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1 de febrero 2021

¡Que alguien me explique!

Las mafias del PAN

Los 12 años de panismo presidencial que iniciaron con la esperanza de un Gobierno del Cambio, acabaron adoptando las mismas e incluso más sofisticadas prácticas corruptas del partido tricolor

Por Ramón Alberto Garza

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En los años en que el PRI gobernó como un monolito totalitario, el Partido Acción Nacional emergió como la alternativa democrática para lograr en México el balance de poder.

Su fundación en 1939 se dio en pleno sexenio de Lázaro Cárdenas, cuando el Partido Nacional Revolucionario dio un vuelco hacia la izquierda y acabó convertido en el Partido de la Revolución Mexicana.

Cinco décadas y cuatro mega crisis económicas fueron necesarias para instalar en Los Pinos al primer presidente panista -Vicente Fox- quien acabó pactando con el PRI la instalación de otro panista -Felipe Calderón- en la silla presidencial.

Pero los doce años de panismo presidencial que iniciaron con la esperanza de un Gobierno del Cambio, acabaron adoptando las mismas e incluso más sofisticadas prácticas corruptas del partido tricolor.

Marta Sahagún -escoltada por sus hijos-, primero, y Felipe Calderón con sus juniors después, fueron los dos sepultureros insignia de los ideales por los que lucharon Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Aquiles Elorduy, Luis Calderón, Rafael Preciado, Luis H. Álvarez y Manuel Clouthier, entre otros.

A partir del contubernio del PAN con el PRI, los sexenios de Calderón y de Enrique Peña Nieto se volvieron cuevas de Alí Babá, en donde se traficaban sin recato de colores ni partidos todo tipo de licitaciones, contratos y reformas para beneficiar a una punta de capitalistas rapaces.

Por eso, cuando Andrés Manuel López Obrador arrolló a los dos partidos coludidos, en una aplastante elección presidencial en el 2018, el PAN se desarticuló todavía más, se fragmentó y su poder emigró a los estados.

Y en cada entidad se gestaron mafias albiazules comandadas por políticos apaches, muy lejos de los sueños de democracia y justicia social, pero muy cerca de los jugosos negocios personales.

Esta semana veremos dos ejemplos muy claros de esa degradación panista, uno en Chihuahua y otro en Nuevo León.

En la tierra gobernada por el panista Javier Corral se inicia hoy un proceso judicial contra María Eugenia Campos Galván, la alcaldesa con licencia de Chihuahua, que ya fue electa candidata del PAN a la gubernatura.

Será el de hoy un largo día para Maru Campos -como se le conoce popularmente-, pues tendrá que comparecer ante la fiscalía para desahogar trece volúmenes de pruebas y alegatos por presunta corrupción.

Se le acusa de colusión con el ex gobernador priista César Duarte, de quien habría recibido millonarios apoyos cuando la ahora candidata panista era jefa en el Congreso local.

Los pagos eran presumiblemente para aprobarle al cuestionado gobernador tricolor sus cuentas públicas, en los años en que Duarte se despachó con la “cuchara grande” para convertirse en potentado inmobiliario, tanto en México como en los Estados Unidos, con dinero del Erario chihuahuense.

Cuando el proceso culmine y si se le halla culpable a Maru Campos, podríamos estar asistiendo a un curioso caso de una candidata del PAN indiciada por la justicia, que contendiera para buscar una gubernatura. Frágil situación

El otro caso se da en Nuevo León, en donde un panismo comandado por otra mafia, la que encabezan Raúl Gracia y Zeferino “Chefo” Salgado, dejó ya al descubierto un pacto político, nada más y nada menos, que con el gobernador “independiente” Jaime Rodríguez Calderón.

Esa es la misma dupla que durante todo el sexenio del llamado “gobernador independiente” -el que renegaba de los partidos, incluyendo el PAN- se dedicó a protegerlo y a votar a favor de sus intereses.

Le avalaron desde sus cuentas públicas hasta la defensa de su desafuero, después de que a El Bronco se le halló culpable de desvíos de dineros del Erario nuevoleonés para su fallida campaña presidencial.

Pues ese PAN “bronco”, el mafioso, decidió darle la espalda a su mejor carta, el senador Víctor Fuentes, ex alcalde de San Nicolás de los Garza, para abrirle las puertas de una candidatura a diputado federal nada menos que a Manuel González, el hasta hace unos días secretario de Gobierno de Nuevo León, que también fue señalado por el INE por el desvío de los fondos de campaña 2018.

Influyeron más los amarres en lo oscurito con el Palacio de Cantera que los 500 mil votos que tiene en su haber el senador Víctor Fuentes, quien ante el desprecio de los suyos, sin duda buscará otros horizontes políticos.

Pero eso solo puede suceder cuando los liderazgos panistas están secuestrados por las amenazas de expedientes que van lo mismo de un Genaro García Luna hasta un Emilio Lozoya, y la compra de lealtades para aprobar una Reforma Energética a modo.

Sin otro ideal que el de los pesos y centavos, los líderes panistas de los estados pesan hoy más que el líder nacional Marko Cortés, quien es punto menos que un cero a la izquierda para impulsar la gran reingeniería que le urge a Acción Nacional.

El esquema creado es sencillo. Desde cada entidad se mueven hacia el Comité Nacional -o hacia personajes en particular- fuertes intereses económicos con los que los dirigentes estatales compran el poder absoluto para traficar candidaturas, aún de delincuentes como en Chihuahua o de enemigos antes declarados como en Nuevo León.

Esa es la enorme desgracia del PAN. Que habiendo sido algún día la esperanza del gran cambio, acabó como lo peor de lo mismo. Las mafias estatales son hoy su perdición.

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