entregada a la Secretaría de Gobernación fue un rotundo fracaso que acabó fuera de control.

O que a quien se le dio la responsabilidad no le puso la suficiente atención y acabó más ocupado en diseñar su fallida precampaña presidencial, que en resolver el angustioso grito de auxilio de los ciudadanos.

Sea lo que fuere, ahora que el PRI hace su balance y relanzamiento, valdría la pena preguntar por qué se premió con una candidatura al Senado a Miguel Ángel Osorio Chong, al final del día el responsable directo de este récord en cifras de sangre.

Más aún, por qué premiar a tres de sus incondicionales hidalguenses –Nuvia Mayorga, Alejandro González Murillo y Carolina Viggiano– con sendas posiciones tricolores también al Senado.

Y lo que todavía es más preocupante, que se maneje con insistencia que el llamado “premio de consolación” para calmar el enojo de quien esperaba la candidatura presidencial que nunca llegó, venga etiquetado con el posible futuro liderazgo de la Cámara Alta.

Eso, claro está, si el PRI se sostiene como la primera fuerza política en el Senado. Algo que por ahora está en chino.

¿Tiene más estatura política y moral Osorio Chong frente a priistas máss reconocidos, respetados y experimentados, como César Camacho o Beatriz Paredes?

Por eso decimos que pocos comprarán el anunciado relanzamiento de la campaña tricolor, si las señales son que el poder real que pueda rescatar el debilitado PRI acaba en manos de quienes en sus delicadas encomiendas con el actual gobierno, dieron los peores resultados. Históricamente los más sangrientos.

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