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Monterrey: Tarjeta Roja

Lo sucedido antes del Clásico de futbol entre los Rayados de Monterrey y los Tigres de la UANL nunca debió suceder.

Por Ramón Alberto Garza

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Lo sucedido antes del Clásico de futbol entre los Rayados de Monterrey y los Tigres de la UANL nunca debió suceder.
La disputa a golpes entre las barras de aficionados que arrojó un joven de 21 años herido de gravedad, con severo trauma craneo-encefálico, es solo la consecuencia de la apatía, de los clubes y de la autoridad.
Es innegable que el futbol, como muchos deportes con aficiones que se transforman en pandillas, es un juego de pasiones. No solo en Nuevo León o en México, sino en el mundo entero.
Hechos de barbarie como los ocurridos en Monterrey el domingo se registran lo mismo en la ciudad de México que en Londres, donde los ánimos se desbordan hasta cruzar los límites de la demencia.
Lo que llama la atención aquí es que a 24 horas de los hechos, la reacción de los directivos del Club de Futbol Monterrey y de las autoridades del gobierno de Nuevo León sean tan tibias. Pobrísimas, por decir lo menos.
Nada dignas de los clubes que se dicen dueños de “la mejor afición de México”. Poco efectivas por parte de un gobierno que presume que “si la raza paga, la raza manda”. Mentiras broncas. Y para muestra ahí están las fotografías y los videos que exhiben a los agresores, con tatuajes únicos en su cuerpo, identificados con nombre y apellidos por Facebook.

Personajes que tienen ficha de delincuentes, con antecedentes penales, pero a los que la autoridad estatal de Nuevo León trata con pinzas, sin detenerlos, “para no entorpecer las investigaciones”.
Los videos son claros, las fotografías ilustrativas y el hincha golpeado, en la antesala de la muerte, son pruebas contundentes. Pero no se actúa con celeridad, “para no
entorpecer el debido proceso”.
Y en los clubes las cosas no son diferentes. Se enconchan a puerta cerrada, sin dar la cara a una afición y a una ciudadanía que exigen respuestas inmediatas.
Silencios.
¿Acaso no saben que la barra rayada, conocida como La Adicción, tiene antecedentes de violencia extrema en ciudades como Puebla o León?
¿O que la hinchada tigre, con su barra Libres y Lokos, también ha hecho de las suyas en Veracruz, Torreón y San Luis Potosí?
Como modernos Pilatos, los directivos de Rayados se concretan a sobre vigilar los llamados “juegos de alto riesgo”, definidos así solo los que sostienen con Chivas
y con Tigres.
Por supuesto que dirán que la violencia entre las barras de uno y otro club se dieron fuera juego y que los clubes nada pueden hacer. Pero eso es una mentira verdadera.
Esas mismas hinchadas violentas acabaron el domingo adentro del Estadio Universitario, mejor conocido como El Volcán, donde sus pasiones también pudieron desbordarse y causar daños mayores a aficionados inocentes.
Por eso hay que ser mas efectivos para enfrentar el problema. Los padrinos financieros de ambos clubes –Femsa para Rayados y Cemex para Tigres- tienen un
historial de innovación y efectivad empresarial que debe ser aplicada con la misma pasión en los clubes que patrocinan.
De poco sirve presumir tener a las franquicias futboleras mas sólidas, con los jugadores mas caros, con la afición mas fiel y con mayor asistencia a los estadios, si eso no se corresponde con soluciones de fondo que inhiban hechos como los ocurridos el domingo en Monterrey.
Asómense a Inglaterra, donde la experiencia de los vándalos llamados Hooligans, obligó a los clubes tomar medidas radicales, impidiendo a los violentos el acceso a los estadios.
Cualquier solución es mejor, antes que el silencio de los clubes y la apatía de una autoridad a las que hoy se les saca la tarjeta roja.

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