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¡Que alguien me explique!

Lo real de Monreal

Pocos acaban de entender esta rebelión que armó cuando se conocieron los resultados de la encuesta, que no le favorecieron

Por Ramón Alberto Garza

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Desde su fundación en 2014, Morena nació con estrella. El liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y la desilusión de las masas hacia los sometidos partidos de izquierda, fueron la receta perfecta para su espectacular despegue.

En sus primeras incursiones electorales, sobre todo en la Ciudad de México, Veracruz y el Estado de México, las votaciones por Morena desafiaron la gravedad de cualquier nuevo partido.

En su primera aparición en la ciudad capital se adueñaron de la mitad de la Asamblea Legislativa e igual proporción de delegaciones. En Veracruz y en el Estado de México, ya son la segunda fuerza.

Y esa fuerza se despliega a nivel nacional, cuando todas las encuestas colocan a López Obrador en cómoda delantera rumbo al 2018.

Y si a los sondeos nos atenemos, el primer gobernador de la Ciudad de México casi seguro será de Morena.

Ese fenómeno fue suficiente para que brotaran las primeras confrontaciones internas, como cualquier partido que sale de la crisálida de la oposición para desplegar como mariposa sus alas hacia el poder.

Y el primer desencuentro, que podría acabar en fractura abierta, se da en la selección del candidato al gobierno de la ciudad capital.

La selección por encuesta abierta de Claudia Scheinbaum, por encima de Ricardo Monreal, Martí Batres y Mario Delgado, coloca al nuevo partido de López Obrador en la antesala de su primer quiebre.

Quienes conocemos a Monreal en sus múltiples militancias partidistas respetamos la efectividad de sus luchas y la honestidad con las que abandera las causas a las que se suma.

Pero pocos acaban de entender esta rebelión que armó cuando se conocieron los resultados de la encuesta, que no le favorecieron. Un extrañamiento que se puede explicar en cinco razones.

Uno.- Monreal aceptó jugar bajo las reglas y condiciones que se dieron. Si sentía que no eras las mejores o que el sistema era manipulable, debió abortar su inclusión en la lista antes de que se levantara el sondeo.

Dos.- Solo cuando se vio derrotado, Moreal gritó faul. Ni Batres, ni Delgado, los dos rivales que tampoco fueron favorecidos en la encuesta, denunciaron irregularidad alguna.

Tres.- Unos días antes de la encuesta, Monreal fue entrevistado en televisión por el periodista Ricardo Raphael. Ahí juró lealtad a Morena, incluso ante la posibilidad de que López Obrador decidiera imponer a Scheinbaum por voluntad propia, sin encuesta de por medio.

No fue imposición, ganó Sheinbaum, reconocida por Batres y Delgado, pero la actitud de Monreal fue opuesta a su decir frente a las cámaras.

Mas aún, dijo que jamás sería mezquino y que su lugar estaba en apoyar la llegada de López Obrador a la presidencia.

Cuatro.- Hasta ayer jueves, Monreal solo manifestaba sus desacuerdos a través de los medios de comunicación.

No existía ningún acercamiento personal o diálogo formal para dirimir el diferendo con la dirigencia de Morena, fuera con López Obrador o con Yeidkol Polevnsky.

Cinco.- Su posición de pensar si se queda o se va, condicionada a que se repita la encuesta, no es propia de quien tiene una imagen de leal e institucional. ¿Y si se repitiera la encuesta y pierde de nuevo?

Lo que se asoma en este encontronazo en Morena es que sus liderazgos ya olieron las mieles la victoria y abandonan la piel del idealismo, para pelear a colmillo abierto, con sangre, por esas posiciones de influencia y poder.

El desenlace está por escribirse. ¿Será de sutura o de fractura? ¿Conservarán su estrella o acabarán estrellados?

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