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Morera y su pasado “feliz”

María Elena Morera entró en clinch con el presidente Enrique Peña Nieto. Se enfrascaron en una ronda de golpeteos sobre el tema de la inseguridad en México.

Por Ramón Alberto Garza

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María Elena Morera entró en clinch con el presidente Enrique Peña Nieto. Se enfrascaron en una ronda de golpeteos sobre el tema de la inseguridad en México.
La presidenta de la organización “Causa Común” dijo que “la violencia que vivimos ya no es regional, ni temporal; es endémica y de alcance nacional y no se ha logrado contener
y menos revertir”.

Y Peña Nieto respondió diciendo que “se escuchan mas las voces que vienen de la propia sociedad civil que condenan, que critican y que hacen bullying sobre el trabajo que hacen
las instituciones del Estado”.
Sin intentar un juicio sumario sobre donde está o no la razón -que es claro que las estadísticas y el sentir nacional censuran a estas alturas la fallida estrategia contra la violencia- hay que medir bien la intención en las declaraciones de los rivales.
Y sin afanes descalificatorios, porque recalcamos que su posición tiene validez, antes de aplaudir a María Elena Morera tendríamos que ver si vuela independiente o es auspiciada por algún santo patrono político o empresarial.
Para los que no les alcance la memoria seis años atrás, la señora Morera se lanzó al estrellato del “activismo social” en el sexenio del presidente Felipe Calderón.
Fue cuando contactó a las autoridades de la seguridad nacional para resolver el secuestro de su esposo Pedro Galindo, resuelto por la Policía Federal cuando esa corporación era dirigida por Genaro García Luna.

A partir de esa muy personal cruzada, y en un entendible acto de agradecimiento, Morera pasó a ser en una publirrelacionista al servicio de García Luna, quien sería promovido a secretario de Seguridad Nacional.
Tan cercana fue esa relación, que Morera logró que el gobierno calderonista le otorgara donativos por 4
millones de pesos a la que era entonces su organización social, Mexicanos Contra la Delincuencia. Un caso que en su momento despertó elevadas críticas y sospechas.
Mas todavía cuando se reveló a través de Reporte Índigo que el hijo de Morera, un recién egresado de la Universidad Anáhuac con apenas 23 años de edad, despachaba como asesor en el círculo íntimo de García Luna, con un sueldo de 40 mil pesos mensuales.
Por eso cuando arreciaron las críticas contra la sangrienta y fallida estrategia calderonista para combatir al crimen organizado, la señora Morera se convirtió en ferviente porrista de todo lo que hacía el controvertido García Luna.
Y desde esa trinchera, la del gobierno de Felipe Calderón, le patrocinaron a la “activista social” todo tipo de iniciativas y cualquier cantidad de apariciones públicas en medios de comunicación.
Hasta que la convirtieron en una rock star de la sociedad civil, que aparecía al lado de figuras como Alejandro Martí e Isabel Miranda de Wallace, para cuestionar o apoyar lo necesario en los momentos mas críticos del sexenio calderonista.
Sobran quienes insisten hoy en que la señora Morera vuela aún bajo las alas de García Luna, el primer
interesado en demostrarle al mundo que la sangre que se derramó en sus días como jefe de la seguridad nacional y la que corre en el actual sexenio, son lo mismo. Unas a favor del Chapo y otras de Jalisco Nueva Generacion, pero son lo mismo.
Por eso decimos que al margen de a quien le asiste la razón, si al presidente o a la “activista social” bien vale hacerse una pregunta.
¿Por qué María Elena Morera no fue así de crítica feroz en los días mas sangrientos de sus amigos y benefactores, Felipe Calderón y Genaro García Luna?

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