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Misterios digitales

En el horizonte del agonizante sexenio aparecen lagunas que pretenden aprovechar el río revuelto de los presupuestos oficiales destinados a redes sociales para replantear el juego digital futuro Y es aquí donde emergen cuestionamientos que podrían ensombrecer el panorama mediático hacia finales del sexenio.

Por Ramón Alberto Garza

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El caso de Tecnoradio, la cuestionada corporación radiofónica a la que se le adjudicaron en la última subasta 37 frecuencias y que aquí denunciamos el pasado 6 de abril, terminó en lo que se esperaba: se desenmascaró la charada.

Aquellos que prestaron sus nombres a políticos o a empresarios de medios para hacerse a trasmano de nuevas estaciones de radio, acabaron por no pagar los 280 millones de pesos que habían ofertado. Se bajaron del carro al saberse descubiertos.

Viene esto a cuento porque esa suele ser la historia de todos los finales de sexenio, sean priistas o sean panistas.

Pretender blindarse adquiriendo medios.

Desde Luis Echeverría, pasando por Carlos Salinas y Vicente Fox, casi todos los presidentes acaban tentados a apoyar, a trasmano, medios con la esperanza de que los defiendan cuando ya no están en el poder.

Sucedió con el Excelsior arrebatado a Julio Scherer y entregado a Regino Díaz Redondo. O con la la cadena García Valseca cedida a Mario Vázquez Raña.

Ni qué decir del expansivo reacomodo de los medios electrónicos –radio y Tv incluidos- con Salinas. O el otro rescate de Excelsior con Fox.

Por eso advertimos en su momento la tentación de hacer de Tecnoradio un nuevo escaparate de la simulación y la compra de frecuencias con prestanombres. Por fortuna se recapacitó y se frenó.

Pero en el horizonte del agonizante sexenio aparecen otros nubarrones, algunas lagunas que pretenden aprovechar el río revuelto de los presupuestos oficiales destinados a las redes sociales para replantear el juego digital futuro.

Y es aquí donde emergen cuestionamientos que podrían ensombrecer el panorama mediático hacia finales del sexenio.

Y repetir lo que en su momento sucedió con Alejandra de la Sota, una panista de las favoritas del ‘calderonismo’ que compró su inmunidad poniéndose al servicio del priismo federal y del Estado de México.

Por ejemplo, ¿alguien podría explicar el súbito viraje que dio la pauta digital del gobierno federal al reacomodar presupuestos que solían ir masivamente a Google y Facebook?

¿Hay claridad de que nuevos sitios digitales están siendo los favorecidos o que empresas publicitarias están acaparando esas cuentas del gobierno federal?

¿Algo tiene que ver en este cambio el nombre de Lino Cattaruzzi, quien hasta noviembre del año pasado era el director de Google México?

¿Por qué las facturaciones de la publicidad digital del gobierno federal se hacen en su mayoría a través de cuatro agencias de publicidad?

¿Cuáles es la razón de que entre esas cuatro empresas se distinga una, que acaba de adquirir a uno de los grupos editoriales insignia de México?

A lo mejor si la Auditoría Superior de la Federación le pone atención a estas preguntas encontraría nuevos rastros de tentaciones de expansión, hechas quizás a espaldas de la confianza del presidente Peña Nieto.

El mundo digital es uno de esos nuevos hoyos negros presupuestales en los que se abusa del desconocimiento del mercado, de la tecnología y del manejo de las cifras, para premiar o castigar a los medios.

Y si desde ahora el gobierno no le pone atención al monto y destino de esos dineros digitales, podría acabar teniendo sorpresas muy desagradables.

Como la de descubrir que algunos de los contratos digitales acabaran por ser la semilla con la que alguien sembró la seguridad de su futuro.

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