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¡Que alguien me explique!

Mexicanizar la Banca

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador esta sí es una oportunidad que le cae como anillo al dedo para iniciar el principio de una transformación que equilibre a una Banca “mexicana” dominada por extranjeros

Por Ramón Alberto Garza

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El anuncio de que Citibanamex saldrá del mercado de menudeo bancario es un garbanzo de a libra, no solo para México, sino para el gobierno de la Cuarta Transformación.

Una oportunidad así será difícil que se vuelva a presentar para corregir, aunque sea parcialmente, un error estratégico que se cometió en los sexenios de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox.

Ese error fue el de vender, en medio de la crisis post-error de diciembre de 1994, la mayor parte de la Banca mexicana a instituciones financieras de España, Estados Unidos, Reino Unido y Canadá.

A una muy debatida privatización de la Banca en el sexenio de Carlos Salinas -mezcla de mejores postores y mejores amigos- vino la puntilla al sistema financiero.

Y esta se dio cuando con la creación del Fobaproa en el sexenio de Zedillo se rescató a los banqueros -que no a los Bancos- y pagadas las carteras incobrables con dinero del pueblo, las instituciones financieras mexicanas fueron puestas en la mesa de remates.

Fue así como Bancomer fue comprado por el español BBVA; Banamex por Citigroup; Serfin por el español Santander; Inverlat fue adquirido por los canadienses de Scotiabank y Bital por los ingleses de HSBC.

Curiosamente, la privatización, el rescate y la venta de esa Banca fallida a extranjeros, fue conducida por un mismo personaje de muy cuestionable historia: Guillermo Ortiz Martínez. En la primera, como subsecretario de Hacienda y en las últimas dos, como secretario de Hacienda.

Desde entonces, somos uno de los pocos países del G-20 que su sistema de pagos está en manos de foráneos, sirviendo a intereses que no son mexicanos.

Y desde que la compraron, esa Banca extranjera encontró en nuestro país una tierra virgen para hacer negocios, como no la encontraron hasta ahora en otras latitudes.

Operaron a sus anchas, cobrando por los mismos servicios tarifas muy superiores a las de sus países de origen y cargando intereses que en cualquier otra nación califican como usura. Sus utilidades fueron descomunales.

No en balde, muchas de las filiales mexicanas de esos Bancos extranjeros -como BBVA, Citigroup y Santander- salvaron en años recientes de serios descalabros a sus matrices en Madrid o Nueva York, recogiendo el dinero de los cuentahabientes mexicanos para -sin arriesgar- convertirlo en cómodos CETES y operar sin riesgo sus utilidades.

Cuando Citigroup anuncia que sale de su operación de menudeo en México no es ningún drama.

Es la corrida de alguien que en los primeros ocho años de operaciones logró utilidades suficientes para cubrir los 12 mil 500 millones de dólares que pagaron por Banamex.

Y que, a pesar de su pésima operación de menudeo, que les hizo descender de ser el primer Banco a ser el tercero, muy cerca de caer al cuarto lugar, todavía se dieron el lujo de tener 12 años más para ordeñar el mercado mexicano.

Revisen las cifras de préstamos.

Cuando Citigroup compró Banamex tenían el 20.1 por ciento del mercado crediticio. Hoy apenas alcanzan el 10 por ciento. Perdieron el 50 por ciento de su participación en 20 años.

Y todavía así esperan recibir entre 12 mil 500 y 15 mil millones de dólares, solo por esa banca de menudeo.

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador esta sí es una oportunidad que le cae como anillo al dedo para iniciar el principio de una transformación que equilibre a una Banca “mexicana” dominada por extranjeros.

Pero en el caso Citibanamex, bajo la supervisión de su secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, deberán de tener cuidado de no repetir los mismos errores del pasado.

Uno, no engordar las alforjas de quienes se llevan las utilidades financieras de esos Bancos a sus casas matrices, que como en la crisis global del 2009 usaron las utilidades de su filial mexicana para salvarse.

Y dos, buscar que manos mexicanas recuperen lo que ya se daba por perdido, cuidando de no caer en el vicio aquel de premiar solo a mejores postores o mejores amigos, sino a quienes puedan ser mejores operadores.

Hay que desafiar a los puristas que dicen que la venta de Citibanamex es un negocio estrictamente de precio, al mejor postor.

No está solo en manos de Citigroup, el decidir quién se queda con Citibanamex.

Si ellos se están deslistando de lo que algún día compraron, fallaron. Aventaron la toalla y quieren permanecer solo en el descremado y muy redituable mercado de los grandes préstamos a los grandes capitales.

Eso exigirá una nueva concesión del gobierno mexicano, que tendrá que tener su contraparte en una venta consensuada de Citibanamex.

Lo que ocurra con esta venta sentará la bases para que, cuando otros extranjeros se desilusionen del mercado mexicano y ya no les dé, estén ciertos a que tendrán que atenerse.

Por eso, la “mexicanización” de Citibanamex se impone.

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